Jonathan se despertó al oír el sonido de la puerta abrirse. Al principio pensó que se trataba de su ayuda de cámara, pero al notar que la persona en cuestión llevaba un camisón y se metía en su cama, supo que la causante era una mujer.
El conde lanzó un largo suspiro girándose para encararla y pedirle que se marchará, pero cuando la vió, las palabras lo abandonaron.
Reconocería ese rebelde cabello castaño en donde sea y si eso no era suficiente, ese olor a rosas le hacía pensar en todas las veces que la muy cínica se dormía entre sus brazos.Lady Alicia estaba en su cama y él quería creer que seguía soñando.
Tal vez el whisky que bebió antes de acostarse afectó su subconsciente e hizo que lo imaginara, pero algo le decía que era real. Esa descarada se había superado a sí misma.Lo peor es que buscaba huir de las consecuencias, cerrando los ojos y finjiendo estar dormida o al menos eso pensó él hasta que una simple palabra, le demostró que la mujer había enloquecido.
—Béseme.—pidió aunque por el tono arrogante que usó, parecía más una orden que una petición.
Jonathan gruñó ¿Quién se creía esa mujer y qué rayos estaba haciendo en su habitación? ¿Cómo diablos llegó allí?
Las preguntas eran tantas que al final no pudo articular ninguna y mucho menos impedir que la dama se acercará más a él. Sigilosa como la pequeña víbora de cascabel que era serpenteó debajo de las sábanas hasta tomar su mejilla y conseguir su objetivo.
Cuando sus suaves labios rozaron los suyos, él supo no por primera vez desde que la conoció que estaba en problemas.El beso inició un poco lento para el gusto de Alicia.
La dama esperaba que con el pequeño empujón que acababa de darle, el caballero tomará el control como solía hacerlo. Los besos de Lord Miller eran así, simples y aburridos, sin esa extraña “chispa” que describían los libros de Beatrice o quizá tal cosa en realidad no existía.Esta noche sin embargo algo cambió aunque ella no sabía definir el qué, tal vez se debía a que no se encontró con el aburrido control que el marqués ejercía sobre su boca, sino con la libertad de experimentar a su gusto y dejarse llevar. Esa libertad para que sus labios y su lengua juguetearan con los del caballero en un intenso beso que amenazó con consumir todo el aire que tenía.
Alicia había rodeado el cuello del caballero con sus brazos mientras sentía como él colocaba sus manos en su cintura. Lo que ella no sabía es que lo que su acompañante intentaba era alejarla aunque en ese momento obtuviera el efecto contrario.
Concentrados cada uno en lo suyo, ninguno notó el sonido de la puerta abrirse y la entrada impertinente de las matronas, hasta que el grito ahogado de una de ellas les hizo reaccionar.
—Carrick.—jadeó Alicia cuando abrió los ojos y se encontró con la mirada molesta del caballero junto con el rostro perplejo de su madre; la temible confirmación de que no era al marqués a quien había estado besando, sino al peor hombre posible, su rival en muchos aspectos, el conde de Wester.
Durante los siguientes minutos un silencio sepulcral se instaló en toda la estancia, mientras las mujeres los observaban sin saber por dónde empezar, con seguridad imaginando una serie de escenas pecaminosas, totalmente alejadas de la realidad.
Si Alicia pudiera describir con una sola palabra está situación, sería "incomoda". Un momento que quería creer que era parte de una pesadilla.
—Milord, esperó que sea consciente de la gravedad de la situación y de sus consecuencias.—su madre poso su mirada en el conde, Carrick con fastidio asintió.—Lo estaré esperando en dos días en mi residencia para concretar la boda. Mi esposo volverá mañana mismo.—sentenció la marquesa, mientras los retaba con la mirada a oponerse.
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Apostando Por Tu Amor
Historical FictionSegunda historia de la Saga Londres de Cabeza. Advertencia: Para entender mejor está historia es recomendable leer la primera. Los Murgot son una familia bastante grande compuesta por cinco hermanos. Un caballero y cuatro hermosas damas. Alicia Mur...