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"Era el escape perfecto y la huida de la prisión

La luz de la libertad estaba en mi rostro

Pero tú no estabas pensando

Y yo sólo estaba bebiendo"

Cuando regresé a Nueva York, pasé del paraíso al mismísimo averno. Busqué a Taylor en el estudio de grabación, pero ella no me recibió con cariño. No. Tuvimos una larga charla, en donde coincidimos en que, valga la redundancia, no coincidían nuestros tiempos y eso solo acabaría con nuestra relación. Lo nuestro terminó. Lo terminamos, antes de que los problemas nos consumieran y también acabaran el cariño que nos teníamos, muy aparte de nuestro noviazgo. Entonces oficialmente era soltero; la prensa no lo sabía y por lo tanto el mundo tampoco, pero Taylor (y seguramente sus amistades y seres cercanos también) y yo sí. Pasaron tres días en donde estuve en contacto con Chris, pero no me atreví a decirle lo ocurrido con Taylor.

Hablábamos de otras cosas, como el trabajo, sus niños (los cuales, por cierto, preguntaban por mí. Eso me sorprendió tanto como me espantó), cuándo nos veríamos (resulta que volvería a Nueva York cuando Elsa volviera de su retiro, o sea, en una semana) y también, coqueteábamos. Así pasaron los días, a veces dejábamos los mensajes y hacíamos llamada o videollamada. Todo eso me distraía del hecho de que Taylor y yo ya no éramos pareja. O quizá solo no podía aceptar que Chris me hacía feliz.

Llegó el día en que Elsa volvió y en esas 24 horas no recibí un mensaje de Chris. Una parte de mi estaba preocupado (y triste de no escucharle o leerle, maldita sea), pero otra pasaba por mi mente la posibilidad de que se hubiera reconciliado con ella y que esto acabaría. Fue entonces cuando ya por las once de la noche, recibí su primer mensaje en todo el día: Elsa quiere reanudar nuestra relación, salvar nuestro matrimonio.

Mi corazón latió con fuerza, pues al parecer todo este teatrito de amantes terminaría. ¿Latía con aquella velocidad de felicidad o de dolor? La primera respuesta era la más sencilla y por eso me convencí de ella. Pero entonces siguió escribiendo. Hacía eso de escribir y borrar, escribir y borrar, hasta que envió un mensaje conciso: Pero yo no quiero. Yo ya no la quiero. Sería mentir ¿no?

Y parecía que el mísero destino se encargase de enviarme indirectas. Mentir. Eso he hecho desde la fiesta en que hubo primer contacto romántico con aquel rubio. Y seguiré haciéndolo si él no cambia de idea. Entonces se desató una conversación por mensajes, pues decidí responder

T: ¿Por qué no? Entiendo que creas que ya no la quieres, pero si ella quiere intentarlo es por algo. Las mujeres son seres increíbles que la mayor parte del tiempo son más listas que nosotros. ¿Por qué no intentarlo? Igual y vuelves a caer enamorado de ella

C: No Tom, está vez lo siento. Ya no la amo

T: Pero, piensa en tus niños. Creo que estarían mejor con su familia tal como están acostumbrado

C: Pues lucían más cómodos contigo de lo que lo están ahora. Han estado haciendo berrinche por cualquier cosa todo el día y su madre insiste en darles lo que piden en vez de ponerles un alto y que entiendan que no pueden tener todo cuando quieran. De verdad, ella y yo ya no congeniamos

T: Ella aún está enamorada de ti, por eso pide que lo intenten ¿De verdad le vas a negar la oportunidad siquiera?

C: Es que yo ya no estoy enamorado de ella. Yo estoy enamorado de ti

Aparté el teléfono y estoy casi seguro de que no contesté nada por cinco minutos o más. Solo veía la pantalla y analizaba una y otra vez el mensaje, intentado encontrar la broma o que haya leído mal. Pero no, si era real, en todos los sentidos. Comencé a sentir pesada mi respiración. Él seguía en línea. Hice eso que tanto me molestaba de escribir y borrar, pues no hallaba que decir: No Chris, no seas idiota. Estás loco. Entiende que lo nuestro no es amor, solo estamos buscando un escape. Te odio. Entre tú y yo no hay futuro, acéptalo. Yo también lo estoy de ti.

𝙶𝙴𝚃𝙰𝚆𝙰𝚈 𝙲𝙰𝚁 - HiddlesworthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora