Caja de cristal

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Tiempo después

Las cosas pueden cambiar. Había escuchado eso tantas veces, pero algo dentro de mi mente se negaba a que hubiera una mínima posibilidad de algún cambio en mí, simplemente ese pensamiento no se procesaba.

No permito a mi mente recordar quien era antes de llegar aquí, no le permito ser libre y divagar en mis recuerdos como lo hacía antes, ahora soy yo quien lleva el control, y creo que ahí estaba la solución, si alguna persona de mi pasado viera en lo que me he convertido creería en los milagros, y yo no podría explicarles que no es así, que el único milagro que puede existir en mi historia es que haya venido aquí, y que justo ahora este en mi graduación.

Los últimos cinco años me la he pasado con la cabeza metida entre libros de historia y literatura, jugando con mis recuerdos y permitiéndome volver a empezar, permitiendo que cualquier sentimiento golpee mi alma tan fuerte como se le apetezca, he sentido tanta nostalgia que no me permitía dormir, tanta alegría por pequeños momentos que me dejaban sin respiración.

Ahora parado aquí mientras todos son felicitados, incluso yo, la cara de orgullo de los que se volvieron mis fieles compañeros en los últimos años, es increíble; pero más lo es cuando recuerdas que ahora todo será diferente, que las cosas aquí ya acabaron, los grandes momentos de felicidad han acabado, mantener mi mente fuera de aquellos recuerdos a los que les cerraba la puerta con lo tan ocupado que estaba.

A lo lejos veo venir a la chica que se convirtió en algo más que mi vida junto a mis compañeros, felices, desearía que mis emociones pudieran llegar al límite a las que llegan las de ellos, pero no puedo es como si existiera una enorme caja tan frágil alrededor de mí, que si intento hacer un esfuerzo más, un movimiento brusco y todo caería de nuevo.

Cuando siento sus brazos alrededor de mí, y sus labios en mis labios, me doy cuenta que nada podrá arruinarlo ahora, que esto es más fuerte que todo, y mientras me pierdo en mis pensamientos tratando de convencerme que será así, siento una caricia en el hombro que si no he perdido mis instintos es una personas atrás de mí.

—Tanto tiempo, Tom. —había olvidado por completo su voz, o al menos así lo creía, y en un parpadear todo lo que había visto con color hasta hace unos segundos, vuelve a ser gris, mientras me giro para darle la cara al Padre Abel.

Sus ojos con los míos hacen a mi control fallar y todos los recuerdos que había evitado tanto ahora vuelven a estar aquí, mientras siento como los vidrios de mi pequeña caja construida con mentiras van cayendo.

—Buenas noches, Padre Abel.

EN MIS MANOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora