Capítulo XXI: Rubias oxigenadas y chocolate Abuelita.

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Dos semanas. He pasado dos semanas rompiéndome la cabeza para poder acabar mis tareas a tiempo, mientras escucho cómo Dante pone música a todo volumen para despejar su mente mientras hace tareas. No he hablado con él de un modo serio, y ni siquiera hemos cruzado más de cinco palabras. Desapareció el domingo, y para el lunes en la noche estaba de regreso la primera semana de clases. Quiero creer que se quedó con Caleb.

No sé qué tipo de mentira le haya dicho a su hermana para que no le siguiera desde la escuela para saber dónde vive. No quiero problemas con nadie en estas semanas. Pero, ¡esa estúpida música anda matando mis nervios, lo juro!

Quiero creer que hace tarea o algo, pero no. No tiene trabajos. Todos los termina en la escuela, porque es un imbécil con una inteligencia alta. Bueno, es uno de los promedios más altos, eso dice demasiado.

Estos días he estado llena de estrés y mal humor, porque las chicas han catalogado a Dante como el chico más guapo de la preparatoria, con una sonrisa sexy, y ese andar que deja mucho qué desear. Además, todas se les quieren aventar. Lo odio. Y más odio a esa perra de Lotta, que no para de colgarle del brazo pestañeándole coquetamente.

Perra.

Sí, Dante no es nada mío, pero tengo aquella vena celosa que saqué de mi madre. Joder. Debo dejar de compararme con mi madre. No he podido hablar bien con ella, sólo me envió un audio por un nuevo móvil para decirme que se encontraba bien, y que no estaría pronto en casa.

Esa noche lloré llena de frustración.

Es sábado, debería estar saliendo con mis amigos al cine o a pasear por la ciudad, para encontrar alguna fiesta. No, ahí me encuentras en mi cuarto, a las ocho de la noche, haciendo tarea con la música de Dante a todo volumen, acabando con mi paciencia.

Debo de parecer una loca con un moño hecho de la manera más desaliñada, y con mi pijama rota, pantuflas sucias y viejas. Mis ojos tienen ojeras, y es porque me he dormido tarde esos últimos días haciendo investigaciones y cuadros comparativos, conceptuales, y todo tipo de cuadros que puedas imaginarte para las materias menos complicadas, y para las más complicadas.

¿Quién dijo que bachillerato es la mejor etapa de tu vida? Ja, sólo me quiero noquear a mí misma para dormir de una buena vez, pero necesito terminar las ecuaciones que el profesor de Matemáticas me ha dejado. Imbécil. Nos odia a muerte ese viejo malhumorado con la vida.

Y Sergio no ayuda con sus comentarios sarcásticos. Ya vi por qué reprobó un año.

Maldita sea, en este momento estoy odiando a 1975.

— ¡Dante! ¡Bájale un poco, hombre! —Grito tratando que me escuche, pero la música sigue en su mismo volumen. Jodido sea.

Me paro de mi silla de escritorio, y voy hacia el cuarto de al lado pero escucho besuqueos y risas. Eso me deja un poco descolocada, que ni siquiera puedo tocar.

—Basta, Lotta. ¡Debemos hacer esto! —Más besuqueos. Esa perra. Abro la puerta de golpe, haciendo que dos pares de ojos se me queden viendo estupefactos. Uno enojado, y la otra avergonzada.

— ¿Interrumpo algo? —Sueno jodidamente celosa, pero también muy dañada. Mi voz –gracias al Cielo- sale firme, y llena de furia, aunque mi interior está rompiéndose.

—Sí, eso es tan obvio, Verónica. —Responde Dante, con acidez en su voz.

Lotta se levanta de su regazo, y empieza a taparse el pecho con una de sus manos, a pesar de que lleva el bra todavía. Dante está desnudo con sólo unos calzoncillos, mientras que la rubia oxigenada se busca su blusa entre el escritorio y la cama.

Desafiando a Dante (Desamores #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora