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El sol había caído.

Su mente seguía embotada por el ruido de las explosiones en el helicarrier. Notaba la humedad de su propia sangre resbalando por la frente, acumulada en la zona del hombro, descendiendo por la pierna...

Sin dolor. El dolor fue una de las tantas cosas que Hydra anuló para convertirlo en el soldado perfecto. Pero habían fracasado, porque el soldado perfecto de Hydra jamás habría rescatado a Steve Rogers, Capitán América, de una muerte segura.

Quién era, o fue, Bucky era toda una incógnita aún para él; no obstante, no pudo darle la espalda a las sensaciones que despertaba ese nombre en labios de su hasta entonces enemigo. Podría haber vuelto junto a Hydra como el buen perro fiel que siempre fue...

Podría. Mas no lo hizo. Porque la tristeza en ese par de ojos azules le atormentaba. Despertó en él el deseo de querer escapar de aquella cárcel mental a la que durante tantos años había estado sometido.

No más torturas.

Se quedó observando el cuerpo inmóvil del rubio mientras se quitaba la ropa, dejando al descubierto la cicatriz que unía su carne con el brazo de metal. Una marca eterna en su cuerpo que le recordaba continuamente que él no era más que un arma.

Durante años le habían inutilizado para tomar decisiones propias y en ese momento era incapaz de pensar. Sentía cierto remordimiento por haber traicionado a la organización. No por el poder que tenían ni las consecuencias por su traición, sino por la semilla que tortura tras tortura habían sembrado en él. No conocía otra cosa que Hydra, no sabía nada del mundo fuera de la organización. Traicionándoles se quedaba completamente solo.

Atendió primero sus propias heridas antes de proceder con las del Capitán. Fue meticuloso a la hora de quitarle el uniforme, como si esperara encontrar alguna pista más sobre Bucky en el cuerpo contrario. No obtuvo nada. Solo un cuerpo que era más grande y más robusto, pero tan duro como el propio. Dos soldados bien entrenados.

No pudo evitar fijarse en el rostro del otro mientras le sacaba los tres proyectiles de bala que él mismo había disparado a su cuerpo. El ceño fruncido y las muecas por un dolor que parecía sentir incluso estando inconsciente. Luego, el alivio una vez limpió y cubrió las heridas, terminando al fin de hurgar en estas. Era un hombre muy expresivo, de eso no cabía duda. Él, en cambio, por mucho que se mirara en el espejo nunca veía nada más que una página en blanco.

Cruzó por su mente la idea de despertarlo, tal vez con un golpe, pero no se atrevió. Esos ojos azules habían removido todo en su mente desde el primer momento que se fijaron en él. Estaba demasiado agotado para afrontar de nuevo esas sensaciones. Lo mejor sería descansar un poco, ambos lo necesitaban.

Se alejó de la cama donde le había tumbado y observó la ciudad a lo lejos a través de la ventana.

Había encontrado aquella casa abandonada a unos kilómetros de donde cayeron. Sus intenciones fueron ir más lejos, tanto como fuera posible para que nadie les encontrara, pero las heridas del capitán no se veían nada bien. Por el momento esa casa bastaría. De todos modos, no estaba seguro de que el rubio fuera a reaccionar muy bien al verse encerrado junto a él.

Solo quedaba esperar que despertara por sí mismo.

The Line [Trilogía Stucky - 1] - TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora