Capitulo 10. La extraña sombra

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En la parte más antigua del pueblo se encuentra el edificio Roquet. Años atrás aquel lugar había sido el hogar de innumerables familias, pero ahora se encontraba abandonado y  estaba completamente en ruinas. Los lugareños evitaban pasar por allí, pues estaban convencidos de que en cualquier momento la construcción se vendría abajo. Aun así, en el primer piso, una de las casas estaba siendo habitada.

La sala principal estaba totalmente a oscuras, salvo por el resplandor de la televisión  que dejaba ver el contorno de un hombre sentado en un viejo sillón de orejas.  No había más mobiliario que ese. En la pantalla se veía al hombre del tiempo dando el parte para esa semana. En los próximos días bajarían las temperaturas, acompañadas de un frente ventoso.  El volumen era tan bajo que casi no se distinguían las palabras del meteorólogo. Al terminar las noticias, el hombre sentado en el sillón se levanto  y tras apagar el televisor, se dirigió hasta la puerta y salió a la calle.

Alina se despedía de los últimos clientes de la tarde. Estaba tras el mostrador de la librería, repasando la caja cuando la campanilla de la puerta volvió a sonar, avisándola de la llegada de un nuevo cliente. Al levantar la vista sus ojos se encontraron con un hombre alto, de aspecto extraño. Solo podía verle los ojos de un azul intenso. El resto de la cara quedaba oculta tras un viejo abrigo negro, que cubría todo su cuerpo hasta los tobillos. El atuendo del hombre no le resulto raro. Durante el día, había observado como el viento golpeaba con fuerza los carteles de las tiendas. Tras un incomodo silencio, la nefilim se recompuso del mal estar que ese extraño le había producido y amablemente le atendió como a cualquier cliente.

—Buenas tardes. ¿Puedo ayudarle en algo?

El extraño la miraba fijamente. Dio unos pasos hasta estar frente a ella y con una voz dulce y seductora, que sobresalto a Alina, por fin hablo.

—Estoy buscando un viejo manuscrito. Me han dicho que podría conseguirlo aquí. La caída del primer Dios, es del siglo XV.

—Un momento por favor, lo comprobaré en el ordenador. ¡Parece que esta de suerte, lo tenemos en la trastienda! Iré a buscarlo—. Sin perder un minuto, se dirigió a buscar aquel manuscrito. Por alguna extraña razón ese hombre la ponía nerviosa, y el hecho de que buscara ese manuscrito, la incomodaba aun más.

En diez minutos la nefilim volvió al mostrador, cargando con una caja rectangular de madera de nogal. En su interior se guardaban las valiosas páginas, en las que un escritor anónimo, había escrito la caída de lo que los antiguos hombres llamaban un Dios. Alina sabia que en realidad contaba la historia de un arcángel que embriagado de poder, quiso desestabilizar la vida de los humanos, dejando a los demás arcángeles con la única opción de deshacerse de él.

—Este manuscrito no esta a la venta, deberá dejar una fianza. Después de una semana tendrá que devolverlo—su voz era apenas un susurro. No era capaz de mirar a los ojos a aquel hombre. Sentía que su mirada penetraba en lo mas hondo de su ser, pudiendo ver dentro de ella. — ¿Puedo preguntarle para que lo quiere?—pregunto tímidamente Alina mirándole por fin a los ojos. El hombre seguía tapado por su abrigo, solo dejando ver su espesa cabellera oscura y sus intimidantes ojos del color de los zafiros.

—Soy profesor en la universidad, los quiero para preparar una clase. ¡Los devolveré el viernes sin falta!—dijo secamente.

—Debo tomarle los datos, y tiene que firmar un seguro. En caso de que al manuscrito le pasara algo usted será el único responsable.

Del bolsillo interno del abrigo saco una cartera, y de allí un DNI. Se lo entrego a Alina, y mientras ella metía sus datos en el ordenador, la contemplo sin ningún pudor. Al cabo de unos minutos, la impresora empezó a emitir un ruido ensordecedor. Alina se acercó hasta el aparato, recogió una hoja y le extendió el documento para que lo firmara.

