Capítulo 3 - Neon

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22.03.2052

—¡Weston, rápido!— gritaba Theresa, mientras se ponía a cubierto de las hileras de balas que derretían al contacto con la metálica pared—.

—Tch... Esos malditos Wigs, no esperaba que aparecieran tan pronto— respondió molesto—.

—No tenemos mucho que hacer, a este paso nos rodearán y no habrá manera de escapar — decía mientras miraba hacia sus espaldas, dónde su hermano recargaba su antigua Beretta 92—.

—Ven, muévete, tengo una idea—.

Tomó la mano de Theresa y corrieron por el callejón que los encerraba, mientras que los Wigs, aquellos «Defensores de la Seguridad Ciudadana» seguían reduciendo el grupo de no más de quince rebeldes.

—Chicos... Re... Retirada, vuel... van a Nao— se oía una entrecortada voz por la pobre señal del transmisor —.

La gente de Nao comenzaba a retroceder, tratando de cubrirse y escapando de la zona de conflicto.

—Señor, los rebeldes se retiran ¿Los seguimos?— decía uno de los Wigs dentro de sus modernos cascos que cubrían el rostro entero de ellos, haciéndolos parecer una máquina sin una pizca de rastro humano —.

—No— respondió secamente una voz grave muy familiar

Ellos volverán a su madriguera en Nao, revisen los alrededores, probablemente más de uno se habrá ocultado—.

La transmisión se cortó en un chasquido y el Wig, que comandaba el pelotón hizo un gesto con sus manos, indicando una búsqueda exhaustiva por las cercanías.

—Creo que... Deberíamos... Llamar a Mike— decía la agitada y agotada voz de Theresa—.

Habían tomado un desvío a un edificio que divisó el hermano de ella. Cómo éste no había recibido las mejoras correspondientes, conservaba un aspecto aún arcaico para la época; escaleras de concreto, ventanales cuadrados de vidrio común, y se separaba por montones de pisos.
Theresa y él se encontraban en el tercero.
Y los Wigs comenzaban sus movimientos.

—No debemos llamar a Mike, correrá mucho peligro. Si a uno de esos bastardos se le ocurre derribar su vehículo, ni podríamos hacer algo por él— respondió de una manera severa y protectora—.

Ahora somos nosotros dos solamente, Theresa, no podemos involucrar a nadie más que los que vinimos.
Además debes tener claro que nuestro problema mayor, está oculto bajo la fachada de despreciar a los de Lucyren, que tampoco puedo negar que los aborrezco — rió con simpleza y altanería—.

Tenemos que rescatar a nuestra hermanita, Theresa.

La tomó de los hombros en ese instante y la miró fijamente.

—Y haré lo que sea con tal de lograrlo—.

El ruido de la puerta doble resonó por todo el edificio. Los Wigs estaban buscando posibles residentes de Nao que se hayan ocultado.
Las cosas se iban a tornar complicadas en este punto.

—Sólo me quedan...— revisó un pequeño bolso que llevaba a sus espaldas—
Me queda un cargador con quince balas—.

—Es más que suficiente, mientras evitemos usarlas, claramente—.

Caminaron lentamente, moviéndose como serpientes por entre los muros del recinto. El silencio era tal que la más mínima piedra de concreto que se desprendiera de uno de ellos, alertaría la duda de los Wigs.
Las partículas de polvo sobrevolaban por el ambiente, y se envolvían con un tenue color mar que llegaba a duras penas de los edificios aledaños.
Comenzaron a subir las escaleras y se ocultaron cada uno tras la puertas de las abandonadas y anticuadas habitaciones.

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