Novena parte

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Jennie sintió el cálido cuerpo de Lisa cerca del suyo, y se sintió cómoda; realmente cómoda, a decir verdad. Pensó que la combinación de vino y tres botellas de cerveza estaba surgiendo efecto en el cuerpo de Lisa, y ligeramente en el suyo también, pero no iba a quejarse.

—Pronto voy a comenzar a entrenar —dijo Lisa, mirando a Jennie—. ¿Te gustaría venir un día a verme?

—Claro —asintió Jennie, sonriente—. Te iré a ver a las regatas, también.

— ¿Sí?

—Claro. Con pompones y todo.

—Tonta...

Se mordió el labio y sonrió. Lisa continuaba mirándole, tratando de adivinar cada una de sus facciones en mitad de la noche.

—Pero, ¿de verdad vendrás a verme en las regatas?

—Si quieres que esté ahí, yo iré a verte. Pienso animarte en todo momento —Jennie se armó de valor y le pellizcó una mejilla, tal y como Lisa había hecho unas otras miles de veces—. Tal vez sin pompones, pero seguro que pondré todo mi empeño en desearte que ganes.

—Jen, eres una buena amiga —ella dijo con sinceridad, mirándole a los ojos—. Me alegra mucho haberte conocido y me alegra saber que tenemos todo un verano por delante para hacer de las nuestras.

Jennie se ruborizó y se acercó a ella intuitivamente, acurrucándose a su lado y cerrando los ojos cuando notaba su mejilla cerca del pecho de Lisa. Suspiró felizmente cuando notó como ella le abrazaba.

—Gracias por esta noche —musitó Jennie—. Gracias por escucharme.

Lisa besó el cabello de Jennie con cariño y jugó con sus mechones delicadamente con una mano mientras que con otra mano le acariciaba la espalda.

—Te lo he cantado antes, Jen. Voy a cuidar de ti. Tú necesitas que alguien cuide de ti y yo voy a hacerlo. Somos amigas, y eso es lo que hacen las amigas —susurró contra su cabello, oliendo su perfume y sintiéndose como en casa.

Jennie levantó la barbilla para enfrentar a Lisa con la mirada. Su barbilla se rozó contra la suya y las dos se observaron a través de las pestañas.

Jennie pudo sentir como su amiga sonreía de oreja a oreja, como siempre, y como su aliento estaba peligrosamente cerca de su piel. Sintió un escalofrío recorriendo por toda su espalda, como si fuera una sorpresa, y su estómago tenía un nudo que no lograba deshacer. «Mariposas», pensó Jennie. Era imposible matarlas teniendo a Lisa tan cerca de su piel, sin ganas de alejarse de ella.

Lisa paseó sus dedos por la espalda de su amiga, siendo consciente de lo que estaba haciendo. Tenía la necesidad de tenerle cerca, pero nunca era lo suficientemente cerca. Se mordió el labio mientras se miraban e inconscientemente acarició la punta de su nariz con la de su amiga.

Amiga.

Las amigas no hacen eso.

—Jennie —susurró—. Espero que no te estés quedando dormida.

—Eres tonta, Lisa. Tengo tu cara a unos escasos milímetros, ¿cómo esperas que me duerma?

— ¿Es que te molesta que esté a esa distancia?

—C-claro que no —titubeó.

Obvió el hecho de que le encantaba que Lisa estuviera tan cerca. Podía sentir sus pulsaciones acompasadas a las suyas, y su aliento a cerveza golpear su piel cada vez que le hablaba.

Lisa sonrió con satisfacción. Comenzó a jugar con uno de los mechones de la nuca de Jennie mientras se observaban la una a la otra con detenimiento.

—Oye, Jen.

— ¿Sí?

— ¿Has besado alguna vez a alguien?

—Pues... sí. A mi madre. En la mejilla. Todos los días. ¿Por qué?

La muchacha rio contagiosamente.

—No sé si te burlas de mí o es que eres muy ingenua —su tono era pícaro, cosa que no ayudó a matar las mariposas que Jennie tenía en su estómago—. Me refería a si alguna vez has besado a alguna chica —sonrió de la misma manera pícara.

—No... —negó con la cabeza, confesando casi avergonzada por no haber tenido aún su primer beso. Su primer beso real, ya que había tenido algunos con chicos, besos que le ayudaron a darse cuenta de que le gustaban las chicas.

— ¿No?

—Sólo me ha gustado una chica, Lisa, y dudo haberle interesado a alguna en mi instituto. Y si lo hice, me odiaba igualmente sólo para no salir del armario —cerró los ojos, encogiéndose de hombros.

—Cierto —Lisa levantó la barbilla de Jennie con sus dedos y sonrió—. No tienes por qué preocuparte. Las cosas, cuando menos te las esperas, son más divertidas...

— ¿A qué te re...?

No pudo acabar la frase. Los labios de Lisa estaban presionando los de Jennie. No reaccionó al principio cuando notó la cálida sensación de la piel de Lisa sobre la suya, pero luego se dejó llevar.

Notó como se deslizaban sobre los suyos con ternura, como en las películas, con una lentitud que conseguía parar el mundo. El corazón de Jennie rugía cual león, y parecía querer salir de su propia camisa.

Rodeó el cuello de Lisa con sus brazos y la atrajo hacia su cuerpo. No podía comprender por qué le había besado, no podía comprender qué era lo que le había pasado por su mente. Lisa tenía novio y, sin embargo, le estaba besando a ella. Era una locura; una dulce locura.

Lisa le incitó a entreabrir los labios. Le estaba besando de verdad y quería que Jennie experimentase realmente lo que significaba eso. Tímidamente, Jennie entreabrió los labios y le dio paso a la lengua de Lisa.

Cuando la notó, se estremeció. Sin embargo, era una sensación tan agradable que la aceptó. Por intuición, comenzó a jugar con su lengua lentamente. Su respiración era más agitada ahora, al igual que la de Lisa y no quería parar.

Jennie acarició la clavícula de Lisa, sintiendo lo increíblemente rígida que ella estaba. Los dedos de Lisa eran más intrépidos y le acariciaron los pechos con tranquilidad, vagaron por su abdomen poco después y Jennie se estremeció otra vez.

—Liz —Jennie susurró, exhalando un suspiro.

Incluso Jennie sabía que se estaban dejando llevar demasiado. Notó sus labios algo hinchados y su cuerpo entero estaba temblando. Le acababan de dar su primer beso y se había quedado, literalmente, sin aliento.

— ¿Sí, Jen?

Le podría haber pedido explicaciones, haberle dicho toda esa otra parte que no le contó cuando le confesó la verdad, como que la canción hablaba de ella o que prácticamente se había fijado en Lisa desde el primer momento en el que la vio. Sin embargo, Jennie se calló y negó con la cabeza.

—Nada..., creo que deberíamos dormir.

Lisa asintió con la cabeza.

—Buenas noches, Jennie. Gracias por dejar que me quede hoy.

«No, Lisa. Gracias a ti por esta noche tan mágica», se dijo Jennie a sí misma. En la realidad, ella estaba asintiendo con la cabeza, tratando de no perder la compostura.

—Buenas noches, Lisa. Gracias a ti por ser tan buena amiga.

Lisa pasó un brazo por la cintura de Jennie y le abrazó. Jennie decidió apoyar su cabeza en el pecho de Lisa y cerró los ojos, intentando dormir.

Intentando, porque su mente estaba demasiado ocupada. No podía dejar de pensar en lo que había pasado. Le daba miedo que Lisa no recordase nada, o que hubiera sido todo un sueño, o una broma pesada. Jennie estaba asustada, pero se obligó a sí misma a dormirse entre los brazos de Lisa por si no existía una próxima vez.

Hermoso pájaro de verano → jenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora