Capítulo 41.

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Óscar.

Caí rendido a su lado, con el pecho agitado y la garganta seca por tanto esfuerzo. Mis piernas aún temblaban y mis brazos ya no tenían la fuerza suficiente para sostenerme. Mi frente estaba cubierta de sudor y mi estómago se contrae en espasmos que recorren todo mi cuerpo.

Jadeé abriendo los ojos y solté un jadeo cansado. Volteé a verla y su sonrisa se ensanchó tan grande que pude ver sus dientes blancos.

—¿En qué piensas?

—En que otra vez no nos hemos cuidado —suspiró.

Levante la sabana dándome cuenta que ella tenía razón. Nos habíamos dejado llevar por la pasión y el deseo, que olvidamos, una vez más usar protección.

—Mierda —me llevé una mano a la frente.

—Tú tienes la culpa que no pueda pensar bien —se justificó. No podía creer que ella me estuviera diciendo esto.

—¿Disculpa?

—Sí. Qué tú tienes la culpa de esto porque eres demasiado sexy e irresistible.

—Oh, disculpa por mojar tus bragas.

Rodó a mi lado y puso su mano encima de mi estómago.

—¿Alguna vez has pensado en ser padre?

—Sí —ella volteó a verme —. Hace algunos años me iba a casar.

—¿Qué? —se puso a horcajadas encima de mí.

Sus pechos estaban desnudos, al igual que todo su cuerpo. Su cabello corto estaba despeinado, sus mejillas tenían un tono rosado que la hacía verse muy hermosa. Puso sus manos en mis hombros. Sus ojos abiertos.

—¿Qué dijiste?

—Me enamoré, o eso yo creía. Éramos muy jóvenes, apenas tenía veintiún años y pensé que ella era el amor de mi vida. Pero me equivoqué. El día de la boda no llegó, me dejó plantado en el altar y solo me dejó una nota diciendo que lo sentía mucho pero que eso no era lo que ella quería: ser esposa y madre tan joven.

—Que estúpida —murmuró con el ceño fruncido.

—Pasó y olvidé su existencia. Desde que la conocí supe que quería ser padre joven, que quería tener muchos hijos y ser un buen esposo, así cómo lo es mi padre.

—¿Muchos hijos? —levantó una ceja.

—Los que tú quieras —sonrió —...solo si tú quieres.

Se hizo un silencio sepulcral en la habitación. La había cagado. Mucho. Demasiado.

—Yo no sé si pueda darte hijos, Óscar —se bajó y se sentó en la orilla de la cama.

—Lo siento, lo siento tanto.

Jale la sabana y me cubrí con ella.

—No quise decir eso. No pensé.

Me senté a su lado y con mi brazo rodeé sus hombros desnudos.

—Tú quieres hijos, Óscar, y yo no puedo dártelos. No puedo darte hijos —su voz se rompió —. Nunca vamos a tener una familia porque no podré ser madre.

—Ya somos una familia —volteó a verme con unas cuantas lágrimas en los ojos —. Tú, Miko y yo —sonrió.

—Sabes a que me refiero.

—Lo sé —apoyó su cabeza en mi hombro —. Pero ya somos una familia, cariño. Además hay muchas alternativas para poder tener un hijo, la adopción es una de ellas.

Mi vida en tus manos (COMPLETO) (SIN EDITAR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora