sin recuerdos

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#SinRecuerdos

Capítulo 5

� Pues te puedes meter en un lío si desobedeces sus órdenes.
� Si eso te hace feliz, a mí me da igual.
Se quedó mirándolo como si lo acabara de ver por vez primera. Por lo menos en aquella ocasión no tuvo la sensación de que su presencia le repelía. Era un buen comienzo.
� Prometo comerme todo lo que me traigan.
� ¿Quieres que alguien te acompañe a cenar? � le preguntó.
� ¿Alguien?
� Vivian está en la sala de espera, esperando a que venga Luciano. Va a traer cena para los tres. Pode¬mos cenar juntos, si quieres.
� Claro. Es una mujer encantadora.
� Sí lo es. ¿Quieres refrescarte un poco antes de que vengan?
� ¿Tan mal estoy? No me lo digas. Me lo puedo imaginar.
No se lo podía imaginar. Porque su belleza no des¬aparecía, aunque hubiera perdido la memoria.
� No, yo lo decía por si querías entretenerte en algo mientras venían. Las horas se te deben estar ha¬ciendo larguísimas.
� Así es � le respondió� . Gracias por ser tan cari¬ñoso. Voy a ir a cepillarme un poco el pelo.
Esteban sacó la bolsa de aseo de uno de los cajones y se la puso en la cama.
� Enseguida vengo.
Feliz por aquellos logros, dejó a Maria sola. Cuando llegó a la sala de espera, encontró a Luciano sentado en una silla de ruedas que Vivian había robado de una de las habitaciones vacías. Se levantó en cuanto vio a Esteban. Después le dio un abrazo.
� Ya sé lo que estás pasando, pero cuenta con no¬sotros.
Esteban los miró a los dos.
� Ya lo habéis hecho. Parece que a Maria le ha en¬cantado Viv y quiere que cenemos juntos, antes de que la lleve a ver al bebé.
� Entonces parece que tu idea ha funcionado.
Esteban asintió.
� Por el momento sí. Parece que el bebé es la llave para conquistarla de nuevo. Haré lo que sea necesa¬rio para que se venga a casa otra vez.
� Acabo de contárselo a Leonel � le dijo Vivian� . Se le ha ocurrido una idea que te va a contar más tarde. Iba a venir Gerardo, pero Leonel le ha en¬cargado que investigue quién es la madre del bebé. Si él no la puede encontrar, no la va a poder encontrar nadie.
Aparte de Leonel, Gerardo era el mejor investiga¬dor de la agencia.
� ¿Qué haría yo si no tuviera amigos como voso¬tros? � le agradeció Esteban.
Vivian se agarró de su brazo.
� Te lo mereces. Anda, vamos a ver a Maria � vol¬vió la cabeza y miró a su marido� . Venga, trae la co¬mida.
Luciano sonrió y los siguió.
Los tres entraron en la habitación. Esteban se sintió un poco más tranquilo que las veces que había entrado a verla él solo. Sin embargo, temía que en cualquier momento lo rechazara. Por esa razón dejó que Vivian llevara la conversación.
Fue una sorpresa agradable ver a su mujer leyendo la revista de detectives que él le había llevado con el correo. Se había cepillado el pelo y se había pintado los labios.
� Seguro que Leonel se pondría muy contento si se enterase de que estás poniéndote al día, antes de vol¬ver al trabajo � Vivian logró de nuevo que Maria sonriera� . ¿Maria? Este es Luciano, mi marido.
Maria puso la revista en la mesilla de noche y saludó a Luciano muy educadamente. No pareció reconocerlo.
Una auxiliar de clínica llevó una bandeja que puso en la cama para que Maria pudiera comer. Mientras Vivian la ayudaba a colocarse, Esteban y Luciano saca¬ron la comida de las bolsas. En cuestión de minutos todos estaban comiendo hamburguesas y patatas fri¬tas, a excepción de Maria, por supuesto.
� Mmm... huevos a la goldenrod. No sabía que ha¬bía un nuevo jefe de cocina en el hospital � comentó Luciano� . De haberlo sabido habría pedido que nos hi¬cieran también a nosotros lo mismo.
Maria sonrió de nuevo. Esteban se preguntó si en al¬gún momento él también podría evocar la misma res¬puesta en su esposa.
� El médico me ha dicho que tengo que llevar dieta blanda durante unos días.
Maria se comió todo lo que le habían puesto y se bebió también el té. Parecía que estaba ansiosa por ir cuanto antes a ver al bebé.
Parecía que se le habían pasado las náuseas que había sentido cuando la vio por primera vez. Porque de lo contrario no se habría podido comer toda aque¬lla comida. Físicamente, había mejorado mucho desde por la mañana.
Pero mentalmente...
¿Cómo podía ser que los boxeadores pudieran re¬cuperarse tan rápidamente, con tantos golpes que re¬cibían en la cabeza, y su mujer con tan solo una caída se le hubiera borrado todo su pasado?
No pudo terminarse la comida. Todo aquello era demasiado doloroso para él.
Mientras Vivian entretenía a Maria, enseñán¬dole las fotos de la boda en el álbum que había lle¬vado al hospital, Luciano empezó a recoger la mesa. Miró a Esteban con cara de compasión y le apretó el hom¬bro.
� Tu marido me ha dicho que te va a llevar a ver al bebé. ¿Te importa que te acompañemos hasta el as¬censor?
� Claro que no.
� ¿Quieres que te ayudemos a sentarte en la silla de ruedas?
� No, creo que podré yo sola.
� Entonces, esperaremos en el pasillo.
Los tres salieron de la habitación y la dejaron sola. Maria parecía tan frágil, que Esteban no quiso quedarse por si aquello le creaba tensión.
No habían hecho más que salir al pasillo, cuando vio que intentaba abrir la puerta. Esteban la ayudó a abrirla. Cuando salió por la puerta en la silla de rue¬das, Maria le dio las gracias sin mirarlo a los ojos.
Se había puesto una bata rosa de seda que él le ha¬bía llevado de casa. En los pies llevaba sus sandalias italianas favoritas.
� ¿Maria?
Tuvo que mirarlo. No parecía que lo hiciera con muchas ganas, pero como él era el medio para poder ver al bebé, no tuvo otra opción más que cooperar.
� ¿Sí?
� Te voy a llevar al ascensor. Si alguien pregunta algo, déjame que yo sea el que hable. ¿Vale?
� Sí.
� Muy bien, vamos.
Los cuatro se echaron a andar por el pasillo y se dirigieron hacia el ascensor. Pasaron por el puesto de enfermeras. Un par de enfermeras sonrieron y se ale¬graron al saber que Maria se había comido todo lo que le habían llevado.
Ella les devolvió la sonrisa, pero Esteban vio que tenía las manos apretadas en su regazo.
Hasta el momento, todo estaba saliendo bien.
Luciano y Vivian mantuvieron una conversación animada con ella. Parecía como si Maria se acordara de ellos.
Por suerte no había nadie en el ascensor. Esteban me¬tió la silla dentro.
Cuando las puertas se cerraron, Vivian dio unos golpecitos en el hombro de Maria.
� Iremos arriba contigo y después nos vamos a casa.

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