II

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Alboroto

El video acabo, las luces se encendieron de nuevo y yo solo quería que la tierra me tragara y no me volviera a escupir. 

El profesor McAdams entro con hastió al salón de nuevo. —Iris Zakharov.

Levanté la mano y de inmediato sentí las miradas sobre mí. —: Acompáñame. —Habló él y salió del salón a mi espera. Tome mis cosas y simplemente no podía creerlo. Esto parecía la ley de Murphy, solo había pedido un poco de tranquilidad, ¿Y qué recibí a cambio? Un gran y fastidioso alboroto.

En el pasillo seguí de cerca a McAdams hasta llegar a las oficinas del campus. Me indicó con un ademan que tomará asiento en la pequeña sala de espera mientras él se perdía a través de alguna de las múltiples puertas del lugar. Bufé por lo alto. De haber estado en otras condiciones aquel video me hubiera matado de la risa, me burlaría de mi suerte y tal vez hubiera tenido los ovarios de salir de esa humillación. No tenía ganas de hacer absolutamente nada al respecto.

—Creí que irías a Boston. —Habló un chico a mis espaldas. —Era tu sueño, lo recuerdo.

Gire sobre mi asiento y ahí estaba. Creí que no volvería a ver a ninguno de los hermanos después de tanto.

—Solía ser el plan. —Afirmé.

Sus ojos recorrieron mi rostro en busca de alguna más. No habíamos quedado en muy buenos términos antes y aun que no mostrara molestia sobre ello algo hacía falta de ser aclarado.

Él por su lado traía un aire fresco, portaba un semblante diferente a la última vez que lo había visto en esa tonta fiesta de Halloween del año pasado, lo más notorio ahora era su cabello platinado que en definitiva iba en juego con sus ojos azules, había ganado peso y algo me decía que seguía siendo el mismo chico que conocía desde hace tantos años, pero fisicamente se veía mejor.

—¿Y qué sucedió? No creo que lo del hotel haya impedido tu partida.

—Eso solo me dejo en claro que no saldría de esta ciudad por un tiempo. —Hablé. Él continúo viéndome fijamente y se estaba esforzando demasiado por encontrar algo en mis ojos, en mi cabello, alguna pista de que hubiera cambiado a su punto de vista tal vez. —: Debiste irte mientras pudiste. —Sentenció. Se levantó de su asiento y camino hasta la salida del lugar, no sin antes darme una mirada antes de atravesar la puerta que me haría perderlo de vista.

Knox Snead, en ocasiones podía llegar a ser alguien bastante misterioso. No era la persona más inteligente, podría ser mejor parecido a alguien torpe, pero sabía jugar bien sus cartas en todo momento. Era escurridizo y un gran mentiroso. No había nada más admirable en él que eso y no me sorprendían sus palabras, siempre decía cosas así. Le encantaba fastidiar a todos y efectivamente, eso no iba a cambiar.

Si mis hipervínculos mentales servían bien, tal vez su hermana este aquí de igual manera. Esos dos eran como siameses -sin la parte en la que comparten órganos- y hacían todo juntos, no había momento en que esos dos se despegaran lo suficiente y podía creer que sí golpeabas a Knox lo terminaría sintiendo Kaya.

—Zakharov. —Habló McAdams desde el umbral de una oficina.

Suspire por lo alto, me levante del asiento y camine hasta la oficina principal de dónde Mc Adams había salido. Una vez demasiado cerca estaba ante mis ojos estaba el famoso Dante Corsini, el rector actual de la universidad.

Su mirada era penetrante. Sus ojos viajaban de manera detenida por todo mi rostro y era como si algo se conectara en su cabeza. Sentía su vista de una manera tan pesada sobre mí que a cada segundo se volvía un ambiente más incómodo. Tome asiento donde el profesor McAdams me había indicado y una ligera consternación se había plasmado en su rostro, probablemente la falla técnica no era algo muy habitual en la facultad de computación.

The Burning ButterflyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora