¿Dónde estás?

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Un mes después. Navidad.

El padre de Lea, se encontraba aún en el hospital. Habían descubierto en él un éxtasis cerebral, es decir un tumor cerebral. Lo llevaron a la clínica donde trabajaba su hija y lo trataron ahí. Le dieron quimioterapia pero nadie sabía de donde venía ese tumor. Lea, Alan y Ángela decidieron quedarse un tiempo con su abuela para que no se sintiera sola. Nadie sabía que hacer, era muy duro asimilar que un hombre tan fuerte como él estuviera en una de esas camillas y Ángela era la única que no sabía nada. Acababa de empezar el colegio y seguía igual, ni sabía leer ni sabía escribir, ni se relacionaba con nadie y ni hablaba. Según los demás "Ángela es la rara de siempre" Pero lo que ellos no sabían era que Ángela no era la rara, simplemente era diferente.

Ella por muy diferente que fuese no era tonta y notaba que su abuelo no estaba, algo pasaba allí.

- ¿Dónde esta el abuelo? - Preguntó.

- El abuelo ha ido a caminar. - Mintió su abuela. Pero no la convenció en absoluto e insistió.

- Dime la verdad.

- Pero. Si... - Su abuela intentó volver ha insistir pero al ver la seria cara de su nieta notó que era la hora de que lo supiera - Esta bien, esta enfermo en el hospital, pero se va ha poner bien tranquila. Te prometo que lo hará.

- Pero abuela eso me dijeron con mi papá... - Su abuela no supo que decir. En realidad, no sabía que iba ha pasar con su marido. El, físicamente estaba más o menos bien pero al fin y al cabo era un cáncer así que podía ocurrir cualquier cosa. Pero no.

Le dieron quimioterapia. No había nada más que hacer allí. Así que Emma habló con su madre: - Papá tiene un tumor en la cabeza. Le han dado quimioterapia, así que irá ha casa a ver como reacciona con el tratamiento.

Ángela despertó pronto al día siguiente y asomó la cabeza por un extremo de la puerta. Se quedó sorprendida. ¡Su abuelo estaba allí! Con su abuela durmiendo. Había vuelto y todo volvía a ser normal... ¿O no?

Era hora de comer. Su abuelo no había hablado en todo el día. Aún en casa, todavía le daba algún que otro mareo.

- Agua - Pidió él.

- Toma. - Su mujer le ofreció un vaso de agua pero, él parecía que no lo veía. - Vamos bebe... ¿La quieres o no?

- Abuelo, si bebes agua te curarás, el agua es muy buena. - Repetía constantemente Ángela, que se había colocado justo enfrente de su abuelo en la comida.

Él quería agua pero no podía tragarla. No podía respirar. De pronto: un desmayo en la comida. Retorcimientos y vómitos. Melanie corrió al teléfono y llamo al 112.

No podía ser. Ahí estaba otra vez. No solo tenía un tumor en la cabeza, sino un tumor en el riñón; quién fue el culpable de todos los ataques e hizo que afectara a la cabeza también. Toda la familia estaba en la sala esperando una respuesta, Iba a sobrevivir. No iba ha sobrevivir. Ángela también estaba ahí, al lado de una niña de color de más o menos su edad con unas trenzas multicolor y un vestido verde claro.

- Hola. ¿Cómo te llamas? Yo Ángela.

- Yo Zoe. ¿Por qué estás aquí? A mí me van ha hacer unos análisis de sangre pero tranquila, me los van ha hacer sin aguja. - Ángela le gustaba esa idea de no pinchar sin tener aguja. Le había caído muy bien esa nueva amiga.

- Mi abuelo esta enfermo y hemos venido ha que lo curen y a llevárnoslo a casa otra vez. - Ángela no tenía una idea de que no volviera. Tardaban mucho y para pasar el rato rápido, cantaron las canciones de famosas novelas latinas de televisión que ambas veían. Pronto Llamaron a Zoe y cuando se despidió de ella y la metieron los médicos en la sala, solo pudo escuchar gritos de dolor. "Pobre Zoe" Pensaba.

Todo fue extraño. Ángela llegó a casa de su abuela sin saber ni una sola noticia. El árbol de navidad estaba apagado, no había luces, esa navidad no fue igual a las demás y todos lo sabían. Fue muy difícil dormir esa noche para Ángela, Oía a su abuela llorar a chorros. Estaba preocupada por el abuelo pero ella nunca la había visto llorar así. Se levantó de la cama y fue a la cocina dónde se encontraban su madre y su abuela.

- Tranquila abuela. El abuelo esta bien. Ya lo verás. No sé porque no lo hemos recogido hoy pero mañana no se nos olvidara y vendrá contigo.

Al día siguiente fueron a la clínica y entraron ha una sala un tanto rara. Nadie sonreía, todo era gris, silenciosa, pequeña, oscura y miedosa. Al lado había una caja alargada de madera.

- Ángela. Ven. ¿Ves esa caja de ahí?

- Sí... ¿Qué pasa? - Miró a su abuela. No podía seguir. Se acercó su tía a ella.

- Ahí esta el abuelo. - ¿Qué? No lo entendía. ¿Ahí? ¿Pero cómo...? Ya está. Ya lo entendió, Lo entendió todo.

Ángela se derrumbó. No podía más. Su abuelo había muerto y estaba en esa caja. Dos seres queridos se habían ido de su vida para siempre en solo cuatro meses. La familia se hecho a llorar y Ángela llorando exclamó gritando:

- ¡Me voy ha quedar sin familia!

No había nevado en todo el Invierno. Pero cuando la familia miró a través de la ventana del hospital, cayeron los primeros copos de nieve.

- Como se nota que un santo ha subido al cielo. - Exclamó la abuela de Ángela al ver nevar. Y mandando con un gesto un beso al cielo dijo con lágrimas en sus brillantes ojos azules: - ¡Cuidarnos desde donde estés!

Nadie habló a la vuelta. Toda la familia regreso a casa. Con la fría nieve bajo los pies, y con el calor de alguien especial observándoles desde arriba, terminó ese día. Pero aquel hombre carpintero, quién prácticamente transformo una casa en un hogar, quién se llevó a la tumba recuerdos de su mujer y él que nadie nunca les robara.

El lado oscuro de la luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora