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Había cumplido su misión. 

Steve Rogers estaba muerto. 

Él, Bucky, su amigo de la infancia, había sido el verdugo. 

Las alucinaciones con Steve se habían detenido una vez recordó lo sucedido. Desde entonces no había sido capaz de abandonar la casa, siquiera de moverse de la cama en la que se había confinado a maldecirse. Los recuerdos que había estado bloqueando, ocultando tras la ilusión de que Steve estaba junto a él, despertaron con fuerza hundiéndole aún más. 

Incluso con los ojos abiertos podía revivir la escena en el cementerio. El entierro que todos habían querido ocultar a la prensa "para que la humanidad siguiera teniendo fe", había escuchado decir al tipo de parche. 

Los uniformes, la bandera sobre el ataúd... Y esa melodía que había estado resonando en su cabeza desde el primer momento. 

Sí, había cumplido su misión, ¿pero a qué precio? 

Hydra estaría orgullosa. Probablemente le estarían buscando. Pero no le importaba en absoluto. 

Porque él también estaba muerto. Se había condenado en el preciso instante que arrebató la vida a uno de los hombres más maravillosos que jamás pisaron la tierra. Valiente, leal, bondadoso... Su mejor amigo. La única persona que amó durante su errática existencia... ya no estaba. No le quedaba nada en ese mundo por lo que seguir adelante. 

Mentía. Sí quedaba algo por hacer. 

Se vistió con ropa que encontró en el armario de la casa y saltó a la camioneta para volver a Nueva York. 

Había luchado por Hydra durante décadas. Había peleado y matado en su nombre, saliendo herido en incontables ocasiones. Y nunca rechistó. Jamás les cuestionó. Entregó su libertad a una causa que desconocía y, desgraciadamente, tuvo que morir alguien importante en su vida para finalmente abrir los ojos. 

Era hora de redimir sus errores. Iba a llevar a cabo la primera misión como Bucky, aún cuando sus recuerdos seguían siendo difusos. Por Rogers. No, por Steve, quien prefirió entregar su propia vida antes que acabar con el vínculo que les unía. 

Un hombre había muerto por amor y otro le seguiría muy pronto... 

No fue difícil encontrar la Torre Stark

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No fue difícil encontrar la Torre Stark.

Su seguridad, no obstante, era infranqueable. No había forma de entrar sin ser advertido, la IA que controlaba el edificio le delataría nada más poner una mano contra alguna ventana. Pero si algo le caracterizaba era la paciencia. Como Soldado, hubo ocasiones en las que debió permanecer inmóvil durante horas para lograr el tiro perfecto. 

Así que esperó. 

Y siguió esperando. 

Bien entrada la noche, finalmente vio salir a su objetivo acompañado de un guardaespaldas. A cubierto entre las sombras, se abalanzó sobre este dejándolo inconsciente en cuestión de segundos y, antes de que Stark tuviera tiempo de llamar a su armadura, bloqueó su boca con la palma metálica y lo metió a toda prisa de vuelta a la torre. 

Decenas de víctimas habían caído ante él y todas ellas compartían un mismo sentimiento: miedo. Había leído el miedo en los ojos de muchos hombres. Todos ellos aterrados por la inminente muerte. Excepto Steve... y ahora Stark. Pero aquello no le haría cambiar de planes.

Sacó la pistola que estuvo llevando oculta bajo la camiseta y apuntó al magnate, cuyos ojos ardían por el odio en su interior. 

Odio hacia él por haber matado a su amante. 

Se preguntó si ese fuego en su mirada podría crecer y estuvo a punto de confesarse el asesino de sus padres. Mas no lo hizo. No estaba ahí para eso. 

Sin dejar de apuntarle en el rostro, le soltó dando un paso atrás. 

—Bastardo hijo de puta... — le escuchó mascullar entre dientes. Casi podía oírlos chirriar —. Si vas a matarme hazlo de una vez o de lo contrario yo mismo te despedazaré... 

Bucky no reaccionó a sus palabras, apenas les prestó atención. Su mente solo la habitaba Steve en ese tenso momento. Y lo mucho que deseaba poder verle sonreír de nuevo como lo hizo en esa grabación de la tv. Solo para él, como en esos viejos tiempos que habían pasado juntos. 

Quitó el seguro del arma. 

Steve ya no estaba. No iba a volver. Él era el único responsable de eso. 

Clavó una rodilla en el suelo. 

La canción no iba a cumplirse, no volverían a encontrarse. No después de todo el daño que había hecho. Pero, antes de ir al infierno, quería redimirse por el acto más atroz de todos. 

Puso el arma en la mano de Stark y le obligó a apuntarle en la frente. 

—¿Qué demonios haces?— vaciló el hombre de acero, contrario a su mano que se mantenía firme sujetando el arma.

—Hazlo.

Stark no se movió ni un milímetro. Ya fuera por orgullo o duda, no apretó el gatillo. 

—Hazlo— repitió, más tenso, más alto. 

No le dio la oportunidad de dudar una vez más. 

Bucky alzó las manos capturando las de Stark...

...Y el ensordecedor sonido de un disparo hizo estallar la noche. 

Un segundo después: el silencio. 

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Pues aquí acaba la historia. Solo quedan los epílogos que, creo, subiré de golpe mañana o pasado. 

Espero no haber ocasionado muchos traumas...

La canción de Vera Lynn estaba dedicada a los soldados que marchaban a la segunda guerra mundial. Es una canción de despedida, pues muchos sabían que no iban a volver. Me enamoré de esta canción cuando vi la película de Dr. Strangelove y fue, en parte, la que me despertó esta historia. 

No me odien mucho...

Con amor, Vik-

The Line [Trilogía Stucky - 1] - TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora