5. La flor distinguida.

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Dejando de visualizar su forma humana para volver instantáneamente a su etérea figura, cruzó el portal, que se cerró a su espalda de inmediato.

El Gran Prado lucía colorido ante ella, las flores crecían por doquier y el reluciente cielo iluminaba cada rincón. Donde comenzaba el Bosque Esplendoroso, se veían animalitos rondando y el brillo de las hadas reales. Tuvo que usar sus alas para evitar la briza que amenazaba con arrastrarla.

Las hadas visitantes tenían prohibido aventurarse más allá del prado; ganas de romper las reglas no faltaban, pues la incitante armonía que se respiraba en el Gran Prado era suficiente para querer volar y explorar lo que había más allá.

Como si pudiese escuchar sus pensamientos, Titania se mostró ante ella. Era alta, los rasgos de su rostro invisibles tras una luz cegadora. Un aura azul la envolvía, del mismo color de la tinta en sus cartas. Una cascada de seda caía hasta el suelo, probablemente lo único material que lucía Titania. Zarina conocía la bondad y amabilidad de la reina, pero también lo implacable que podía ser con aquellos que querían dañar a su pueblo, como Oberón.

—Zarina, bienvenida. —dijo con una voz electrizante y fantasmal, que no parecía provenir de ella. —Sabrás lo que sucedió conmigo, por qué me muestro de esta manera.

Zarina había escuchado los rumores de las hadas sobre la forma de Titania, el por qué estaba obligada a permanecer así. No obstante, sólo su madre le había contado la verdad: Titania, tras serle infiel a Oberón, fue maldecida. Jamás podría volver a tomar su figura feérica.

—Sabrás, además, que Oberón no se conformó con hacerme esto. Quiere destruir nuestro pueblo, Zarina.

Limitándose a escuchar, Zarina evitó mirarla directamente a donde se suponía debían estar sus ojos y se concentró en la seda.

—Tu madre es una guerrera, bendecida con todos los elementos, don que llegó de mi mano. —La luz espectral de Titania se alejó, deteniéndose en la línea que daba comienzo al Bosque Esplendoroso. Un grupo de hadas la envolvió, los pequeños puntos luminosos aunándose al brillo de la reina. Minutos después, Titania se acercó nuevamente.

—Zarina, como hija de Ellyllon, tu destino es detener a Oberón. 

Inexplicablemente, el aura azul que rodeaba a Titania se envolvía alrededor de un diamante en forma de prímula. Una reliquia. Mirándolo con miedo, dio un paso atrás.

—Creo que se equivoca. —dijo sin quitar la vista del diamante.

Cuando salía del Bosque Esplendoroso, el hada a la cual le había sido otorgado tenía la responsabilidad de custodiarlo. Si el diamante caía en las manos equivocadas, las consecuencias podían ser catastróficas.

Ante el silencio de Titania, Zarina siguió:

—De mis hermanas, soy quien menos controla sus poderes. Puedo causar una deforestación, aunque mi intención haya sido hacer crecer un árbol. Puedo causar un tsunami, aunque mi intención haya sido saludar a una sirena. Titania...

Un refinado y glorioso sonido agitó el aura de la reina; estaba riendo.

—Eres la única, de todas las hadas que he conocido, que me llama Titania. Ni siquiera mi propia hija lo ha hecho. —Zarina no respondió, sin saber si eso era bueno o malo. —Confía en mí, eres adecuada para detener a Oberón.

—¿Cómo voy a hacerlo? —preguntó con sus ojos abiertos en pasmo. —Mis hermanas jamás han dejado que ayude con los problemas, ¿cómo cree que puedo detener a Oberón?

—Ya lo sabrás. Por ahora, todo lo que necesitas saber es que Robert Lander te ayudará a encontrar la ubicación de Oberón; la ha estado buscando.

Destellos de un hada ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora