10. Advertencia.

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—¡Robert!, ¿dónde demonios has estado metido?

Jordano Sadrech, editor en jefe de la revista Mitos y Leyendas, se encontraba frente a su puerta. Robert aún se sentía confundido y la visita de su amigo le desconcertó todavía más.

—¿Qué haces aquí? —preguntó mientras se hacía a un lado y le dejaba pasar.

—Debes entregarme tu artículo en dos días, Robert, y no has llamado desde hace... ¿dos semanas?, o algo así —dijo mientras se acercaba al amplio escritorio —¿Qué son todos estos libros?

Había un libro que estuvo leyendo y un par que revisó nuevamente, a pesar de que ya los había leído. La frustración de no poder dar respuestas a Zarina, más que a Nyx, estaba molestándole. El hada de largo cabello blanco necesitaba su ayuda y él no se la estaba proporcionando.

—Investigación. —respondió simplemente. —¿Café?

—Sí, tanta cafeína como sea posible.

Robert se dirigió a la cocina y colocó el agua sobre el fuego. Mientras esperaba que comenzara a hervir, recordó nuevamente su sueño. Él sabía que Zarina iba al Reino, específicamente al hogar de las Damas Blancas, por lo que tenía sentido que su inconsciente le llevara ahí. No obstante, le confundía. El hada del sueño, Kerimin, hablaba sobre un humano, hijo de un hada, al que Zarina ya había encontrado. A menos que Zarina ocultara algo, él debía ser ese humano, pero su madre no se llamaba Elkien y definitivamente no era un hada. Así que, ¿por qué soñaba eso?, ¿tan mal estaba su cabeza?

—... ¿Me estás escuchando? —Jordano sonaba irritado.

—¿Disculpa?, voy despertando, dame algo de crédito.

—Te preguntaba dónde has estado. —Metiendo las manos en los bolsillos del caro pantalón, su jefe tomó asiento en la mesa, justo al lado de donde Zarina había tirado el huevo.

—Aquí. —respondió Robert y sacó el agua del fuego.

Preparó el café y lo sirvió en dos tazas, dejando el azúcar al alcance de Jordano. Él lo prefería solo.

—¿Por qué no has llamado?, pensé que habías muerto. —comentó mientras echaba dos cucharadas al café.

El azúcar no hacía más que joder el brebaje.

—Ya has visto que no estoy muerto.

—Bueno, ¿qué has estado haciendo?, espero hayas estado trabajando en el artículo. —dijo y bebió del café para luego hacer una mueca de asco. —Dios, es asqueroso.

—Así es como me gusta. Pensé que también querías tanta cafeína como fuese posible.

—Tanta como fuese posible, sin que me lleve a un infarto. ¿De qué será tu próximo artículo? —preguntó, mientras dejaba la taza en la mesa, alejándola de él.

Robert sonrió disimuladamente.

—Hadas.

—¿Has dicho hadas? —Jordano acomodó las solapas de su traje de diseño y se recostó en la silla.

Su jefe tenía dinero, más del que Robert podía llegar a soñar, y seguía con la revista aunque podía hacer mucho más. Pero él no se quejaba, mientras Jordano le pagara por hacer lo que le gustaba.

—Ya las he trabajado antes. ¿Por qué no ahora?

—Porque antes sólo las has mencionado, nunca has hecho un artículo completo. Como sea, confío en ti. —Se encogió de hombros y miró a los lados, con inseguridad. —¿Has recibido una llamada?

Destellos de un hada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora