Sentí las suaves manos de Aniza colocar correctamente el niqab, mis ojos verdes brillaron en el espejo, lentamente levante las manos del delgado vestido que era demasiado parecido a un abaya solo que sin ese desabrido color negro.
—¿Crees que algún día pueda salir sin esto Aniza?—Pregunte mientras observaba con cansancio aquella prenda.
Ella toco mi mejilla y me dio una sonrisa de lado.
—Algún día Jade—Me consoló ella—Tal vez cuando te cases tu esposo no sea tan exigente como tu padre—Baje la mirada abrumada, mi padre siempre decía que una mujer que se dejaba apreciar por los hombres incitándoles lujuria era una completa pecadora a los ojos de Alá.
Era por aquel motivo que era un padre completamente sobre protector, nadie había observado jamás mi pálido rostro, solo el, Aniza y mi difunto hermano, Abdel, el único hijo varón que mi padre había engendrado con su primera esposa y el único heredero aparente que pudo haber obtenido el control de Emirato.
La tristeza me embargaba con solo pensar lo que la gente decía de mi padre, según ellos Alá lo había maldecido y era fácil pensar ello, pues yo era la única que quedaba viva de su linaje, mi madre Fariha había muerto el mismo día que me dio a luz, con ella una pequeña parte del corazón de mi padre murió, pero eso no termino allí, mi hermano y su primer hijo falleció cuando yo acababa de cumplir los quince en un accidente de auto y por último la madre de este Hana, la primera esposa de papa.
Era lógico pensar que todo esto no le pasaba a un solo hombre por coincidencia si no por obra de dios.
—¿Aun piensas en lo que dijo Alí?—Ella me observo preocupada—No debes seguir dándole vueltas a eso Jade—Su mirada mostro reprobación.
—Es probable que después de la junta que abra hoy en Dubái se decida que mi padre debe dejar lo único que realmente aun lo mantiene vivo, Zafira fue clara Aniza, el tío Alí no descansara hasta verse sentado en el trono del Emirato—Las palabras me salieron con un deje de rencor.
Zafira Saadi era mi prima, hija de Alí Saadi hermano de mi padre, Amed, ambas éramos completamente distintas, se podría decir que somos completamente incompatibles. Ella podía salir por la calle portando un simple hayip en su cabeza, dejando a la vista sus ojos color ámbar y haciendo lo que según las leyes una mujer no debía hacer, ¿Pero qué podría decirle yo? Nada, su padre la había dejado criarse sola, dándole lo mejor y apartándola por completo de las creencias, en ocasiones su actitud me hacía pensar que ella ni siquiera creía en un dios.
Su dios era la vanidad.
Aniza termino con su trabajo y me miro gustosa.
—Eres hermosa—Rodee los ojos.
—Nadie lo sabrá jamás, no hasta que me quite todo lo que cargo puesto—Apreté los labios.
—Aun eres muy joven Jade, pero debes de comprender esto, el hombre que se enamore de ti debe amar lo interior antes de lo exterior, la belleza es solo vanidad—Sus ojos se achinaron, era una mujer un poco regordeta y con algunas canas adornando su cabello castaño oscuro, aunque claro eso era cubierto con el fino velo del hiyab.
Asentí, rápidamente, Aniza abrió la puerta y suspire, todo era igual, todos los días lo mismo, perder el tiempo en la enorme casa esperando las burlas de parte de Zafira y las continuas reñidas de Ali.
Pero a pesar de la soledad, quedaba algo, los libros, leer era una pasión que mantenía muy escondida, algo mío que nadie más podía arrebatarme, era fantástico poder huir aunque solo fuera mentalmente de las gruesas paredes del palacio. Fantaseaba con algún día poder conocer los lugares hermosos que plasmaban los libros, observar cómo se vestían las mujeres americanas, poder salir sin sentirme recluida conmigo misma.
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La Mirada de Jade ©| Only Dreame
RomantizmLa vida de Amed Saadi ha estado llena de desgracias, la muerte de su segunda esposa Fariha al dar a luz a su hija menor, Jade, la muerte de Abdul el principe heredero y su unico hijo varón y al final el desceso inminente de su primera esposa, todos...