NOAH
Me desperté y miré la hora; las 11 de la mañana, demonios.
¿Mi madre estará abajo?
Nunca me interesó su horario de trabajo, sólo sabía que pocas veces la encontraría aquí, en la casa.Había faltado a clases, muy raro de mí, la escuela me distraía por lo menos un poco.
Bajé y ella no estaba.
¿Eso era bueno? No lo sé y tampoco me interesa.
Regresé a mi habitación y me miré en el espejo del baño. Agh, estoy hecho un asco.
Algo después de las 3:00 de la tarde sé escuchó el golpe en la puerta.
—¿Ahora qué?— susurro con cierto tono de fastidio.
Volvieron a tocar.
—¡Voy!— grité con el mismo fastidio.
Abrí la puerta y miré a la persona detrás de ella; Daniela.
—¿Qué quieres?— la miré de abajo para arriba.
—Yo estoy muy bien, gracias por preguntar. Por cierto, ¿por qué no fuiste a la escuela?— me miró con intriga.
—No te importa— bufé.
—Ah, de igual manera; vengo a traer los apuntes, ya sabes, para que no te pierdas nada. Por cierto, la profesora Alexandra me preguntó sobre tí, no supe que decir— mostró una sonrisa torcida.
—Okay, no me importa.—
—¿Bien?—
Quitó de su hombro derecho la mochila color mostaza.
—Estoy son los apuntes— me entregó varias libretas grandes.
—Okay, te las devolveré, ah, mañana y...— suspiré pesadamente — Gracias.—
Sonrió—: No hay de que.
Dio media vuelta y salió. Cerré la puerta, fuí a mi habitación y comencé a copiar el contenido.
Terminé algo próximo a las 6:00 de la tarde. Bajé a la cocina y calenté un poco de pasta, no había tanta; compraría luego.
No tenía otro pasatiempo que ver televisión, no tenía un celular, en parte me agrada, dudo que sea bueno estár pegado como idiota frente a un aparato. Sólo tenía el teléfono de casa, ese que se pega en la pared.
Ya la noche llegó, estando extremadamente aburrido; miré el techo.
Me paré y tomé una vieja libreta. Comencé a dibujar, sabía dibujar bien y, de pronto, olvidé que quería dibujar. Intenté ver que dibujaba.Era un lugar. Había una banca y un arbol detrás. Todo es blanco y negro. Es un poco anormal, no reconocía el lugar.
Volví a bajar, ahora es 2:43 de la madrugada. Aburrido y para nada agotado subí, quería devolverme pero escuché la puerta, subí las escaleras, aún más rápido y en silencio.
—Agh— un sonoro quejido se escuchó. —Maldita vida, maldito trabajo, malditos todos—
—Bienvenida— susurro y me voy directamente a mi habitación cerrando la puerta levemente.
Desperté y miré la hora, las 5:00 de la mañana. Me levanté y me dí una ducha rápida -ya que cuando salí eran las 5:09 de la mañana-.
No tenía ni una pizca de hambre y así me dirigí a la escuela sin desayunar. Las calles estaban solas, no había absolutamente nadie, exepto yo. Obvio.
Estaba aún algo oscuro pero la escuela abría desde las 4:40 de la mañana. Todos lo saben.
Llegué a la escuela y un señor, de por lo menos 40 años se acercó.
—Hey, muchacho. ¿Qué haces aquí tan temprano?— frunció un poco el ceño.
—Yo, ah, necesito hacer la ¿tarea? ¡sí! Necesito terminar una tarea de, de, de clase. Y aquí hay mucha tranquilidad—
El hombre dio una sonora carcajada y me miró. Realmente no entendí el motivo de su risa, ¿por qué rió?
—Nos veremos luego, muchacho— sonrió y se fue.
—Ajá— caminé entre los pasillos, era silencioso y daba una ligera armonía. Odiaba -no del todo- este lugar pero sin tanta gente era algo increíble.
Caminé a mi casillero, lo abrí y lo miré bien. No tengo de esos stickers cool que usaban la mayoría de estudiantes. Mi casillero tiene el mismo color gris claro sin siquiera un stiker, tanto por dentro como por fuera.
No sé cuanto tiempo habrá pasado pero la gente comenzaba a llegar y, claramente, entre ellos Daniela.
—¡Hey!— sonrió como de costumbre y le entregué sus libros.
—Ah, tuyos de nuevo— intenté dar una pequeña sonrisa, sin embargo salió una mueca rara.
—Hehe, sí— abrió su casillero que queda a lado del mío. —Creo que tenemos la primera clase mismo, quiero decir, la misma clase igual, no, tenemos la primera clase juntos, bueno, los dos tenemos igual la primera clase. Bueno, tú entiendes, ¿no?— hizo una mueca casi igual de rara que la mía.
—Sí. Aún no entramos, voy por allá. Lejos de tí—
—A mí también me agradas—
De nuevo, dí media vuelta y fuí a la clase. No me apetece tener compañía.
El salón está solo.
La profesora Alexandra entró al salón, bueno, el salón estaba solo.
—¿Por qué faltó ayer, Forsyth?— se sentó en la silla detrás de el escritorio.
—No le importa— respondí cpn simpleza y evité contacto visual.
—Por eso estoy preguntando— sentí su mirada.
—Pues no debería— comencé a caminar hacia mi asiento.
—Soy tu profesora, es mi deber—
—No lo haga, hay más alumnos. Vaya a cuestionarlos, yo no necesito su atención— llegué a mi asiento y me dí cuenta de algo, la clase la dá ella.
De un momento a otro los alumnos invadieron el salón.
Daniela apenas me vió se sentó a mi lado.—Pensé que llegarías tarde— movió un poco su cabello y volvió a sonreír.
—La impuntualidad no es lo mío—
Después de la primera clase tuve que caminar a mi siguiente clase, hasta que se escuchó un:
“Clase libre”
Ví a Mackenzie a lo lejos, quité la mirada y Daniela apareció.
—Eres muy molesta— susurro para ella y sonríe.
—Gracias, tú también eres lindo—
Bufé y me fuí a la cafetería con Daniela detrás.
—¿Por qué eres tan callado?— se escuchó a mis espaldas.
—¿Por qué eres tan preguntona?—
—Los idiotas responden una pregunta con otra pregunta—
Es raro, pero la sentí sonriendo.
—Pues yo soy muy idiota, ¿no tienes algo más importante que hacer? Me gustaría estár solo— la miré y se encogió en su lugar.
—Voy al baño, pero regresaré— me guiñó el ojo y se fue.
—Por favor no— volví a caminar hacia la cafetería.
Esta chica es tan rara.
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The Cold Of The Rose
Teen FictionNoah Forsyth, un chico "depresivo" que prefiere quedarse en la oscuridad. Habrán personas que le harán ver el lado positivo de la vida. Una de ellas es Daniela Collins. Una chica igual que él, pero con expectativas diferentes. Su "profesora" Alex...