Capítulo 5.

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"Le clavaron las espinas y brotaron rosas de amor. De amor propio" 

Ismael Gómez.

Óscar.

—Esto no puede ser —dejé el folder con la información. Resoplé molesto y me dirigí a mi equipo —. ¿Qué demonios pasó aquí? —les pregunté molesto. Estaba demasiado molesto con todos. De nuevo una operación había salido mal, era la segunda ocasión en menos de un mes que dos operaciones bien planeadas habían salido mal.

Ellos solo me miraron, se miraron y todos bajaron la cabeza.

—¿Cómo demonios se les pudo haber escapado? Esto es inaceptable.

—Óscar ellos tenían ya un plan para este tipo de cosas, no son tontos.

—¡No carajo, no! Pero creí que nosotros lo seríamos más. Digo al menos eso pensé.

—Chicos ya váyanse, Óscar está un poquito enojado así qué...

—Tú no te metas David, este no es tu asunto —lo señalé con un dedo. Mis hombres salieron de la oficina que compartía con David.

—Ya, chicos ya se pueden ir —miré a David con ganas de matarlo, aunque no lo haría, no ahora.

—No puedo creer que ese cabrón se haya salido con la suya y otra vez se haya escapado.

—Así es esto Óscar, no siempre vas a atrapar al malo.

Me di la vuelta y apreté los puños. Me daba una rabia inmensa el que ese cabrón estuviera afuera, con todo lo que había hecho semanas atrás y todo lo que seguía haciendo. Pero en este país lo que más abundaba era la delincuencia, políticos que encubrían a los delincuentes, la policía y hasta la misma federal que recibían grandes cantidades de dinero por encubrir a los narcotraficantes. Militares aprovechándose de su puesto solo para lastimar a la gente. México era un criadero de ratas, había personas buenas sí, pero eran más las malas que hacían cosas horribles por dinero. Las buenas siempre se llevaban la peor parte.

—No siempre vas a poder detener la maldad que existe en este país, menos en el mundo.

—Solo quiero detener a Valentín Dávalos, solo eso —solo recordar a ese maldito y pronunciar su nombre ya me daba asco, hasta sentía la bilis subirme por la garganta.

Valentín Dávalos era uno de los narcotraficantes más grandes y poderosos de todos, no solo tenía gente en México, sino en América latina, él y Salvador Vega habían creado el cártel del norte, pero cuando Salvador murió Valentín se llevó a mucha gente de Vega con él, Valentín empezó a reclutar gente, a llevarse niños de sus casas para que trabajaran para él, secuestraba ingenieros y trabajadores de la construcción para que le hicieran sus casas y los túneles por los cuales transportaba su mercancía de México a Estados Unidos, después los mataba. Se llevaba doctores para curar sus heridas; después los mataba.

Tenía la red más grande de trata de blancas de toda la república, sus negocios iban desde venta ilegal de armas hasta venta de marihuana, cocaína y estupefacientes.

Atraparlo era un gran reto, uno que me propuse el día en el que mataron a mi hermano frente a mis ojos. Cuando obligaron mis papás a irse del país por las constantes amenazas que recibían y por el intento de asesinato de mi papá.

Tenía que acabar con Valentín Dávalos, tenía que meterlo a prisión y de ser posible matarlo si era necesario, haría todo lo que fuera por sacar a esa porquería las calles. Lo que fuera.

—Ya no quiero saber nada —me dí la vuelta.

—Vamos a comer mejor. Muero de hambre —miré por encima de su hombro su lugar de trabajo y tenía algunos desechables con restos de comida.

Mi vida en tus manos (COMPLETO) (SIN EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora