Capítulo Tres

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Con la respiración agitada lancé un grito de emoción el cual fue acompañado por una ruidosa risa nerviosa que invadió toda la habitación.

Me sentía tan emocionada.

—¿Y qué fue lo qué pasó ahora, Belén? Dilo rápido, que estoy estudiando y tú tienes que comer y darte un buen baño, porque apestas. Aparte de que estás mojando mi cama de tanto sudor que tienes en todas partes, por lo que porfa sube a la litera de arriba, que esa sí es la tuya—Dijo Clara tranquilamente mientras daba medios giros en la silla de ruedas de su escritorio y no despegaba la mirada del libro que tenía en sus manos.

Así que eso hice, me senté en la cama de arriba y di un fuerte suspiro.

—No te vas a creer lo qué...me pasó, Clara, en serio. No te lo vas a creer.

—Ponme aprueba y dime, si es tan, pero tan importante que hace que te emociones tanto, pero que sea rápido, por favor—Dijo poniendo su libro en el escritorio y volteándome a ver con atención.

Le expliqué todo, absolutamente todo, a través de risas, estruendosas carcajadas, gritos, expresiones exageradas, emoción y felicidad.

—Así que me recogerá mañana, a las 7:00 en punto, esperando por la puerta del departamento. Y solo te pido, Clara, que por favor, no le digas a nadie de esto; De lo qué pasó, de lo que haré mañana, todo. Es un secreto. Eres la única que sabe de esto, por lo que por favor no le digas a Margot o a Pía, ni a tus amigos y amigas, mucho menos a papá o a mamá, por favor. Te lo pido.

—De acuerdo. Ni una palabra. Pero si alguien más sin necesidad de que yo le cuente se entera de tu secreto y te metes en problemas no me vayas a culpar a mí, ni a enojar conmigo. No le diré nada a nadie.

—¿Eso es una promesa?

—No, es un pacto.

Me sentía tan liberada al terminar de contar todo lo que me había pasado gracias al hecho de que Clara era la primera persona que sabía sobre el chico de los ojos cafés que sonreí grandemente y le di un fuerte abrazo, tomándola por sorpresa.

—Gracias, Clara. Te quiero tanto. Eres una de las mejores hermanas que alguien podría tener.

—Denada, yo igual te quiero. Tú no estás tan mal, tampoco, ¿Lo sabes, no?—Me contesto regresándome el abrazo.

Ambas lanzamos una pequeña risa mientras nos separábamos al momento en el que Pilar abrió la puerta de golpe, acercándose lentamente a Clara.

—Clara, clarita, hermanita. Mi hermanita favorita–Dijo cálidamente.

—¡Oye!—Dije fingiendo enojo mientras me cruzaba de brazos mientras iba a la cocina por mi plato de comida puesto en la mesa. Al regresar con él y un vaso de agua Margot aún seguía halagando a Clara.

—Mira, hermosa. Necesito tu ayuda en algo, linda—Dijo ignorándome al mismo tiempo en el que yo me sentaba en mi escritorio y empezaba a comer.

—Al parecer todos me necesitan hoy. Bueno, ¿Qué pasa, Pilar?

—Mira, mañana quiero que me hagas unas trenzas indias para ir con ellas a la escuela.

—¿Qué? ¿Las trenzas indias? Pero esas solo te las hago para ocasiones especiales como conciertos, fiestas, bailes, etcétera. ¿Qué tiene de importante el día de mañana? No entiendo.

—Te explico, cariño. Desde el primer día del ciclo escolar en mi generación entró un niño nuevo. Por mera casualidad nos tocó sentarnos juntos muchas veces a la hora de comer y por eso desde la primer semana nos volvimos muy buenos amigos. Hasta resulta que estamos juntos en muchas clases. Platicamos de casi todo. Mejor amigo no puedo imaginar. Y he aquí la situación es que, hasta esta mañana, no me había dado cuenta de que me gustaba, de que me gusta tanto, especialmente sus encantadores ojos cafés. Y pues, quiero verme muy linda mañana, solo para que él me vea. Aparte, tú no las haces feas y chuecas, como Belén.

Detrás de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora