A medida que pasaba la semana, volvía a mi actitud de siempre y mi madre lo notó, pero no se desanimó porque sabía que en el fondo me gustaba estar aquí, y era verdad, al igual que mi hermana que no paraba de correr de un lado a otro sonriendo, incluso hizo una amiga en un parque cercano con la que intercambió números de teléfono.
El último día que estuvimos nevó. Ver la nieve caer me relajaba, ese día lo descubrí, y por muy egoísta que fuese le dije a mi madre que quería quedarme. Mientras ella guardaba las cosas en el coche y pagaba al hombre que nos alquilo el apartamento yo me adentré al pequeño bosque que daba a parar al prado dónde fuimos el primer día, puede que mi madre no aceptase mudarse aquí y fuese la última vez que veía este prado. Llegué al prado pero no era la única que estaba allí. En la blanca nieve había huellas, al final de esas huellas sangre, sangre y un hombre alto de pelo rubio cargando una persona en su espalda como si fuese un saco, un saco que goteaba sangre.
No lo pensé mucho y me escondí detrás de un árbol para luego esconderme en otro y así consecutivamente hasta poder acercarme a él. Llegó al terraplén que había al final del prado que daba a parar a un pequeño río de un cauce casi inexistente en esta época y tiro el cuerpo sin pensárselo. Era una chica joven, de mi edad se podría decir, tenía la cara magullada y le sangraba el cuello y el pecho. La tiró por el terraplén y quedó escondida entre unos arbustos. "Esperemos que no te encuentren maldita bastarda" dijo el rubio, y se fue por donde había venido, borrando los rastros de sangre. Di la vuelta alrededor del árbol estratégicamente para que no me viese pero aquella escena que tanto se repetía en las series que veía me sucedió, pisé algo, no sé el qué pero hizo ruido y provocó que el hombre se diese la vuelta dando con mi posición y haciendo que su cara se arrugase en una mueca que no tuve tiempo descifrar porque salí corriendo tan rápido como pude.
Era más rápida que él y pronto lo perdí de vista así que me dirigí al coche y me metí adentro sin pensarlo. Respiraba todo lo que podía, no tenía aliento y cuando lo recuperé analicé la situación. No tenía miedo, no temblaba, no sentí angustia, solo sentía la falta de aire. ¿Entonces porque salí corriendo y no deje que me matase en ese momento?, no hubiese sentido dolor. Tan pronto como me lo pregunté llegó la respuesta; no podía morir y dejar a mi hermana y a mi madre, sobre todo a mi madre, porque sé que tardaría años en superarlo, lo sabía. Habían pasado doce años y todavía no había superado la muerte de mi padre, la persona que más amaba y que le dio fuerzas para seguir luchando por mí y por su pequeño bebé. No podía morir y dejarlas solas, nunca me lo perdonaría.
Metió la última maleta en el coche y arranco destino en casa. En el trayecto mientras conducía nos lo dijo, nos mudaríamos en un mes. Había conseguido que el hombre que nos alquiló el apartamento nos vendiese otro con tres habitaciones y más grande. Mi madre tenía un don para persuadir y lo había demostrado de nuevo. Mi hermana no dio saltos de alegría porque iba sentada y yo le di las gracias mientras miraba por la ventanilla el manto blanco que dejábamos atrás, sonriendo.
Debería haber estado preocupada en ese momento, aquel hombre podría estar buscándome para matarme. Pero él sabía que habían visto su cara y si lo demandaba a la policía lo buscarían y seria arrestado, pero decidí no denunciarlo. Lo más probable es que él estuviese huyendo ahora mismo a otra ciudad, puede que a otro país, antes de que lo arrestaran. Además, yo no quería que mi nueva vida en el paisaje nevado se viese nublada por un montón de coches de policía con sus luces cegadoras, y mucho menos con preguntas que no contestaría. Por esa razón no pisé una comisaría en toda mi vida.
***
La mudanza fue bastante rápida y mi madre organizó todo para que pudiésemos ir al instituto del pueblo al día siguiente en que llegásemos, y eso hicimos. Por lo que contó, a mi hermana le fue bien. Aquella amiga que hizo cuando vinimos estaba en su clase así que ya la había ido mucho mejor que en su antiguo instituto, donde nadie le hablaba si no era para pedirle los deberes o las respuestas de los exámenes. Yo no podría decir si me fue bien o mal. El día que llegue me habló mucha gente pero la mayoría de estos no volvieron a hablarme, supuse que por mi falta de conocimiento al establecer una conversación o simplemente por mí expresión neutra.
Pasó un mes y solo me continuó hablando una chica de pelo corto azabache, con un cuerpo con curvas bien marcadas. Parecía que no tenía más amigos pues yo era la única que con quién hablaba y los demás parecían evitarla. Otra persona que no dejo de hablarme fue un chico de pelo castaño, quizá tres dedos más alto que yo. Era delgado, pero se le veía musculado también, no muy guapo pero sus ojos eran grandes y de un marrón verdoso bastante bonito, su nariz y boca eran finas y sus facciones estaban bien marcadas. No había hablado con muchos chicos en toda mi vida, podría decir que con el único que hable de verdad fue mi padre, y en ese entonces yo tenía cinco años.
La cuestión era que porque se interesaba mucho por lo que hacía; si dibujaba me preguntaba que estaba dibujando; si leía, lo que estaba leyendo; si caminaba, a donde iba. Yo no era capaz de entender porque se tomaba tantas molestias por ser mi amigo, por saber que me gusta, y menos siendo como era yo, hasta que la chica de pelo corto, la que no me dejo de hablar y podría llamar amiga, me dijo que yo le gustaba al castaño. Mi mente no lo entendió. El concepto gustar era algo que no había experimentado. Intenté entenderlo y mientras lo hacía recordé que si lo había experimentado, no en mi persona y puede que no fuese lo mismo, pero recordaba mis padres mirándose a los ojos y estos brillaban. Diciéndose "te quiero" cada vez que tenían la oportunidad. Era algo que admiraba en ellos, y cuando no pude ver esa magia de nuevo por la muerte de mi padre, no pasaron años hasta que otra cosa volvió a gustarme. Creo que eso significaba que te gustase alguien, mirarlo a los ojos y ver ese brillo, interesarse por sus intereses, cuidar de esa persona que te gusta. Entonces pude verificar por mí misma que le gustaba el castaño porque al hablar conmigo y mirarme a los ojos, los suyos tenían un brillo especial que no tenían cuando hablaba con mi amiga o con sus amigos. Pero yo no entendí porque le gustaba, nunca lo entendí.
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Nieve
Short Story¿Qué se siente al no sentir nada? Ella lo sabe; no siente dolor, no sabe identificar sentimientos, siempre ha vivido sin sentir nada y a la vez sintiendo que eso puede cambiar algún día. (No soy buena poniendo títulos a mis historias así que si me...