VIII

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—Pueden hacer eso para comer —afirmó el zorro.

—¿Hay que trabajar? —cuestioné.

—Sí, la gente que quiere comprarse cosas trabaja.

—Ya veo... —el principito se quedó pensando.

—¡Ya sé! —los hice sobresaltarse—. Pidamos dinero por hacer a la gente acariciar al zorro.

—¡Qué! —chilló—. No voy a dejar que un desconocido me mañosee.

—Solo será la cabeza, vamos. Aquí la gente se asusta de los zorros, pero si ven que eres bueno pagarían mucho por acariciarte —él negó y yo supliqué—. Hazlo por tus amigos~

Miré a Antoine y él estaba riendo. Me sonrojé, él era muy lindo.

—Ya, pero me debes una.

Salté a abrazarlo —Gracias, gracias~

Para la tarde ya teníamos dinero suficiente para comer.

—¡Rico~! —dije aún con la boca llena—. Llevémosle un poco a Zorro.

Antoine asintió aún comiendo; se veía muy ensimismado haciéndolo.

—¿Nunca habías comido esta comida?

Él negó —Nunca he comido.

—¿Y cómo es que vives?

Él solo se encogió de hombros y siguió comiendo.

Le dimos al Zorro mucha comida y él se la comió gustoso. Aww~

—Nora —me avisó—. ¿Te cuento algo? —asentí—. Yo pasé mucho tiempo en la Tierra, pero jamás me detuve a hablar con una persona. Para mí, sería igual que en los planetas; no quería volver a decepcionarme.

Su perfil era matemáticamente perfecto, y sus cabellos se veían tan sedosos... No, no crean que ni lo escuché, lo hice perfectamente. Es solo que su belleza cautiva a cualquiera, es inevitable.

—Yo jamás traté de hacer amigos, siempre estaba sola. Mi propósito siempre fue impresionar a mis padres, hacer que me sonrieran sinceramente —abracé mis rodillas—. Ni cuando me fui a Perú lo hice. Pude haber empezado de nuevo y solo me centré en enorgullecerlos.

—¿Por qué cambiar en un día en específico si tienes 365 para hacerlo? —cuestionó.

Yo reí.

—A veces creo que tu lógica es rara, pero inteligente.

—Tú no eres como ellos —dijo de repente—. Al estar enojado dije algo que no era, y lo lamento.

Yo negué, después de todo, también fue mi culpa.

No supe en qué momento pasaron dos meses desde que caí en África. Había aprendido muchas cosas, incluso a valorar más la vida.

Supe que no necesitaba impresionar a mis padres para ser feliz; ¡solo debía hacer lo que me gusta!

Claro, a veces la culpa me ganaba y me sentía mal por mentirle a Antoine con lo del piloto. Sabía que tarde o temprano tendría que decirle la verdad.

Y no esperaba que para eso faltara poco.

Caí en África (EL PRINCIPITO, FANFIC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora