La cena pasó tranquila, hablamos de muchas cosas, reímos tanto que nos miraban los que teníamos a nuestro alrededor, contamos cosas sobre nosotros y nuestra infancia, cosas que nadie más sabía pero confiamos al otro. Ha sido una cena inolvidable.
Salimos del restaurante y fuimos al lugar donde estaba mi coche aparcado, tenemos que volver a casa para que él coja su coche.
-Entonces que yo me entere, ¿te apartaste de la música por un tío que era un poco, bastante, idiota?
-Ajá, correcto. Y porque sabía que no podría vivir de ello.
-Y ahora ¿qué haces? Digo, ¿estudias o trabajas?
-Sí, me paré este año pero quiero continuar con algo de audiovisuales—me miró interrogado—a ver, querer no quiero, pero es lo que hay cerca y me llama la atención.
-¿Es que eres tonto, ¿sabes lo que puedes llegar a transmitir nada más abrir la boca? O si con tu voz haces que a la gente le llegue más a fondo el mensaje de la canción. O simplemente, ¿sabes qué te vas a pegar un palizón haciendo algo que no te gusta por no arriesgarte?
-Claro que lo sé, lo último. Lo llevo pensando desde que miré que carreras había cerca de aquí. Me dije y me digo tírate a la piscina, arriésgate pero no puedo, tampoco sé si quiero un futuro que no sé que me depara y-
-Y un futuro haciendo lo que de verdad te gusta—continuó por mí.
-Tengo miedo a repetir la misma historia y no salir del bucle en el que entré hace tiempo.
-Te criticarán, pero más seguro estoy de que habrá gente que hará lo que fuese por escucharte cantar, por verte en un escenario. Y es que te prometo, que el primero en ir a un concierto tuyo, de comprarte tu disco y single, sería yo—le agarré del brazo parándonos en mitad de la acera, mirándonos a los ojos y contando con ellos—te lo prometo—le di la mano y lo acerqué a mí fundiéndonos en un abrazo que ninguno querría olvidar o frenar.
Cada abrazo con él era único, especial. Era el sentirte acompañado cuando no tienes a nadie, el sentir cada pedacito de ti recolocarse desde el suelo a donde nunca se tuvieron que mover, era escuchar los latidos del contrario y querer que él escuche los tuyos para saber lo que provoca en ti. Era sentirte nuevo.
Nos separamos y aún dados de la mano, mirando al frente, callados, fuimos a buscar mi coche para irnos a mi casa.
Las 00:00, pita el reloj digital de mi mano izquierda.
Entramos a mi coche y lo arranco.
En el trayecto le dejo que cambie la radio un número incontable de veces, acababa una canción y se iba de emisora, así todo el trayecto. Era adorable, cada vez que cambiaba se disculpaba y yo le respondía con una risa floja o negando con la cabeza.
Llegamos y aparqué dentro del garage. Salimos del coche. Le acompaño a la puerta.
Otro abrazo y, otra vez, luchando contra el sentimiento de siempre y el no querernos separar del otro.
-Podría acostumbrarme a tus abrazos de despedida, pero más frecuentes.
-Solo si los pides o lo necesitas o simplemente lo quieres—besa mi cabeza.
-Quizá no tenga que decirlo, pero algún día no nos tendremos que despedir —mi corazón, ayuda. Send help.
-Ojalá—le beso el hombro y poco a poco nos separamos.
-Adiós, rubio.
-Adiós, canario. Te odio.
-Yo más.