Capitulo 7. La Encerrona

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En la calle principal del pequeño pueblo, estaba situado el pub al que solían acudir los estudiantes después de la universidad. Allí se despejaban, se reunían con otros estudiantes y como no, bebían y  se lo pasaban bien. Uno de los camareros se dirigía hacia allí a paso rápido, no es que llegara tarde a su trabajo, tenia la mente ocupada en otro lugar, y lo que mas deseaba en ese momento era ponerse tras la barra y distraerse poniendo copas y hablando con los clientes.

Samuel entro como una exhalación en el recinto, no dejaba de pensar en lo que le había llevado a besar a la enigmática chica que tenia como compañera en la librería.  No sabía como definirla, físicamente era atractiva, no era delgada como las chicas que solían tontear con él, tenia buenas curvas y en el sitio exacto. Tenía un carácter afable y a la vez retraído. Samuel creía que la forma de ser de la chica, era por ser nueva en un pueblo donde solo conocía, a su padrino y su nieta. Lo que realmente le  ponía nervioso, eran los sentimientos que ella le hacia tener. Era como una atracción-repulsión al mismo tiempo, lo que confundía al chico en gran manera.

Entro rápidamente al almacén sumido en sus pensamientos. Ni si quiera saludo a sus compañeros como hacia siempre. Su jefa noto el estado de ánimo de su empleado y fue tras él.

— ¿Donde están tus modales?­— bromeo su jefa. Era una mujer bajita, pero con un carácter fuerte.

— ¿Qué?—la mujer había pillado por sorpresa al camarero, que no la había oído. — Perdona estaba en mi mundo. Ya me conoces tengo muchas cosas entre manos, enseñar a la ahijada de Marco en la librería, estudiar que los exámenes están al caer. Te pido disculpas por mi comportamiento.

La dueña del bar, frunció los labios y lo miro a los ojos unos segundos con detenimiento.

—Es por una chica, ¿verdad? ¿Es por tu nueva compañera?

— ¿Cómo lo sabes?

—Te queda mucho que aprender de las mujeres— se rio con una gran carcajada— somos muy intuitivas. Además no debes olvidar que también soy madre. Háblame de esa chica, en el pueblo no hace mas que hablar de ella.

—Entonces supongo que ya tendrás bastante información.

—Menudencias. Sobre todo cuentan lo guapa que es. Yo quiero saber como es ella por dentro no por fuera.

—No sé que decirte, solo la he visto dos veces, cuando Marco me la presento, y hoy. Y ahora no se si la volveré a ver. La he cagado.

— ¿Qué has hecho esta vez?—no entendía que podía haber hecho para estar tan afligido.

—La bese—. Era tanta la vergüenza del chico que no era capaz de mirar a los ojos a la mujer que tenia delante. Lo último que quería era decepcionarla.

—Eso no tiene nada de malo, o ¿es que besas tan mal que la espantaste?

Samuel miro a su jefa. La mujer intentaba aguantar la risa apretando los labios fuertemente. Aun así, la comisura de sus labios se curvaban hacia arriba, al final tuvo que ponerse la mano en la boca para amortiguar el sonido de su risa.

— ¡No tiene gracia, mama!—. En ese preciso momento lo único que hubiera hecho feliz a Samuel era que se abriera el suelo bajo sus pies y se lo tragara la tierra. Sus mejillas se tiñeron de rojo, su madre no se había enfadado con él, al contrario se reía de él. Resulta patético—pensó.

—Haber dime, ¿Qué paso exactamente?

El chico le contó todo lo que había pasado ese día. Desde el momento en que la encontró sentada en uno de los pasillos de la librería rodeada de libros, hasta el momento en que salió corriendo después de besarla.

Historia de un nefilimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora