Siseo de dolor mientras Dante —en silencio— me pone un paño con agua fría. No ha dicho ni una palabra desde que me sentó en el retrete. Estoy mirándolo de vez en cuando. No quiero ser tan obvia, pero tener tremenda belleza enfrente de mí es imposible no hacerlo casi todo el tiempo. Muerdo mi labio, y trato de no gimotear de dolor. Maldita sea, sólo yo podía arruinar el momento.
Joder, las ganas no me faltan de golpearme contra la pared repetidas veces.
Miro una vez más a Dante, y este me mira, cachándome. Me sonrojo levemente, y él ni siquiera se burla, ni sonríe. Simplemente me ve sin emoción alguna.
—Lamento haberte besado. —Dice. ¿...Lamenta? Mi corazón se estruja contra mi pecho, y mi sonrojo ya ni siquiera es relevante en esta situación. No sé qué sentir. Si me debo sentirme enojada o triste.
—N-no importa, Dante. Supongo que yo también lo hago. —Miento descaradamente, porque sé que eso ni siquiera parece estar cerca de la verdad. Me ha besado, mientras estaba en sus cabales. No estaba borracho, no estaba drogado. Era él, y eso me había gustado.
Ahora sufro las consecuencias de haberme ilusionado tan fácilmente.
En sus ojos no puedo leerle. Ni siquiera sé si está diciendo la verdad, o me está mintiendo como suele hacer. Pero me está mirando. Y eso sólo hace que mis sospechas sean verdaderas. Sólo juega conmigo.
—Siento que te debo una explicación. —Habla después de un minuto en completo silencio—. Mira, me he sentido muy mal por todo, y creía que, darte un verdadero beso, como se debe, estaría bien —se rasca la nuca, nerviosamente—. Quería que supieras que ya puedes decir que diste tu primer beso conmigo... y no con ese imbécil de Caleb. Sé que es mi... mejor amigo, pero, las cosas no han estado bien entre nosotros. Además, no quiero que salgas lastimada.
—Gracias. —Es lo único que puedo decir. Desvío mi mirada de la de él, para que no vea mis ojos llorosos. No quiero que me vea aún más débil. Suspiro temblorosamente, y tomo el paño de su mano, poniéndomelo yo misma—. Puedes irte.
—Vamos, Ron-Ron. No te enojes conmigo. Sabes que... —ni siquiera termina de decir su oración cuando le llaman. Saca el móvil de su celular, y lo ve con el ceño fruncido. Me voltea a ver, y yo alzo una ceja—. ¿Puedes... por favor, no enojarte conmigo?
—Estamos bien, Dante. Ahora contesta. —Claro que no estamos bien, pero no le diré aquello. No quiero verme aún más patética de cómo me siento. Él sale corriendo del baño, y lo escucho bajar las escaleras para contestar. Las lágrimas bajan lentamente por mis mejillas. Lamo mis labios y siento el sabor salado de mis lágrimas.
Tiro el paño con furia al suelo. Tapo mis ojos, y dejo fluir las lágrimas. ¿Cómo puedo ser tan estúpida? Le dejo besarme como si fuera una cualquiera, y pone excusas porque le da pena sentir algo por mí. De eso estoy muy segura, o él sólo siente lástima.
Media hora después, las lágrimas ya no se notan en mis ojos, pero sí la hinchazón de ellos. Dejo el retrete, y voy a ver por qué Dante se tarda demasiado. Camino hacia el pasillo, y me doy cuenta de que no está en la casa. Escucho su voz, y es de allá afuera.
En vez de ir hacia la entrada de mi casa, voy al cuarto de mi madre, donde hay una vista hacia la calle, y a la entrada de la casa. Abro la puerta, y me doy cuenta de que no he entrado a su cuarto desde hace mucho tiempo. Me da un escalofrío al darme cuenta de que mi madre sigue haciendo de las suyas, y no sé hasta cuándo regresará.
Abro la ventana en silencio, y escucho perfectamente la voz de Dante. Y la de alguien más conocido.
—No, no podré hacer esto. ¡Tengo dieciséis, carajo, entiéndelo! —Dante exclama con furia en su voz.
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Desafiando a Dante (Desamores #1)
Novela JuvenilVerónica Zaragoza está metida en problemas; de eso está muy segura la chica que no puede evitar babear por el hermano menor de su mejor amiga, quien es su protegido, pero él parece odiarla o evitarla como si fuera una peste, y ella verdaderamente no...