Prólogo

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Mucha gente solía decirme que tenía esta rara característica de mirar a la gente muy intensamente, como si estuviera succionando un fideo de spaghetti, o como si escarbara con mis propias manos un gigantesco pozo en la tierra con todas mis fuerzas, lo cual provocaba que cuando yo viera a todo el mundo a los ojos mientras les hablaba o escuchaba, los hacía sentir bastante incómodos, agotados, succionados...como si los estuviera lastimando, pero en realidad solo se trataba de una de las acciones más comunes del ser humano al socializar.

A nadie nunca le había gustado aquel aspecto de mí, de manera específica. Mi mamá decía que era porque sentían que veía su alma y su corazón, y algo tan personal no debería ser expuesto así como si fuera una pintura en un museo, sino cuidado y atesorado, como un buen libro o una preciosa prenda.

Por eso desde chiquita cuando conversaba con la gente evitaba el contacto visual a toda costa, pero aún así seguía concentrada en la conversación que estaba teniendo con ella. Era común que, a lo largo de toda mi vida, las personas que recién me estaban conociendo, me preguntaran porqué no los miraba siquiera un segundo a los ojos cuando ellos me hablaban o escuchaban, y viceversa. Siempre les terminaba respondiendo que era porque miraba a la gente de una manera muy grotesca, la cual, resultaba ser siempre fastidiosa e incómoda para los demás.

Algunos se reían después de decirles aquello, como si les estuviera diciendo ya fuera una buena o mala broma, otros solo se quedaban mirándome incrédulos ó confusos ó de mala gana, como si les estuviera mintiendo o diciéndoles algo que no tenía sentido.

De cualquier forma que fuera, en ninguna de las cuatro que había terminaban creyéndome, así que les decía que lo decía en serio y como prueba me quedaba mirándolos a los ojos por primera vez. Lo que siempre venía después de eso era que la gente solía asentir con entendimiento ó dejaban escapar un "Wow" ó solamente abrían la boca con asombro e impacto sin decir ni una palabra, haciendo la cabeza hacia atrás. Y al final siempre era el mismo resultado: con una mezcla de vergüenza y disculpa me pedían que si podía no volver a mirarlos nunca jamás.

Resoplaba con una amargura muy ligera y tras una sacudida del cuerpo, les seguía hablando con un diminuto fastidio por no creerme a la primera lo que les había dicho, además de que a ellos tampoco les había gustado mi mirada. Pero ese era un sentimiento—El cual ya estaba acostumbrada a sentir—que se me lograba pasar con los minutos, y luego todo volvía a la normalidad, sin resentimiento alguno.

Honestamente, no era como si mis ojos fueran feos. Al contrario, mis ojos eran de un color verde muy intenso, con una capa algo delgada de un café amarillento y muy luminoso alrededor de la pupila, luego a este color le seguía el verde claro y finalmente una rigurosa línea de un verde muy fuerte que recorría todo el círculo de ambos iris.

Aún así, a pesar de lo hermosos que eran, nadie, absolutamente nadie, gozaba de vérmelos mientras mantenía o no una conversación conmigo.

Ni siquiera mi papá o mi mamá, o mi propia gemela, Clara—Quien me diferenciaba a mí físicamente por sorprendentemente tener los ojos de un azul brillante, y no tener mi rara característica de observar a la gente de esa manera—, y mucho menos el resto de mi familia. O mi mejor amiga, mis demás amigos, compañeros, maestros, y la cantidad restante de la población de la ciudad de Monterrey, México.

Y, nunca entendí muy bien el porqué.

Pero, aún con la duda, con el paso del tiempo, di por hecho que únicamente solo lograrían ser hermosos para mí y para Dios durante toda mi vida. Y no para nadie más.

Sin embargo, a mis quince años, cuando lo vi, cuando él me vió a mí y, por primera vez, en toda mi vida, él, una persona, no quiso apartar sus ojos de mí, logró transmitirme, con cada gesto, sonido, y movimiento de cada fracción que su rostro tuvo en aproximadamente cinco segundos, que le gustaban mis ojos. Y a mí me gustaban los suyos.

***

Hola. ¿Cómo estás? Espero que bien.

También espero que te haya gustado el prólogo. Gracias por haberlo leído, por haber picado el botón de "leer", muchas gracias.

Por cierto, para los que se les haya dificultado imaginar la apariencia exacta, por así decirlo, de los ojos de la chica, la que narra y protagonista esta historia, aquí les dejo una foto de cómo, dentro de mi imaginación, lucen sus ojos:

Por cierto, para los que se les haya dificultado imaginar la apariencia exacta, por así decirlo, de los ojos de la chica, la que narra y protagonista esta historia, aquí les dejo una foto de cómo, dentro de mi imaginación, lucen sus ojos:

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Que tengas un bonito día/una bonita tarde/noche.

Besos 😘.

Con amor, Lorienne.

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