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Había decidido no volverme a enamorar. Lo había decidido temprano, cuando tenía seis o siete años, a la edad cuando algunos juran no volver a poner un pie en la alberca, de jamás ponerse un traje de baño porque el maestro los humilló por lo patéticos que eran. Hay unos que deciden no mostrar un centímetro cuadrado de piel en la alberca. Yo, había decidido no enamorarme más.
Antes, de cero a seis años y medio, me enamoraba de todo lo que se moviera. Siempre terminaba mal. El síndrome del tostador. Sentía que mi corazón empezaba a calentarse lentamente hasta que no podía más.
Entonces, decidí detenerme.
Era una mañana, en la panadería del piso setenta y siete. Esperaba un croissant. La panadera dijo, hablando ligeramente encima de mi hombro:
-Están juntos?
Me volteé. Ahí estaba Luke Castellan, un chico más grande que yo. Me gustaba mucho ese chico. Tenía la boca seca como el desierto del Kalahari.
-Están juntos?
Volvió a preguntar la panadera. Ella quería saber si iba a pagar al mismo tiempo mi croissant y los dulces de Luke.
-Están juntos?
La pregunta para mí tenía otro sentido que me ponía la piel de gallina.
Intentaba decir que no, pero mi voz se estrangulaba. La tostadora empezaba a quemar mi pecho. Luke sonrió mostrando todos sus dientes.
- En tus sueños- me dijo
Tomó su bolsa de dulces y se marchó.
Ahí fue cuando decidí parar.
Jurado.
No me volvería a enamorar.

Ma planète  [Percico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora