sin recurdos

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#SinRecuerdos

Capítulo final 2/2

Los ojos de Esteban ardieron de deseo.
� Me gusta oírte decir eso. No te puedes imaginar lo que me apetecía estar contigo así como estamos. Ven que te abrace.

Epílogo
� ¿CAMARADAS? � Gerardo se tomó muy en se¬rio el juego� . Antes de empezar, ¿os conté al¬guna vez cuando Angelica entró en la pelu¬quería en Grenoble?
� Eso está en Francia, por si no lo sabéis � aclaró Yuri.
� Quería que le lavaran el pelo y la peinaran y que¬ría impresionar a los franceses con su conocimiento del idioma. Así que abrió su diccionario de bolsillo y dijo en francés, «Bonjour, messieurs. Je voudrais un lavage, s'il vous plait».
Yuri empezó a partirse de risa. Y lo mismo Gerardo.
� Traducidlo, por favor � dijo Leonel� . No todos somos lingüistas como vosotros.
� Pues porque lavage es un enema.
Todos se pusieron a reír a carcajadas.
Esa era la primera fiesta a la que había ido Esteban con todos sus amigos y esposas desde el nacimiento de su hija, Estrella, hacía un mes. A pesar de estar divirtién¬dose estaba un poco incómodo porque las mujeres se habían ido por la comida y todavía no habían vuelto.
Durante aquel año Maria y él se habían hecho dos personas inseparables, incluso más unidos que antes de la amnesia.
Se sentía incómodo. Primero por el temor a que le ocurriera algo cuando estaba sola. Y segundo, porque hacía tres meses que no habían hecho el amor.
� Ya que estamos contando historias de nuestras mujeres � comentó Luciano� , la mía estaba espiando a una supuesta inválida para una compañía de seguros que no creía que estuviera discapacitada. Pero no po¬dían demostrarlo. Mientras Phil, uno de los agentes, se apostaba con una cámara, Vivian se puso de¬trás de la silla de ruedas de la mujer y fingió haberse tropezado. Nada grave, por supuesto. La mujer em¬pezó a gritar, se levantó de la silla y salió corriendo como una muchacha de veinte años. Phil grabó todo en un vídeo. La compañía de seguros le pagó el triple de lo que había pedido.
Esteban se empezó a reír a carcajadas. Mientras todos estaban intentando calmarse, Yuri le dijo a Leonel:
� Cuéntales la broma que le gastaste a Lupita.
� Me mataría si se entera de que os lo he contado.
� Anda, venga, que no se lo vamos a contar.
� Fue justo después de que nos casáramos. Lupy des¬cubrió que Yuri puso micrófonos ocultos en el coche de Lupita antes de casarse y así oía lo que hablaba de él. Así que se le ocurrió hacer lo mismo en el mío. Phil, desde la unidad móvil, vio por accidente el mi¬crófono en mi coche y me lo contó. Naturalmente no dejé escapar la ocasión para divertirme un poco. Lupita grabó una cinta con voz distinta, para que no se la reconociera, en la que parecía que estábamos teniendo una aventura. Cuando entré en el coche puse la cinta.
� ¿Cuánto tiempo estuvo sin hablarte tu mujer? � le preguntó Luciano.
� Pues el problema fue que no logró que el recep¬tor funcionara dentro de la casa.
Todos empezaron a reírse.
� Cuéntales lo que hiciste, anda.
� Pues la convencí para abrir la ventana del dormi¬torio y escuchar la cinta en un cassette de la oficina. ¿Os podéis imaginar lo estúpido que me sentí? Eran las dos de la mañana y yo sentado en el jardín como un tonto mientras mi mujer escuchaba esa tontería.
Esteban asintió.
� Así me sentí yo a la una de la mañana hace nueve meses. Le dije a Maria que pusiera la alarma para que no pudiera entrar nadie pero no pensé que iba a funcionar. Tu mujer hizo un trabajo excelente � le dijo a Luciano.
� Hace muchas cosas bien.
� ¡Qué vas a decir tú! � comentaron los demás.
� ¿Acabo de oír a Gerardo pronunciar mi nombre en vano?
Todos giraron la cabeza y vieron a Vivian en la puerta. Las mujeres habían vuelto. Olía a comida griega. Esteban se levantó del sofá y se fue al lado de Maria.
Maria estaba en la cocina esperando...
Parecía que había estado esperando esa noche desde siempre. Estaba tan emocionada que casi tem¬blaba.
