Capítulo 38.

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Romina.

Me sentía rara al dejarlos en ese departamento y ahora estar entrando en otro de la mano de Óscar. Pero la verdad es que se sentía tan bien saber que nosotros estábamos bien y que íbamos a empezar algo que los dos queríamos.

—¿Estás bien?

Óscar cerró la puerta detrás de mí. Me di la vuelta hacia él y dejó mi maleta a un lado de la puerta.

—Sé que puede ser difícil para ti...—lo interrumpí antes de que dijera lo que iba a decir.

—Contigo es con quien yo quiero estar, Óscar, y eso es lo único que importa —me acerqué a él.

—¿Estás segura?

Asentí con la cabeza.

—Como que hoy es sábado —sonrió un poco y dio un paso cerca de mí.

Quedamos tan cerca que podía sentir los latidos de su corazón cerca de mi pecho. Era cómo si nuestros latidos estuvieran sincronizados.

—No me dejes —me pidió de nuevo, con la voz temblorosa y rota —. Yo...no soportaría que me dejaras. Mi corazón no lo va a poder soportar.

Su voz era un hilo y mi corazón se estaba rompiendo poco a poco.

Me sentía tan culpable por aquellas palabras. Por saber que yo había sido la causante de lo que le sucedía y que tenía tanto miedo de que yo lo dejara. Me sentía la peor persona del mundo.

—No te voy a dejar, Óscar. Nunca lo haría, te necesito más que a nada en este mundo y no podría vivir sin ti.

—¿Me amas? —una de sus manos subió a la altura de mi mejilla. Asentí levemente ante la pregunta que me había hecho.

—Te amo demasiado.

—¿Lo juras?

¿A qué vienen estas preguntas?

Levanté una ceja.

—Lo siento —negó con la cabeza —. Es solo que...tengo miedo que todo sea falso, otra vez.

—Te voy a demostrar que eso no es cierto. Yo te voy a cuidar y voy a arreglar todo lo que destruí y te haré saber que te amo más que a nada y que por ti estoy dispuesta a dar mi vida.

—No digas eso —tomó mis manos entre las suyas y les dio un beso a cada una —. No hables de muerte. Ahora que te encontré no quiero perderte de nuevo.

—Eso no va a pasar, nunca —me puse de puntitas y le di un beso en la mejilla.

Lo abracé y lo apreté a mi cuerpo para poder sentir el calor de este cerca del mío. Lo había necesitado tanto y no me había dado cuenta.

—No me vas a perder, Óscar, nunca me vas a perder.

Era una promesa que iba a cumplir a cómo diera lugar.

****

Acomodé la ropa que había llevado. Óscar me hizo un lugar en su closet, estaba muy feliz porque íbamos a dormir juntos y yo lo estaba más porque él me había perdonado y ahora estábamos bien. No podía pedirle nada más a la vida.

—...y cuando perdí a mis padres, Salvador Vega me encontró en la calle. No tenía ropa, no había comido mas que lo poco que encontraba en los botes de basura o lo poco que las personas me daban. Tenía frío y creí que iba a morir ahí, sola, cómo un perro de la calle. Después, cuando él me encontró me llevó a su casa, me dio de comer, me dio ropa y me crió cómo a su hija.

»Antonio me cuidó, me ayudó a entrenar y me enseñó todo lo que él sabía. Lo único que pedían era fidelidad, una hija y una hermana. Solo eso y nada más. Al principio no sabía a que se dedicaba Salvador, pero después no me quedó de otra que aceptarlo. Él me había dado todo y nunca me pidió nada que yo no pudiera hacer. Me volví su cómplice y empecé a trabajar con él y para él. Sé que he hecho muchas cosas malas y que he matado mucha gente inocente pero es lo único que conozco, Óscar, la maldad.

Mi vida en tus manos (COMPLETO) (SIN EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora