Capítulo 10

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X

Joder, aquí estoy,

ardiendo por amor una vez más.

De alguna forma me extravié;

no puedo volver a casa a ti.

Medico mi mente.

Ven a iluminar mi noche.

Estoy solo... no puedo enfrentar

mi corazón roto.


Aquella tarde, la del quebranto, yacía metido en la cama con Baekhyun bajo dos mantas con estampado a cuadros. La luz encendida, las ventanas cerradas y cubiertas con pesadas cortinas, cada quién bebiendo su respectiva taza de chocolate, mientras Baekkie yacía al borde del llanto con el capítulo final de un dorama que le estaba acompañando a ver. Yo sobaba su espalda pacientemente, al tiempo que envidiaba muy en mi interior la escena de amor que acontecía en la pantalla. En fin, lo que deseo hacer evidente, es que entonces recién estábamos a punto de concluir todas las evaluaciones de la universidad antes de salir de vacaciones invernales. Por supuesto que nos encontrábamos estresados, deprimidos, histéricos y abatidos; por lo que decidimos descansar aunque fuese una tarde antes de enfrentarnos a nuestras últimas pruebas académicas y sobrevivir o terminar de morir en el intento.

Sin embargo, en medio de un ocaso tan amable y apacible, tan ajeno al caos exterior, nuestra casera tocó a la puerta de la alcoba con aquel golpeteo insistente tan propio de ella. Baek y yo nos miramos con extrañeza, preguntándonos al mismo tiempo: «Pagaste la renta, ¿verdad?». Como mi amigo yacía con los ojos hinchados y sufría la reciente conmoción del beso tan intensamente anhelado entre los protagonistas de la serie, salí a recibirla yo. Para ello tuve que hacer a un lado la calidez del lecho, junto con la vergüenza de portar un pantalón deportivo gastado y un enorme suéter de estambre, tejido a mano por mi madre, cuyo estampado consistía en muchos y pequeños pinos rojos a lo largo de la superficie color crema. El pobre suéter permanecería marcado por los eventos de aquella noche.

—¡Kyunggie! —Me llamó con afecto la mujer de piel restirada, quien se protegía con una chalina carmesí—. Disculpa la molestia, pero abajo te está esperando un muchachito que dice ser tu amigo —y acercándose para murmurar con fingida discreción, sin quitarme su mirada pícara de encima, me dijo—. Es de muy buen ver.

Por supuesto, la casera era consciente de mis preferencias, por lo que tras guiñar el ojo bajó corriendo en busca de aquel joven que yo ya reconocía como Jongin. Con creciente ansiedad, como el preso que se regocija segundos antes de ver el sol una vez más, me adentré a la alcoba para colocarme unas zapatillas deportivas con tal de no resbalarme en las escaleras humedecidas por la lluvia.

—¿Lo invitarás a pasar? —inquirió Baek bebiendo de mi taza tras haberse acabado la suya.

—Sí. —Y como hizo una mueca, complementé—. Venga, ustedes dos ya son buenos amigos, y tú eres mejor consejero que yo. Podemos incluso ver algo los tres, no sé, no es necesario deprimirnos o algo por el estilo...

—Como digas —suspiró resignado mi compañero de habitación, enterrándose bajo las cobijas de nueva cuenta.

Con una sonrisa genuina en los labios magullados por el frío, y el repiquetear de las llaves en mi bolsillo, bajé las escaleras dando brincos con la intención de recibir a Jongin radiantemente después de diez días sin vernos. Nuestro encuentro marcaría el inicio de una nueva era compartida, lo presentía con el corazón bombeando de anhelo mientras admiraba las gotitas de agua descender ante el roce de mi mano sobre el barandal. Y sí, lo encontré ahí, solitario, quebradizo, bajo el techo de la entrada. Se protegía de la niebla y la lluvia, iluminado por un farol que parpadeaba debido a una polilla suicida que insistía en acercarse enamorada de la llama. En efecto, su cabello húmedo de brisa brillaba entonces lacio y despeinado color azabache, como debería lucir de manera natural.

Cereza Negra | KaisooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora