Capitulo 24

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“Nadie es más atractivo”

—Ashton —puso ambas manos sobre su boca, y yo sonreí.

— ¿Te gusta? —me miró y suspiró.

—Me encanta…

Removí la silla para que se sentara, y así lo hizo. Me senté frente a ella, y posé ambas manos sobre la mesa.

—Tuve algunos problemas pero, espero te guste —sonreí y ella me imitó.

Estuvimos comiendo en silencio. 

Traté de convencerme que la causa de esto era porque no podíamos hablar y comer al mismo tiempo, pero la verdadera razón era que nos sentíamos incómodos.

No era lo mismo que antes, y lo sabíamos.

— ¿Pasa algo? —pregunté luego de tomar un poco de chocolate.

—Pensaba, eso es todo.

—Vamos _______, ¿Qué pasa? —pregunté.

—No estoy cómoda. Eso… eso es —dijo.

— ¿Por qué?

—Porque esta vez tú has cocinado.

Entrecerré los ojos y ella desvió la mirada.

—Ya no tenemos quince. ¿Qué pasa?, ¿Por qué estás así? —pregunté.

—No pasa nada. Solo, dame tiempo para acostumbrarme a tu casa.

—Nuestra casa —corregí y ella asintió.

—Dejó de ser nuestra cuando me fui, Ashton —bajó la mirada a su plato y yo tomé un bocado de aire.

—Fue, es y siempre será nuestra casa. No importa… solo… estoy bien si te quedas.

—No voy a irme. A menos que tú me lo pidas.

—Entonces nunca te irás, porque jamás te pediré que lo hagas.

(…)

—Ashton —me llamó niall a mis espaldas. Giré la cabeza mientras mi brazo posaba en los hombros de mi esposa, y lo miré.

— ¿Mmm? —emití.

—Eh… me preguntaba si… eh… yo…

—Dile a Alyssa que traiga algunos trajes de baño extra —le dije.

—Eres el amor de mi vida —besó mi mejía y yo restregué su saliva en mi camisa.

—Me estás avergonzando niall —le dije, _______ rio y él la imitó.

—Bien. Iré por ella, llámenme si algo extraordinario pasa.

—No vendrá Spiderman, hasta tu cumpleaños —le dijo mi esposa.

—No la dejes ir, ashton, vale la pena —la señaló y acto seguido le estampó un beso en la mejía.

—Ya, ya. No te robes a mi esposa.

Mi amigo tomó las llaves del auto, y salió de casa dejándonos a _______ y a mí solos.

— ¿Hay algo que quieras hacer? —pregunté.

—Salgamos a caminar —me miró a los ojos, y le sonreí como idiota.

Qué vergüenza.

Bueno, tomando en cuenta que verdaderamente soy un pendejo, ya no había vergüenza alguna. Ella estaba acostumbrada a verme como suricata con el rostro todo embobado.

Tomé un abrigo, un gorro de lana y dejé la casa bajo llave.

Mientras caminábamos metí ambas manos en mis bolsillos, porque el frío era infernal. Pero, luego de hablar un poco y dejar que algunos minutos pasaran, me di cuenta que su mano se tambaleaba al ritmo de su caminar, y hacía falta algo. Mi mano en la suya.

short life » irwin (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora