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Alicia abrió la boca y la cerró repetidamente totalmente aturdida.

—Aquí no hay nadie.—le respondió la otra voz femenina.—Debió ser tu imaginación tía Amanda.

La dama hizo un intento de sacar su cabeza para observar de quien se trataba, pero el caballero afianzó su agarre en su cintura evitando que se moviera. De espaldas a él, solo podía sentir el sonido de su respiración en la nuca.

—Mi imaginación o no, espero que no nos este avergonzando.

—Él jamás haría eso, lo conoces tía Amanda.

—¿Lo conozco?.—la voz de la mujer mayor estaba marcada por la incredulidad.—Conozco a mucha gente querida, pero él no es uno de ellos.

Alicia giró su rostro buscando la mirada del absurdo conde que los había obligado a esconderse, pero lo que halló en ella no le gusto para nada. Sus ojos verdes parecían querer derretir la estantería con solo mirarla y su cuerpo se aferraba al suyo como si de alguna forma ella le pudiera brindar estabilidad.
La dama no pudo evitar sentirse incómoda y molesta por su cercanía. Primero le arruinaba su cita con su querido marqués y ahora los ponía en una situación comprometedora.

Si por alguna extraña razón aquellas damas chismosas se interesaban por la estantería de libros a sus espaldas. Ellos tendrían más de una explicación que dar.

¿Por qué un caballero la abrasaba de esa forma tan poca decorosa? o mucho mejor...¿Por qué estaban solos en esta habitación en lugar de hallarse en compañía de medio londres en el salón?

Afortunadamente las mujeres fueron cautas y desaparecieron tan rápido como llegaron. Cuando lo hicieron Alicia se zafó de su agarre conservando una prudente distancia con él.

—Se puede saber porqué hizo eso, milord.

—Solo precautele nuestra reputación, milady.

—¿Nuestra reputación?.—bufó cansina.—Ni siquiera estábamos haciendo nada malo, solo hablábamos. Al menos que...—achicó los ojos con indignación.—No quería que a usted, un caballero con una reputación intachable, lo encontraran con una descarriada como yo ¿verdad?

—Por supuesto que no.—gruñó.

—Entonces porqué nos escondimos.—increpó alzando la voz con más fuerza de la que pretendía.

—Tuve mis razones, milady.—el conde apretó los dientes en un gesto severo que pretendía decirle que se detuviera con las preguntas.

—Las escuchó.

Jonathan no respondió y Alicia sintió una pequeña punzada en el pecho que ella asoció a la molestia que sentía.

—Deberíamos volver al salón.—sugirió la dama sin dar lugar a réplica.

Ambos regresaron en completo silencio asegurándose de separarse para que nadie los asociará con una pareja.

Es lo mejor, pensó Alicia convencida de que era preferible que el único rumor que circule de ella sean sus aventuras amorosas con Lord Grafton y no sus momentos a solas con el conde.

Ya empezaba a espantar un poco a las nobles más recatadas de Londres como para adjudicarse de a gratis el apodo de “ligera”. Ella no estaba interesada en probar los encantos de otros nobles, solo de su “presa” a la que cuidadosamente había elegido, luego de analizar con rigurosidad los estados de cuenta de varios nobles solteros que cumplían con sus exigentes requisitos.
Entre los que figuraba ser agraciado, no sobrepasar los cuarenta años y tener una buena dosis de dinero que compartir con su amada esposa.

Lord Grafton cumplía con los requisitos y más, por eso era el candidato ideal para ella. Alicia nunca se iba a ciegas en un negocio y mucho menos en su matrimonio que definiría para siempre su vida, así que sin importar qué, conseguiría su objetivo.

***

El carruaje se alejaba de la residencia de los duques de Nortfolk mientras las tres damas observaban la oscuridad de la noche que se perfilaba desde la ventana.

—Beatrice puedes dejar ese libro. Te quedarás ciega si sigues ojeándolo en la oscuridad.—ordenó la marquesa de Somerset a su hija, quien levantó a penas la vista para mirarla.

—No pude acabarlo en el salón.—se defendió la acusada.

—No se supone que leas en el salón.—replicó Bernadeth en un tono monótono.—Asistimos a las veladas con el objetivo de encontrar un buen esposo para tí y tu hermana, no para que te la pases leyendo un libro.

—Lo sé madre, pero si ningún caballero quiere bailar conmigo no puedo obligarlos.—profirió con diligencia cerrando su tesoro más preciado.

—Con mucho más razón tienes que intentarlo.—insistió la marquesa severa.—Solo mirá a tu hermana.—Bernadeth señaló a Alicia llamando la atención de la dama, quien hasta entonces se hallaba ajena a la conversación.—Ambas tienen el mismo físico y obviamente la misma inteligencia, pero mientras tu hermana ha conseguido lucirse en sociedad, tu apenas compartes un baile o dos con algún caballero. No sé qué te está pasando Beatrice.

—En primer lugar no tenemos el mismo físico madre.—gruñó la aludida.—Alicia es mucho más delgada que yo y aunque en la inteligencia no te la discuto, mi hermana.—la señaló.—es una excelente bailarina mientras yo apenas puedo moverme sin tropesarme con el pie de algún caballero. ¡Cuántas más razones necesitas madre!

Alicia observó con fijeza a su gemela quien volvió a ocultar su mirada en su libro, ignorando el gesto de disgusto de la marquesa. A ella nunca le hizo gracia que su madre las comparará, porque Beatrice siempre se las ingeniaba para encontrarse defectos inexistentes. Una patética escusa para no ser requerida por los caballeros.

A casi cinco meses de su presentación, su gemela retrocedía en percepción frente a los nobles en lugar de avanzar. En solidaridad a ella, Alicia había dejado de bailar con los cretinos que la habían criticado duramente, aunque eso no afectará en absoluto a que siguiera siendo bastante requerida en los bailes. Cosa que no podía obviar con tanta facilidad y que a Beatrice no parecía importarle mientras tuviera un libro en sus manos y encontrará un buen refugio dónde dejar a su lector interno fantasear con los perfectos hombres salidos de las mentes de audaces escritores.

Mientras ella le comentaba velada tras velada sus avances con el marqués, Beatrice le relataba con lujo de detalles lo que se sentía ser besada y amada en la fantasía.
Su hermana pensaba que todos los caballeros eran unos sapos en lugar de príncipes y que ella esperaría pacientemente que el hombre indicado apareciera.

Alicia no compartía esa idea, para ella el esfuerzo era necesario si se deseaba alcanzar algo. Su hermana no opinaba igual y por eso se la pasaba todas las veladas escondida detrás de alguna columna o en los peldaños de una escalera leyendo alguna de sus famosas novelas, en lugar de convivir en los salones. Alimentada por la fantástica idea de que en algún momento un caballero se fijaría en su presencia y en lugar de invitarla a bailar se sentaría a su lado, a leer con ella.

Eso nunca iba a pasar, pero Beatrice seguía empeñada en devorar libros en todas las veladas a las que asistían y ni ella ni su madre podían hacerle cambiar de opinión.

La dama lanzó un pequeño suspiro acomodándose en el asiento mientras centraba su mirada en la oscuridad de la noche. Esta semana tenía varios compromisos que atender, pero muy pronto volvería al bar que usualmente frecuentaba en compañía de Lord Perfecto, el intachable caballero que solía “evitar” que se metiera en problemas.

***
Para los que ya lo saben y para los que no porque veo algunas lectoras confundidas.
La historia tuvo un problema en Wattpad hace algunas semanas y la estoy trayendo de vuelta.

La trama NO cambiará, todo sigue igual, simplemente si leen algo extra, son las escenas que comenté que pertenecían a mis reservas para la edición.

Apostando Por Tu AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora