Caleidoscopio
Épsilon
Septiembre 9, MiércolesHoy no estaba de humor. Desde mi última conversación con mi padre todo parecía irritarme más fácilmente, el clima tan lluvioso que había estado teniendo Chicago era algo que odiaba desde que nos habíamos mudado y Thaigo parecía más molesto de lo habitual por ejemplo.
Odiaba todo hoy.
Las nubes seguían en un denso gris y la hora de entrenamiento se acercaba. No quería ni imaginarme entrenando bajo la lluvia otra vez.
—Si no estás listo en medio segundo te dejo. —Espete alto, lo suficiente para que donde quiera que estuviera Ty me escuchara.
—Hubiéramos salido hace media hora si tan solo no pusieras tu cara de idiota y hubieras contestado mis preguntas. —Habló Thaigo saliendo de la cocina con una barrita energética en la boca.
Me limite a regalarle con todo mi cariño una cara de pocos amigos y entramos al elevador.
—No me gusta que preguntes cosas estúpidas. —Inquirí.
Ty alzó una ceja y se cruzó de brazos una vez dentro del elevador. —¿Y por qué piensas que mis preguntas son estúpidas?
Giré los ojos y lo empuje lo suficiente fuerte para que este chocará con una de las paredes del elevador con fuerza. —Tú mismo te declaras en idiota del dúo, pero quieres saber qué hay en mi cabeza, no me parece muy brillante esa idea.
Él soltó un quejido una vez contra la pared.—Tengo derechos, no deberías tratarme así. —Dijo serio, pero no lo suficiente para que lograra ver un puchero asomarse por su cara.
El elevador se detuvo y se abrió en la planta baja.
Tome mi camino afuera.—No, claro que no y sí.—Dije. Thaigo no pareció entender el orden en que conteste sus frases así que me limite a continuar mi camino al coche.
Thaigo no era una persona muy curiosa y tampoco era alguien que soliera cuestionarse cosas de manera seguida. Si el blanco era blanco y el negro era negro Thaigo lo aceptaba así, por otro lado yo preguntaría sobre el gris o cualquier otro color, así era como funcionábamos. Yo hacía los planes y Thaigo los seguía, pero su creciente preocupación e interés sobre lo que sucedería no era algo muy normal en él.
—¿Entonces?
—Entonces nada. —Escupí con molestia.
Si continuábamos hablando yo mismo le rompería las piernas de una tacleada.
—¿Qué sabes de ella? —Habló de nuevo. —¿Qué vamos a hacer?
—Nada. —Me limite a decir.
—Tú tienes un plan, pero no me lo vas a decir porque sabes que puedo hacer uno mucho mejor. —Habló con hegemonía desde el asiento del copiloto.
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The Burning Butterfly
أدب المراهقينLa vida de le había arrebatado algo de sus manos, algo que no volvería jamás. Pelear por todo lo que ella quería era una batalla diaria, pero proteger a su familia siempre había sido la prioridad. La tormenta comienza cuando en su mente lo único que...