7. Estas bien.

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Alexander abre suevamente los ojos, una luz palpitante le ocasiona dificultad para abrirlos completamente, hace un esfuerzo y lo consigue.

A su lado esta una enferma de poca edad, cabello rojizo y piel blanca.

Alexander suspira y a su mente viene la imagen de una pulsera roja de gamuza trenzada.

-¡Anna!- Dice soltando un gritito.

La enfermera se acerca asustada, le toca la frente y le aprieta la mano derecha en señal de apoyo, compañía.

-¿Qué sucede? Estas muy angustiado, tranquilízate.

-Enfermera, ¿Cómo esta Anna?

-¿La muchacha que venía contigo en el accidente?- Cuestiona la enfermera acariciando su mano-.

-Sí, ella.-Dice entre suspiros-.

-Ella está bien, tal vez en un par de horas venga a visitarte.

Alexander frunce el ceño. La enfermera le sonríe y se va. El la observa dirigirse a la puerta, salir y perderse en la multitud.

Se lleva una mano al cabello y suspira.

Por su cabeza giran un sinfín de recuerdos que no puede comprender, <<¿Qué fue lo que ocurrió?>>

<<¿Qué hago aquí?>>

Confuso, cierra los ojos y deja que las lágrimas marquen y recorran su rostro. Desde sus pómulos, mejillas hasta más allá del cuello.

Se sentía tan indefenso, necesitaba que alguien le explicara con franqueza que había ocurrido.

No paraba de llorar, hasta quedarse dormido en su llanto.

Las horas empezaron a transcurrir.

El sonido del tick tack  del reloj estaba impacientando el sueño de Alexander, a su reacción comenzó a revolcarse en la camilla.

Algunas gotas de sudor escurrían de su frente.

Al despertar se llevó las manos al cabello y se sacudió un poco.

Podía recordar perfectamente lo que había ocurrido.

La chica de cabello rojizo puede está muriendo por su culpa, o al menos eso pensaba.

Tenía que verla,  y asegurarse de su estado de salud, si tan solo supiera en que habitación se encontraba.

Deseaba con todas sus fuerzas sentirla entre sus brazos, acariciar esa cabellera extremadamente lacia y rojiza, que te hace perderte por su brillo y su suavidad.

Quería encontrarla, observar sus hermosas pecas, tomarla entre sus brazos y hacerla sentirse protegida, y amada.

Deseaba ver su reflejo en aquellos ojos verdes cristalinos y sentirse especial en ellos por un momento mágico.

En fin, Alexander la quería a ella, entera... con vida, sana.... Feliz....

Observó su alrededor con detalle, y empezó a planear su escape, dirigió su mirada hacia arriba, necesitaba ayuda para llevar el móvil que tenía colgado  su suero.

Temeroso remoja sus labios, llevándose una mano a la cabeza.

Se levanta de la cama y comienza arrastrar el móvil.

Lenta y tranquilamente empieza a caminar, se siente débil pero eso no le impide seguir.

Al llegar a la puerta, esta se abre...

Alexander suelta un gritito, involuntariamente da un paso atrás.

Su rostro lleno de temor se torna alegre.

Anna, la chica de pecas y cabello rojizo esta delante de él.

Ella sonríe sorprendida al verlo de pie.

El reprime sus ganas de abrazarla.

Ella suelta una risita.

El la imita.

Y finalmente Alexander suelta palabra.

-Estas bien.

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