La puerta de atrás

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Tomas Villegas confesó sin problema que él no vivía en el hotel, de hecho, el hotel llevaba cerrado unos meses como bien recordó Lara. Al parecer Tomas y sus colegas se colaron en el hotel hace unas semanas y descubrieron que seguía habiendo luz corriente en algunas partes del edificio. Suspiró. Llevaba unos minutos apoyada en la pared de la terraza reflexionando sobre la situación. Ahora que se fijaba bien, todo tenía aspecto de haber sido abandonado, quizás desde hace más de cuatro meses. Ésto estaba mal. Lara no era la típica niña buena que no bebía y no cometía ilegalidades. Se había emborrachado, y alguna vez se había colado en una fiesta de mayores de edad con Julia y Teo... Pero colarse en una propiedad privada era muy diferente, ¿y si tenían guardia de seguridad? ¿y si le avisaban los vecinos? miró a lo lejos, era verdad que las siguientes casas estaban muy alejadas del edificio, pero Lara no podía arriesgarse a meterse en líos, sus padres ya tenían suficiente ahora mismo, debía irse. Se incorporó de la pared y comenzó a atravesar la terraza cuando una mano suave le agarró el brazo. Yon.

-¡LARA! - Yon era la tercera y última amiga, de padre coreano y madre brasileña, tenía lo mejor de las dos partes sin duda. Era tan solo un pelín más alta que Julia, y algo más fuerte. Tenía unos ojos marrones profundos y voz grave comparada con su aspecto-Dios, estás preciosa ¿Te has cortado el pelo?

-Hace meses. Hola Yon - Aunque Lara y Yon son amigas desde hace años, cada vez se veían menos. Yon siempre tenía novio, no le suelen durar mucho, porque deja a uno por otro, pero siempre estaba enamorada. Últimamente salía con un niño mayor, de unos 24, con coche. Pasaba mucho tiempo con el así que casi no se habían visto éste verano - Me tengo que ir, a ver si nos vemos más- le dijo sonriendo. No eramos los típicos que nos enfadábamos por no ver a nuestros amigos, de hecho sin contar el verano, solo nos veíamos dos o tres días al año. Nos iba bien así.

-¡Veámonos ahora! ¡Quédate! He discutido con Danny, es un tremendo imbécil, así que he decidido venir a la fiesta porque sé que le jodería- Yon la miró con cara triunfante, como si acabase de contarle que ha descubierto la cura al cáncer y está esperando un abrazo y una medalla de oro.

-Eso es genial, pero no puedo, en serio. Ésto no es legal, no quiero meterme en líos ahora que mis padres están fuera. -Yon apenas escuchó lo que decía la más alta cuando empezó a tirar de ella hasta una esquina. Levantó una botella en la que parecía poner vodka en una tipografía imitando las letras chinas, y le sirvió en un vaso mezclándolo con refresco. Lara arrugó la nariz- No soy de vodka. -Pero Yon le echó tal mirada que Lara aceptó el vaso y comenzó a beber.

Lara no sabía cuánto había bebido. Ni siquiera recordaba si solo había estado bebiendo vodka cuando se escucharon las sirenas de la policía. En ese momento la chica estaba bailando sola, pero con decenas de jóvenes a su alrededor haciendo lo mismo. Ni siquiera oyó las sirenas por su cuenta, solo se percató cuando la gente comenzó a gritar y a empujar hacia el interior del edificio. Lara se encontraba mareada, sabía que la policía no tardaría en venir y que no podían verla en el edificio, eso era crucial. Comenzó a buscar a sus amigos, moviendo la cabeza de lado a lado, pero nada. Cada vez había menos gente en aquel saloncito, hasta que se quedó sola. Mierda.

Observó mejor la habitación, estaba la puerta del ascensor, la puerta que daba a la terraza, otra en la izquierda por la que había visto a todos irse que al parecer daba a unas escaleras, y detrás del sofá una puerta más chica y peor cuidada que las demás. Fue a por la de las escaleras, sin embargo, en cuanto la abrió escuchó pasos firmes que subía hacia donde ella estaba, maldijo, y se dirigió a la puerta pequeña rezando para que no estuviese atrancada. No lo estaba, pero no se abría del todo, así que tuvo que meterse a la fuerza haciéndose daño en las costillas, de todas maneras, agradecía ser de complexión pequeña. Una vez dentro, cerro la puerta con cuidado, estaba completamente a oscuras pero debido a la adrenalina ni siquiera su miedo a la oscuridad recurrió a ella. Lara pegó la oreja a la puerta e intento tranquilizar su respiración, que no le dejaba escuchar nada. Pese a que la puerta era robusta consiguió escuchar una voz de adulto, pero ininteligible. No debía quedarse ahí. Pronto repararían en la puerta, y aunque dudaba que un policía cupiese por la estrecha rendija que se abría, podían llevar linternas, y entonces la verían. De eso nada. Tomando una gran bocanada de aire Lara forzó a sus pupilas a acostumbrarse a la luz. Pero seguía mareada, y ahí solo existía la oscuridad absoluta, imposible ver. Sin embargo, había corriente, y eso significaba que tendría que haber una salida. Lara se apoyó en esa teoría, ya que temía echarse a llorar de un momento a otro.

Lara comenzó a avanzar en línea recta pero lo hacía muy lentamente debido a su ceguera. En ese momento cayó en el hecho de que su mochila estaba en la terraza, con su móvil y las llaves de su casa. Miró hacia atrás, pero no podía arriesgarse, así que decidió seguir hacia delante lentamente.

Había perdido ya la noción del tiempo cuando vislumbró un rayo de luz al final del estrecho pasillo, suspiró. Hacía mucho que se había echado a llorar. Comenzó a caminar cada vez un poco más rápido hasta que llegó al origen de la grieta de luz. Había una puerta muy parecida a por la que había entrado, sin embargo, estaba dejaba entrar la luz. Deshecho la posibilidad de haber caminado en círculos. Se asomó a la grieta, aunque su visibilidad era prácticamente nula, no se escuchaba nada, así que se arriesgó y abrió la puerta.

La habitación era prácticamente igual al saloncito del que venía, quizás éste estaba un poco más limpio. Se concentró en escuchar algo, una sirena, una voz. Nada. Suspiró, aunque no sabía si la soledad la tranquilizaba o la inquietaba. Debía salir del hotel, pero no cogería el ascensor sola por nada en el mundo, por lo que se decidió por las escaleras.

Pese a que le temblaban las piernas, y la cabeza le palpitaba, comenzó a bajar la escalera con paso decidido. Era difícil no hacer ruido, la madera crujía por todas partes y ella misma tiritaba del frío que hacía allí, parecía invierno de repente. Incluso le pareció ver que le salía vaho en una ocasión. Había contado ya 5 pisos bajados cuando escuchó un ruido. Se paró en seco y se encogió quedándose en cuclillas. La baranda era de hierro forjado así que pudo ver como dos figuras que subían por las escaleras se paraban en el cuarto piso, Lara se forzó a ver en la oscuridad, y se dio cuenta, no eran dos figuras, si no tres. Y una de ellas era Teo. Lara iba a soltar un grito ahogado cuando alguien le tapó la boca con la mano.

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