—Muy bien señor Montalvo, serán setenta euros.

— ¡Por favor!, llámeme Marcelo—.Dijo el hombre mientras le entregaba un par de billetes. Seguía estudiándola con la mirada. En ningún momento dejo de observar su rostro.

—Muy bien, esto es todo por ahora. Nos veremos el viernes. ¡Suerte con sus clases Marcelo!

—Gracias, hasta el viernes Alina—. Y sin más, se acomodó la caja bajo el brazo, se dirigió a la puerta y salió a la transitada calle.

La nefilim se quedo estática  tras el mostrador. A través del ventanal de la tienda veía a la gente dirigirse hasta sus casas a toda prisa, sin duda para resguardarse del vendaval. En su mente rememoraba cada segundo pasado con el extraño hombre, repaso cada palabra dicha. En ningún momento le dijo cual era su nombre. ¿Cómo pudo saberlo él? No dejaba de preguntárselo. El pueblo no era muy grande, y la llegada de Alina había sido muy comentada. Seguramente, el tal Marcelo habrá escuchado mi nombre por ahí—se intentaba convencer a si misma.

Tras colocar los últimos libros en sus estantes correspondientes y apagar las luces de la tienda, Alina conecto la alarma de seguridad y cerro la puerta con llave. Era el primer día que atendía la librería ella sola. Samuel se había quedado en su pequeño estudio para estudiar. Estaba satisfecha consigo misma. No había tenido ningún percance por el que tuviera que pedir la ayuda de Marco. Contemplaba la desolada calle con una gran sonrisa, había sido un día productivo y tranquilo. En ese momento el recuerdo de unos intensos ojos azules ocupó sus pensamientos. Marcelo la inquietaba. Quizás el hecho de no haber visto su cara era lo que la intimidaba. En seguida recordó el manuscrito. No, sin duda eso era lo más inquietante. ¿Por qué un profesor de universidad querría ese manuscrito? ¿Como podría este ayudarle? ¿De que iban sus clases, para que le hiciera falta? Ni siquiera le pregunto que asignatura enseñaba. Se prometió así misma que el viernes no desaprovecharía la oportunidad de solventar sus dudas. El viento arremetió con fuerza revolviendo y enredando su cabello suelto, trayéndola de nuevo a la realidad. Se aferro a su chaqueta y emprendió el camino de vuelta a la casa de las afueras, su nuevo hogar.

En la cornisa del edificio de enfrente se cernía una extraña sombra. Mientras Alina se alejaba por la calle, la sombra cambio, dejando ver la silueta de un hombre de pie. Saltaba de un edificio a otro con facilidad, incluso con elegancia. Siempre en paralelo al camino que hacia Alina. Al llegar al final de los edificios, la nefilim siguió su camino, mientras su desconocido acompañante la acechaba desde lejos.

 A pesar de la gran distancia que le separaba de ella, sus ojos pudieron ver como entraba en la mansión. Incluso pudo oír el saludo afectuoso entre la nefilim y la niña que ahora vivía con ella. Paso varias horas encaramado al tejado del último edificio del pueblo. Sus sentidos siempre fijos en aquel caserón que ocultaba y protegía a Alina.

Ya era noche cerrada, las farolas de las calles hacia horas que estaban encendidas, y como había predicho el meteorólogo las temperaturas bajaron, dejando al pueblo sumido en un frio casi invernal. Por fin aquel extraño se resigno. Dando un pequeño pasó al frente, descendió con presteza desde lo alto del edificio hasta la acera de la calle. Hecho a andar de vuelta al pueblo, el viento agitaba su largo abrigo, mientras bajo el brazo portaba un objeto muy valioso. Una caja de madera de nogal.

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¿Quien sera en realidad Marcelo?



A los que os he dejado esperando para saber mas de esta historia, os pido disculpas. En estos momentos No tengo mucho tiempo para sentarme con tranquilidad a pensar y a escribir. Me han cambiado los horarios del trabajo, asi que nunca se cuando puedo ponerme frente al ordenador.

Gracias por leer. Un abrazo

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⏰ Última actualización: Oct 10, 2012 ⏰

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