Angelica había organizado aquella reunión. La mejor amiga de Lupita, Denise, se iba a quedar con Estrella y Hector hasta el día siguiente al medio día.
Todo estaba arreglado. Lo único que esperaba Maria era a su marido.
Esteban entró en la cocina como si fuera a alguna mi¬sión. Solo la sensación de estar en la misma habitación le hacía sentir un escalofrío en la espalda. Se quedó al lado del fregadero, bebiendo un vaso de agua.
� Hola, cariño � saludó Esteban. Le apartó el pelo y le dio un beso en el cuello� . ¿Quieres que te eche una mano?
� No, no te preocupes.
� ¿Dónde está la comida?
� Había pensado algo diferente que comida griega esta noche.
� ¿Por qué?
� Ya lo verás. Vamos � le agarró la mano y tiró de él.
� ¿Dónde vas?
� Vamos a cenar. Venga, vamos.
� ¿Lo sabe Angelica?
� Todos los saben.
Esteban la siguió. El patio estaba cubierto de nieve.
� Yo conduzco. No vamos muy lejos.
Solo recorrieron tres kilómetros, hasta llegar a La Caille, un restaurante francés cerca de Alta Canyon.
Antes de dirigirse al restaurante dio un volantazo y se metió por un caminito que llegaba hasta una casa que había entre los árboles. Aunque nunca había en¬trado a aquella casa, Esteban pensó que aquel era el sitio perfecto para pasar una luna de miel.
El corazón empezó a latirle con fuerza.
� Ven conmigo � su sonrisa casi lo derrite.
Salió del coche y la siguió. Abrió la puerta y de pronto se encontró en la típica casa de campo francesa.
� La chimenea estaba encendida. Las sombras de las llamas se reflejaban en las paredes. La mesa es¬taba puesta con velas y botella de champán incluida.
Esteban cerró la puerta y abrazó a Maria.
� Pensé que el doctor Brown había dicho que tenía¬mos que esperar seis meses.
� Nos mintió. Feliz día de san Valentín, cariño.
La cara de Maria estaba radiante. Sus ojos, su pelo, todo en ella brillaba. El aire helado de la noche había sonrojado sus mejillas. Su boca. La besó. Un beso largo.
� Has hecho de todo por estar conmigo. ¡De todo! � le susurró en los labios� . Angelica me contó la farsa que montaste para que se me quitara de la cabeza lo del divorcio. Gracias a Dios me entiendes mejor de lo que yo misma me entiendo. Ahora me toca a mí hacer de todo por ti. Te voy a estar adorando toda la noche a partir de ahora � le dio un beso en la barbi¬lla� . Quédate ahí y no te muevas.
Esteban no se habría movido aunque hubiera querido. Maria había creado aquella noche para ellos dos. Aquella manifestación de amor lo conmovió.
Mientras él miraba a su alrededor, ella volvió al salón con tan solo un albornoz que le llegaba hasta las rodillas. En el brazo tenía otro para él.
Con los pies descalzos y sus cabellos dorados pa¬recía un ángel.
No pronunciaron una palabra. Se miraron y ella lo ayudó a desnudarse y a ponerse el albornoz. Después de atárselo a la cintura, se lo llevó y lo acomodó en los cojines frente al fuego. Cuando se sentó, se puso de ro¬dillas frente a él, sirvió champán y le dio una copa. Levantó la suya al aire.
� Por el cielo, que es lo mismo que estar contigo.
Esteban sintió que el cuerpo le temblaba. Empezaron a besarse. Poco a poco los besos se fueron haciendo más intensos. Esteban saboreó la intimidad del momento como un regalo que Maria le dio.
La dulzura y belleza de su cuerpo y su alma eran como una droga para sus sentidos. Estaba tan em¬briagado de amor que ni siquiera se dio cuenta cuando ella le agarró la mano derecha.
� Con este anillo, te desposo desde este momento y hasta la eternidad.
El corazón de Esteban golpeó con fuerza contra su pe¬cho mientras ella le ponía el anillo.
� Como puedes ver no es igual que el que te puse en la otra mano. Ese es de oro con diamantes. Repre¬senta esperanza de un nuevo amor.
� Y este... � le apretó el dedo� . Este representa la pasión, la constancia, la fidelidad y la lealtad. El amor duradero.
� Juntos, estos dos anillos representan el amor per¬fecto. Ese es el regalo que me has dado. Un tesoro que no tiene precio.
� Te quiero, Esteban.
No hubo más palabras.

FIN

SIN RECUERDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora