I: Pájaro que sobrevuelas el cielo

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- ¡No soy tu hijo, menos tu hermano menor!- Un adolescente me gritaba aquello por alguna razón. No parecía para nada contento, a pesar de que no podía divisar bien su rostro, sabia que estaba enfadado.

...

-¡Lucha!¡Tienes que luchar! Si no luchas, morirás. Si ganas, sobrevivirás, ¡No puedes ganar si no luchas!- Un pequeño niño era levantado por los aires, para acto seguido ser ahorcado. A pesar de estar en sus últimos momentos no paraba de repetir aquello.

...

"Ven, vamos a casa, a nuestra casa"- Ese mismo niño me tomaba de la mano, la cual mantenía escondido dentro de aquel abrigo. De alguna manera esa simple frase me daba tanto aliento para vivir.

...

"Al otro lado de las murallas, está el océano. Y al otro lado del océano... está la libertad. Eso es lo que siempre creí... pero estaba equivocado. Son enemigos los que están al otro lado del océano. Es exactamente como lo vi en los recuerdos de mi padre... ¿Verdad? Esos enemigos al otro lado de aquí... si los matamos a todos, ¿Significa que... " - Un océano, dos jóvenes más aparte de mi, posicionados a mi lado, uno de ellos señalando a la nada, mientras murmuraba algo inentendible.

...

Y de repente solo podía ver oscuridad, oscuridad y mas oscuridad. Al abrir mis ojos, sentí una fuerte opresión en mi pecho, producto de aquel sueño tan extraño. Cuando pude relajarme, me percate que el amanecer estaba en todo su esplendor. Sin preocuparme demasiado, decidí que era hora de comenzar con mi rutina.

Acomode mi cama, me cepille mi cabello y me cambie a mi uniforme de trabajo. Una vez lista me dirigí a la cocina, no tenia demasiada hambre pero mi tía me obligaba a desayunar algo.

-Buenos días Yui- Aquella voz me sorprendió, por lo que di un pequeño salto, ocasionando unas cuantas risas de aquella mujer- ¿Seguimos dormidas?

-Para nada, creía que estaban todas dormidas tía- Me di la vuelta y le entregue un apetitoso durazno, su fruta preferida, por mi parte decidí comer una granada, lo hice lo mas rápido que pude, lo que menos deseaba era llegar tarde al trabajo- Me voy yendo tía

- Yui- Al volver a nombrarme deje a un lado lo que estaba haciendo para prestarle la debida atención- Ten cuidado en la calle - Dejo a un lado el periódico y me miro con mucha seriedad- Escuche que hay unos hombres peligrosos secuestrando muchachas lindas para el trafico negro.

-No te preocupes, intentare volver lo mas rápido que pueda- Emboce una sonrisa y cambie de tema- ¿Necesitas algo en el mercado?

-Huevos y 2 paquetes de harina

-¡Bien! yo los traigo ¡Nos vemos!

-Hasta en un rato cariño

Salí de mi casa y me encamine por aquellas calles de Trost, la paz invadía en aquella ciudad, podía escuchar los cantitos de los pájaros, un buen olor a delicias comestibles, niños correteando por aquellas angostas calles, mujeres en pequeños grupos platicando de algún chusmerio, mientras que los hombres trabajan en el mercado o el campo.

¿Peligro? Eso no existía acá, no había necesidad de robar ya que había suficiente trabajo para los ciudadanos de Trost, no nos sobraba los alimentos pero nos alcanzaba para subsistir, aparte que estaba la milicia, la cual velaba por la defensa de su pueblo.

¿Trata de blancas? No había escuchado nada de eso en estos últimos tiempos, pero no era como si fuera a hacer oído sordo, tomaría la cautela necesaria, lo cual constaba de caminar por las calles mas habitadas, no quedarme hasta tarde en el trabajo, comunicar a algún soldado si notaba algún sospechoso, entre otras de las precauciones que la tía me había comunicado hacia un tiempo atrás.

Un día de suerte en febreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora