La traición

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Suspiré con nerviosismo mientras el auto de mi Mamá se estacionaba frente a la entrada principal de la escuela, y casi sin querer me fui metiendo en el asiento como si quisiera desaparecer ahí mismo.

“Ya llegamos, mi amor.” Me dijo mi Mamá con una sonrisa comprensiva.

“Ay Mamá, es que… -Me asomé por la ventana. –No quiero, yo… no me siento bien y…”

“Megan, entiendo que estés triste por lo que pasó con Mateo, pero tienes que poner buena cara a la situación, ya verás que las cosas se arreglarán pronto.”

“Ay, pero… -Me mordí los labios. –Mamá, ¡Me muero de la vergüenza por lo que pasó! Y mi Papá ha de creer que soy una pervertida de lo peor.”

Mi Mamá se rió mucho con mi comentario. “No linda, solo necesita tiempo para entender esto, y… aceptar a Mateo. Porque sin duda sientes algo por él, ¿No es así?

Suspiré suavemente sin saber realmente que responder. ¿Qué significaba Mateo en mi vida? Sin duda, había algo en mí que anhelaba estar con él, cuidarlo, protegerlo… y obedecerlo, sentir ese fuego interior cuando tomaba el control y me hacía las cosas más perversas posibles, pero…

¿Sería amor?

No lo sabía.

“No sé, Mamá, no sé.”

“Bueno, -Me respondió dándome un tierno beso en la mejilla. –Ya lo sabrás a su debido tiempo, pero por ahora tienes que ir a clases.”

“Ay no, de verdad no tengo ganas de ir, no quiero…”

“Hija, ¡Pero si te ves súper linda como vienes vestida de tenista! Yo sé que te gusta lucirte, y hoy es el día indicado para hacerlo.”

Sonreí ligeramente al oírla decir eso, y sin poder evitarlo volteé a ver la forma en que mi blusita blanca se apretaba reveladoramente alrededor de mis pechos y también el como mis faldita de tenis dejaba sensualmente mis piernas al descubierto, efectivamente haciéndome ver como toda una diosa de la sensualidad.

Sin duda, mi Mamá sabía que la vanidad era la vía más fácil para levantar mi moral, y debía confesar que había funcionado: Mis energías estaban de nuevo al 100%.

“Está bien, -De un saltito agarré mi mochila del asiento trasero. –Iré, pero si me siento mal me regreso a la casa, ¿Va?”

“Es un trato.” Me respondió mientras me daba un tierno beso de despedida, y al tenerla cerca no pude evitar decirle: “Gracias por entender.” A lo que ella respondió con otro tierno beso y un: “Cuídate mucho hija, y paso por ti en la tarde.”

Me quedé emocionada viendo como el carro de mi Mamá se alejaba en la distancia, y entonces me di la vuelta y muy feliz entré a la escuela, sonriendo con coquetería al ver el impacto que siempre tenía en las miradas de todos los chicos, hasta que…

Vi algo increíble. Literalmente.

Michelle, vestida también con un trajecito sexy de tenista, estaba en una esquina junto a las escaleras abrazando muy cariñosamente a uno de los amigos de Mateo, un simpático gordito que incluso había estado presente el día que me desnudé en la recamara.

“Oh.” Me quedé sin habla, y cuando Michelle me vio empujó con frialdad al gordito a un lado mientras me confrontaba con evidente sarcasmo: “Que bueno que llegas, Megan, porque te tengo una sorpresita.”

El gordito bajó la mirada como si estuviera muy apenado, y pasó rápidamente junto a mí mientras corría hacia el pasillo. “Lo siento Megan, yo… ¡Lo siento!”

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