III

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Deberías resolverlo

Zakharov

Llevaba algunos minutos viendo las prácticas del equipo. El entrenador Hardman tenía una cara tan larga que solo estaba esperando a que los mismos jugadores corrompieran su cordura para que este explotara, eso les tomaría alrededor de una o dos jugadas más.

La forma en que su mariscal de campo corría por a través de la bolsa era ridícula. Todos parecían perdidos y sin una idea a qué lado del campo correr, incluso uno corrió para el lado incorrecto cuando interceptó el balón.

—El equipo es pésimo, ¿no? —Habló alguien a mi izquierda. —Hardman se va a volver loco un día de estos si esos chicos siguen jugando así para cuando empiece la temporada.

«Reggie.»

Me levanté en menos de un segundo de mi lugar y lo abracé. —Reginald Watkins te odio tanto. —Dije con la cabeza aún enterrada en su hombro. Me separé un segundo para verlo de frente. Sinceramente se veía mejor de lo que recordaba, aún recuerdo verlo casi diariamente con marcas y moretones por toda la cara, era más delgado y ahora era la mejor versión de sí mismo, brillaba.

Le propicie un golpe en el brazo lo suficientemente fuerte para que le doliera. —¡Te extrañe tanto!

—Fue mi error no haberte buscado antes, sabes que no eres fácil de encontrar. —Sonrió y le devolví el gesto. —¿Soy yo o viniste a hablar con el coach Hardman? —Preguntó. Jamás comprendería a ciencia exacta como aquel chico me conocía mejor que yo misma.

Suspire por lo alto. —Será imposible, conoces a Hardman tanto como yo y ambos sabemos que no me dejará jugar para el equipo.

Era bien sabido que el football americano en la universidad de Chicago era un deporte dominado por los hombres, extrañamente Dante me había extendido de una manera tan segura aquel folleto, como si estuviera tan seguro de que me aceptarían aquí.

—Habla con él. —Opinó el moreno a mi lado. —El "no" ya lo tienes así que no pierdas esta oportunidad solo porque tú crees eso.

Asentí.

Había oscurecido casi por completo, el cielo aún se veía rojizo, pero ya no brillaba con la misma intensidad que antes. Salimos de las gradas; caminamos por el campo y mientras más nos acercábamos a él un nerviosismo crecía en mi cabeza como un globo. Aplastaba mi cerebro.

—Tú puedes. —Dijo Reggie haciendo un ademán con los abrazos, se detuvo en su lugar.

Continué caminando hasta estar a sus espaldas. Respire hondo. —¿Coach Hardman? —Pregunté llamando su atención.

Cuando esté se dio la vuelta frunció el ceño. —Ese mismo. —Habló.

Sus brazos se cruzaron sobre su pecho y sentía que me ahogaba en los pensamientos. —Mucho gusto, soy Iris Zakharov. —Extendí mi mano y erguí la espalda.

Ocultaba mis miedos y plantaba la mirada adelante, una sonrisa a punto, justo como Marcus diría:

"Nunca les des motivos a nadie para hacerte ver pequeña."

Abrió los ojos de manera agigantada. —Iris... —El asombró era evidente. Le tomo un segundo, pero finalmente estrecho mi mano con cierta calidez y se le formó una genuina sonrisa en el rostro, lo suficiente para que se le marcarán las arrugas en las comisuras de los ojos. —El gusto es mío, ¡Hace años que no te veo! Si mal no recuerdo fue más o menos cuando tú tenías como siete. —Aseguró y volvió sus manos a las caderas.

—En aquella parrillada, ¿no es así? Podría jurar que lo recuerdo, usted y mi padre cocinaron las mejores hamburguesas que he probado. —Narré con una nostálgica sonrisa en labios.

The Burning ButterflyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora