VIII: Replantear

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El chirrido de la tetera me comunica que ya esta lista el agua. La tomo en mis manos para verter lentamente el agua hirviendo sobre la taza. No la lleno completa, hacia falta la leche tibia y una cucharada de miel.

Las tostadas estaban casi listas, solo unos segundos más para que estén perfectas. Mientras espero, preparó un recipiente con una fresca mermelada.

Una vez que finalizó de preparar aquel desayuno, acomodo todo en una bandeja y salgo hacia la sala. Allá me espera un hombre adinerado, quien todos los días llega temprano por su acostumbrado desayuno.

Lo observo detenidamente. No es como todos los sujetos aquí en Paradis, tiene rasgos que lo diferencian del resto. Su estatura no es muy alta, sus ojos son más pequeños como alargados, los cuales parecen encontrarse en un permanente estado de calma y serenidad. Su dialecto es ligeramente distinto. Era como si perteneciera a otro lugar. 

El hombre al verme aún parada a su lado, me brinda una pequeña sonrisa, la cual le correspondo con un poco de vergüenza, para posteriormente retirarme y posicionarme en la barra, esperando la llegada de nuevos clientes. Miro por las ventanillas la resplandeciente mañana, escucho el cantar de las avecillas, veo a los pequeños jugando entre ellos, acompañados de sus madres, aspiro el buen aroma de un delicioso Bratkartoffeln.

Mientras espero que mi turno acabe, mi mente vaga por algunos recuerdos de estos últimos tiempos. Habia pasado por mucho, desde el reencuentro con un viejo amigo hasta el desmoronamiento de mi pacifica vida. Aún así, no me arrepentía. Gracias a mis últimas vivencias, había podido recuperar algunos de mis tantos recuerdos que deje en lo recóndito de mi ser. 

Pero había cosas que aún no podía resolver. Una de ellas, eran aquellas cartas que mes a mes me llegaban de un remitente que no llegaba a recordar. ¿Quien podía ser tan insistente de enviarme mensualmente un escrito que jamas tenia una respuesta? Seguramente alguien que no se rendiría tan fácilmente.

En mi último escrito para Armin le había comentado de aquellas cartas. El, por su parte, me había prometido descifrar el significado de las mismas. Por ello, últimamente le entregaba algunas cartas de esta persona a el, por medio de Louise. Aunque ella seguía sin inspirarme demasiada confianza pero entre ella o Floch, elegía por mil a la susodicha.

Hoy nos reencontraríamos y me entregaría mis cartas con su significado. Estaba más que emocionada, por fin sabría que era lo que plasmaban dichas hojas.

Una mano me desorbito, recordándome que aún estoy en el trabajo. Era Caroline, quien frota con delicadeza mi cabeza para luego comunicarme que debemos cambiar de puesto. Me entrega su mandil, yo simplemente lo tomó, para luego encaminarme a la cocina.

Tarareo una nana, mientras preparo los platillos del mediodía. Hoy es un día calmado, así que no me preocupo demasiado. Agradezco que es lunes. Recién comienza la semana. Para mi fortuna, el mediodía llega más rápido de lo que creó. Mi turno acaba. Solo le doy la ultima ojeada a la comida, para finalmente cambiarme a mi ropa habitual.

Salgo afuera. Por ser las doce, es un mundo de gente, yendo y viniendo, de acá para allá. Yo solo me encamino hacia casa, haciendo una parada a seis cuadras antes. Pasan los minutos, me desespero y cuando comienzo a caminar los primeros pasos, escucho su voz. 

No esta sola, viene acompañada. Nuestras miradas cruzan por un leve segundos, veo su incomodidad por mi persona, pero lo ignoró, prestando atención solo a ella, quien rápidamente me entrega un sobre, en donde imaginó que están aquellos sobres de mi remitente secreto.

-El espera ansioso tu visita- Antes de irse, pronuncia aquello. Se por quien lo dice, pero aún no siento las fuerzas de enfrentarlo. Solo le sonrió levemente, para luego retirarme pero nuevamente habla- Recuerda que no tiene tanto tiempo como tu crees- Paro en seco- Cuando quieras verlo, ya será tarde.

Un día de suerte en febreroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora