Continuar

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En la mañana caminé, observé el cielo que era azul y como las cometas se elevababan majestuosamente hacia el infinito. Me senté cerca de uno de los niños que intentaba levantar una para verla volar, lo intentó varias veces y en todas la cometa no se elevaba, corría de un lado a otro para que ella tome impulso pero no surtia efecto alguno para que vuele.

Sentí un poco de compasión y tuve deseos de ayudarlo, al final sabía que hacer pues mi infancia se basó en este tipo de juegos y cartones en laderas, donde resbalaba sin preocupación alguna por la ropa o por mi integridad física, cada verano rompía pantalones y ensuciaba hasta el último calcetín, el botiquín de mi madre se terminó en una semana al mirar mis rodillas heridas, ensangrentadas y sucias, y el verano pasaba inundado de risas y sonrisas nada leves acompañadas de juegos y amigos que marcaron mi infancia.

Después de mi retrospectiva mental, volví al presente y observé a aquel niño, lo había conseguido, su cometa formaba parte del paisaje que como óleo tenía al cielo azul. Toda esta experiencia me dejo una enseñanza, a pesar de vivir preocupado por todo lo que sucedía en mi cabeza, fue una buena oportunidad para comprender que cada intento valió la pena, que cada vez que el niño corría y no lograba alzar la cometa no se rindió ni paro de intentarlo, que cada caída que tuve cua do era niño fue necesaria para cicatrizar esas heridas y aprender que la sonrisa en el rostro nunca debe faltar, por más solo que esté, por más adverso que sea el momento, por más fracasado me sienta. Fue el momento preciso para entender que el mundo sigue girando y que cuando te miran decepcionado, o fatigado las personas disfrutan verte de esa manera, nadie te regala nada todo cuesta, como dicen por ahí. Por eso mantengo la cabeza en alto y mi sonrisa infatigable, mis buenos deseos de compartir con esas personas que al fin y al cabo aceptaron compartir con mi locura poco común, esas personas que a pesar de ser pocas valen demasiado, y que así sea para tomar un café o beber una cerveza buscan la manera de reencontrarnos para charlar y reírnos de todo lo que alguna vez nos hizo llorar.

Es el momento de continuar, es el momento de dejar de ser vida enlatada, ser joven, vivir sin hastío, sin frío, sin cielo que limite y amar sin condición, sin dudar, sin temer. Es el momento de seguir adelante, hablando sandeces, pensando estupideces, sin rencor, sin tristeza, sin penumbra, sin agonía, sin muerte, sin dolor. Y sobretodo entender que mirar atrás solo hace que suframos. Somos muy jóvenes para sufrir de esa manera, lo somos, no sabemos nada de la vida porque hasta un punto todo es un juego, y a nuestra edad solo nos debe preoupar la diversión con o sin excesos. Continuar, aprender y sobretodo valorar lo que tenemos y defender lo que somos. Es momento de ponerse en pie, mirar adelante, abandonar toda tristeza, alzar el puño y vivir con libertad.

Y nos quedamos al final solos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora