Capítulo 1:
Por cada mundo con vida hay uno totalmente paralelo o en parte diferente.
Si tú vas algún día allá donde el sol se oculta al atardecer bañándose en el agua salada del mar y viajas con él hasta el fondo. Al volver a salir del agua podrás ver otro cielo, otra tierra llamada Nihil (que significa Nada en latín) un lugar diferente al cualquier otro, en el que viven diferentes criaturas. Una sociedad constituida por reyes, magos, hechiceras y plebeyos sin poder. Absolutamente todo depende de la magia, es el pilar fundamental de los Nihilianos. Es un lugar que estaba medianamente en paz excepto por la guerra que seguían teniendo sus reyes, que aún buscaban aniquilar a una raza muy antigua de brujos, pero muy poderosa.
Una noche, una batalla eterna, millones de muertes y un nacimiento.
Había nacido una pequeña niña con de la cual dependerían muchas cosas. La recién nacida se encontraba cubierta con una manta, su madre había volado lo más lejos que pudo para poder dejarla a salvo entre unos arbustos, donde alguien más la encontraría. Eso fue lo último que alcanzó a hacer. Una vieja hechicera había hecho un trato con ella, llevaría a la pequeña a otro lugar, donde no la pudiesen encontrar hasta que fuera necesario, un lugar llamado Tierra. La anciana iba con una capa café claro, levantó la canasta con cuidado y miró a la niña que se encontraba en su interior.
-Bienvenida a la vida Kiamoura – La pequeña solo la miraba con sus ojos color violeta y movía sus orejas de gato. La hechicera acarició la cabeza de la bebé, de sus manos salió una luz azul. –Es lo más que puedo retrasar el crecimiento de tus orejas, cola y alas. Espero que después puedas hacer esto tu sola, bueno partamos antes de que se nos haga tarde. –Tomó la pequeña canasta y se subió a su escoba. Llegó hasta el horizonte, sacó a la pequeña, se tiró al agua y nadaron hasta el fondo. Llegaron a la tierra, la viejita nadó hasta la orilla donde dejó a la niña.
Una señora la encontró horas más tarde cuando la hechicera ya había desaparecido, la tomó en sus brazos y la llevó a casa. La mujer tenía seis hijos más, no le apetecía alimentar otra boca, pero una voz le decía que tenía que llevarse a la bebé de todos modos, era como un hechizo, ella solo obedeció y entró a su casa.
-¿Qué traes en tus brazos? –le preguntó el marido-
-Es una bebé, se llama Kiamoura –Él la miró preocupado-
-¿Qué haremos con ella? –La mujer se encogió de hombros-
-Cuidarla –Él al verla tan segura no dijo nada en contra. Los siguientes años fueron mejores para esa familia, casi por acto de magia salieron de la pobreza, todo estaba bien, Kiamoura cumplía tres años ese día, al parecer el hechizo no duró lo suficiente porque sus orejas gatunas reaparecieron, su madre adoptiva fue a verla y quedó impresionada.-
- ¿Qué es esto? Nadie lo tiene que saber. –dijo tocando con cuidado las orejitas de la niña, no le prestó mucha importancia, porque podía ocultarlas fácilmente colocándole un gorro. Nadie lo sabía aparte de esa mujer, su marido no se había dado cuenta y sus hijos no le prestaban atención a la niña. Pero unos años más tarde cuando la pequeña cumplió los doce y su cola reapareció la mujer se escandalizó.-
- ¡¿Qué eres?! Eres un monstro, un pequeño adefesio –le dijo a la niña sin ningún cariño.. Al escuchar los gritos se acercó el marido y miró incrédulo.-
-Esta niña no es común, siempre supe que no tenía algo bueno –La pequeña solo miraba el piso, ese día sus supuestos padres la dejaron abandonada en un departamento, le dijeron que el desayuno y el almuerzo se lo darían en el colegio y que ellos pagarían el arriendo del lugar. Ella jamás volvería a vivir con ellos porque no la querían en casa, le tenían miedo. Lo del arriendo duró un par de años hasta que cumplió la edad suficiente para trabajar con el permiso de sus padres, ese fue su reglo de los 15 un papel diciendo que ya podía mantenerse sola y que ya no tenía ninguna unión con su familia.