Prologo

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Cuando era niño la relación con mi padre no era buena, ni mala, yo nunca me senté en su regazo para escuchar una historia, él tampoco iba a mi habitación por las noches a leer un cuento, no le dio importancia ver las buenas notas que sacaba en el colegio y nunca me llevo al parque; recuerdo que un día me dijo "se leal a tus amigos, pero letal con tus enemigos" ese fue el primer y el último consejo que alguna vez me dio, lo dijo cuando vio mi ojo morado y el labio partido por los golpes que me dieron en el colegio. Tal vez te preguntes porque solo hablo de mi padre, mi madre tuvo un papel pequeño en mi vida, lo que recuerdo de ella es verla sentada frente al televisor siempre riendo, su risa era tan fuerte que podía escucharse hasta el patio trasero donde generalmente jugaba a ser astronauta o escarbaba en la tierra húmeda para encontrar escarabajos o todo tipo de insectos coloridos, escuchar su risa me reconfortaba bastante, porque sabía que ella estaba ahí, frente al televisor mirando su programa favorito, sabía que en algún momento del día gritaría mi nombre desde la cocina, para decirme que la cena estaba lista, besaría mi mejilla y me preguntaría como me fue en el colegio o que insecto atrape esta vez, pero, un día la televisión se apagó y su risa no se escuchó más, tampoco volvió a gritar mi nombre para ir a cenar, en cambio papá siempre dejaba comida que compraba fuera de casa y la sala estaba vacía. Papá, estoy seguro que te arrepentiste de darme ese consejo, pero aún más lamentaste el día que te convertiste en mi padre.

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