#SinRecuerdos
Capítulo final 1/2
� ¡Angelica, pensábamos que ibas a llamar pri¬mero!
Angelica miró a Esteban e intercambiaron una mirada.
� Era lo que iba a hacer, pero John no se enteró muy bien y le dijo a sus clientes que vinieran aquí a las nueve. Así que pensé que era mejor venir antes, para que te dé tiempo a prepararte mentalmente. Por suerte todavía no han venido.
� Entra � murmuró Esteban. Su mujer estaba tan alte¬rada que no la había saludado siquiera. Era algo ex¬traño en ella.
Angelica había pedido a unos colegas de John que fingieran ser los padres que iban a adoptar a Hector. Si aquella farsa no daba los resultados que él esperaba, el bebé tendría que ingresar en un orfanato para que una familia lo adoptara.
Angelica entró en el salón. Se había puesto un traje de chaqueta azul, como cuando iba al juzgado a representar algún caso. Era para dar autenticidad a aquel montaje.
Esteban había pensado que su mujer a lo mejor cambia¬ría de opinión antes. Gotas de sudor aparecieron en su frente cuando Angelica empezó a sacar los documentos.
Si Maria no se retractaba en su decisión, aquello iba cada vez más en serio.
Él había confiado en que el milagro ocurriera la noche anterior, para que la representación no hubiera llegado tan lejos.
Su vida, su amor, se le escapaba entre las manos cada minuto que pasaba. Se sintió aterrorizado y des¬valido, de la misma forma que se sintió en el hospital cuando ella lo rechazó.
El timbre de la puerta sonó de nuevo.
� Ese es John. Voy a abrir � Angelica se levantó a abrir.
La cara de Maria estaba blanca como la pared, cuando Angelica entró con su colega en el salón. Se saludaron. Esteban vio que su mujer estaba rígida por la tensión.
� Mis clientes están fuera en el coche. Están de¬seando ver al bebé, como os podéis imaginar.
� Pues ha estado malito toda la noche. Me temo que no podrá ir a ningún sitio.
� No se preocupe, señora SanRomán � le explicó con tono amable� . Es una situación ideal, porque así los padres tendrán que cuidarlo y podrán establecer un vínculo más estrecho.
Los músculos de su rostro se pusieron en tensión.
� Hector ya tiene una relación muy estrecha con no¬sotros.
� Estoy seguro de ello, pero en muy poco tiempo se acostumbrará a sus nuevos padres.
� ¿Esteban? ¿Puedo hablar contigo unos minutos en privado?
� Claro.
La siguió hasta la cocina. Movió la cabeza y su cabello acarició sus hombros. Su actitud agresiva le recordó a la Maria de otros tiempos.
� No se pueden llevar a Hector.
� Maria... esa pareja está esperando ahí fuera.
� Lo sé. ¡Pero no pueden llevárselo! � sus ojos ver¬des se arrasaron de lágrimas� . Es nuestro. Yo me lo encontré � su voz vibró� . Su madre quería que viviera con nosotros toda su vida.
Esteban respiró hondo.
� Pero eso significa que tú tendrás que vivir con¬migo también.
Maria tragó saliva.
� Lo sé. Y... y quiero hablar contigo de eso.
� ¿De qué?
� De lo del divorcio.
� ¿No es lo que quieres?
� Eso pensaba, pero he cambiado de opinión.
� ¿Por qué? � le preguntó aguantándose como pudo la alegría que sentía por dentro.
� No puedo explicártelo ahora. Esa gente está es¬perando para llevarse a nuestro bebé. Dile a Angelica que vamos a adoptar a Hector. Diles que sentimos to¬das las molestias, pero que la madre de Hector quiso que nosotros cuidáramos de él. Somos una familia y seguiremos siendo una familia.
� Amen � susurró Esteban� . Les diré lo que me has di¬cho y luego hablamos.
� De acuerdo � respondió ella� . Diles que me dis¬culpen, pero ahora mismo no podría ver a nadie. Me voy a ver qué tal está Hector.
� Dale un beso de mi parte.
Maria asintió, medio riendo, medio llorando, an¬tes de salir de la cocina.
Cuando se fue, Esteban se dirigió al salón, casi levitando.
Angelica nada más verlo se imaginó todo. Se le¬vantó y le dio un abrazo.
� Parece que todo ha salido bien. Ya verás que con¬tento se pone Gerardo cuando se lo cuente.
� Te debo la vida, Angelica.
� No, no me la debes. Ha sido un placer.
John estaba de pie sonriendo.
� ¡Por cierto, vaya mujer que tienes!
� ¿A cuál de ellas te refieres?
Angelica se rió y John puso cara de no saber de qué se reía.
� Vamonos John, en el coche te lo explicaré to¬do.
Maria estaba mirando a Hector. Ya tenía que ha¬ber vuelto Esteban. Se estaría solucionando todo el pa¬peleo.
Le puso la mano en la frente al bebé. Por suerte ya no tenía fiebre. Seguro que seguiría dormido otro par de horas.
Se fue a la cocina a preparar el desayuno. Seguro que Esteban tampoco había desayunado en casa de Leonel.
� Parece que me has leído el pensamiento. ¿Quie¬res que te ayude?
� Si quieres, haz el café. A mí se me da fatal.
� Ahora mismo lo hago. Pero antes dime una cosa.
Sabía lo que le iba a preguntar.
� Si no quieres responderme, yo responderé por ti.
� Esteban... � empezó a decir Maria.
� Te has enamorado de mí.
� Sabes que sí.
� Dilo.
� Creo que he querido decírtelo desde hace mucho.
� Maria...
Esteban la miró.
� Estoy enamorada de ti � le dijo� . Locamente ena¬morada � le puso las manos en la cara.
� Y yo también de ti, cariño.
Inclinó la cabeza y le dio un beso en la boca. Sus cuerpos se juntaron. El beso que se dieron la noche anterior solo fue el preludio de aquella comunión de cuerpo y alma. Maria no pensaba que dos personas pudieran llegar a tal nivel de pasión.
� Cariño... � murmuró él con la respiración entre¬cortada� . Tienes que decirme si el doctor Brown te dijo si podíamos hacer el amor. ¿Se lo preguntaste?
� Sí. Y me respondió que después de la operación nos tendríamos que abstener durante unas semanas. Y los dos últimos meses del embarazo. Pero entre medias...
� Bendito sea ese hombre.
La levantó en brazos y la llevó a la habitación. Cuando la dejó en la cama, se acostó a su lado.
� Hasta que nuestro hijo despierte, eres toda mía.
� ¿No tienes miedo de agotarte? � se burló, po¬niendo la cara en su cuello� . Porque vas a hacer el amor con tus dos mujeres.
� Ya me doy cuenta � le respondió� . Me siento como si estuviéramos en nuestra luna de miel. Me tiemblan las piernas y estoy tan excitado que creo que podría morir en tus brazos.
� Así me siento yo. Te amo, Esteban, y siempre te amaré.
� Esas mismas palabras me las dijiste la noche de bodas. Veo que mis dos mujeres piensan lo mismo de mí. Soy un hombre con suerte.
� Ojalá me pudiera ver ahora Fabiola.
� ¿Fabiola? ¿Qué Fabiola?
� Esa morena que iba a nuestra clase y que hacía todo lo posible para que te fijaras en ella.
� Pues no me acuerdo � le respondió.
� Mejor.
� Me parece que mi mujer número dos tiene celos. Pero no tiene por qué preocuparse. A mí me gustan las rubias con ojos verdes y piernas bien formadas.
Maria se sonrojó.
� Y creo que tu mujer número uno debe ser igual. Eso es por estar casadas con un hombre como tú.
� ¿Qué clase de hombre es ese?
� Un hombre maravilloso � le respondió con la voz cargada por la emoción� . Tardaría toda una vida en definirlo.
Los ojos de Esteban ardieron de deseo.
� Me gusta oírte decir eso. No te puedes imaginar lo que me apetecía estar contigo así como estamos. Ven que te abrace.
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SIN RECUERDO
Historia Cortaesta historia no es Mia pero me gusto Por eso la publica para usted