Si recuerdo bien...

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~Si, si lo recuerdo bien, nos alejabamos de la tempestad que había ocurrido y próximamente se acrecentaría, mientras "Melannie" se movía y gritaba tanto como las cuerdas entre sus piernas, espalda y brazos, además de la cinta gris y gruesa, le permitían.~

~Avanzamos entre la oscura carretera que se encontraba al lado de lo que parecía ser una zona de prestigio, minutos después las pocas laderas verdes, iluminadas por un tenue brillo de luna menguante se iluminaban de parpadeantes, azul y rojo entrelazándose, mientras mi padre continuaba sonriente, la media hora transcurría pasivamente, de fondo sólo había en la radio una tranquila canción tocada por algún violinista que desconocía, al mirar atrás solo veía una niña que no sabía más que llorar en ahogado silencio.~

Jhon: Tranquila, ya casi llegamos.

~Decía mi voz cada cierto tiempo, eran palabras cualquiera que diría un inocente y emocionado niño el que trataba de tranquilizar a su hermano menor con palabras alegres.~

Jhon: También vas a conocer a mi mama.

~Pasando el mismo tiempo que habíamos hecho de camino en ida, estábamos en casa, mi padre levantó con facilidad el cuerpo de esa niña rubia, minutos más tarde me encontraba ayudando a mi padre a colocar esas viejas correas de cuero, unidas por una oxidada cadena de hierro, la primera serie de amarres estaba dirigida a cuñas que habían en el suelo, estas para que no pudiera levantar las rodillas del suelo, los demás sostenían en el aire, arriba de su cabeza sus brazos a otras cuñas que hacían de poleas en el techo, la posición en general era similar a el antiguo método de tortura del que leí en uno de los muchos libros de papa, llamado "Cigüeña" pero mucho más simple y aún menos doloroso, Melannie y mi madre estaban mirándose de frente en la misma posición, parecía que entre ellas se compadecen con solo la mirada, mientras mi padre preparaba instrumentos y herramientas, yo  retiraba la cita de la pequeña boca de mi invitada, antes de que pareciera que gritaría, mi madre movía lentamente su cabeza en señal de negación, pronto se agacho para tratar de llorar, pero parecía que no le quedaban más lágrimas.~

~Parecía que mi padre haría lo de siempre, pero me dio libertad de hacer yo mismo lo que quisiera, y arrastrando un velo negro separó a la vista, el cuarto en dos partes simétricas, empecé a retirarle la ropa con un cuchillo, el que pasaba tan cerca de la piel que cada vez que se movía tan solo un poco, terminaba rasgando superficialmente su piel, ya estando desnuda la miraba y olía de cerca, su piel era clara y brillante, gracias al sudor que recorría desde capas suaves hasta gotas por todo su cuerpo, lo primero que hice fue cortar el tamaño de una regla, la vara de una vieja escoba, astillada y mohosa, la cual introduje de un golpe dentro su pequeño u oscuro ano, naturalmente grito y se movió tanto que desde la base de sus brazos, replicaron con fuerza, después levanté aún más la cuerda, colocando una pesa de alrededor de 20 kilos, estaba sostenida por su cuello con un lazo, forzándola a resistir el peso, si no sus brazo se irían rompiendo a cada momento más.~

~Ya cuando el palo de madera había entrado lo más hondo posible, corte el restante para que no estorbara, coloque en su boca un objeto que mi padre me dio, le llamaba "Pera de al angustia" la cual abrí dentro lo más que pude sin forzar su mandíbula, luego desnudándose, forcé el coito de la misma manera que con el palo, mientras intentaba gritar, coloque aceite en mi pene y en todo su cuerpo, haciendo que resplandeciera a la luz de las velas que nos rodeaban aún más, ahora gracias a este lubricante, entraba y salía con facilidad, mientras mis manos se arrastraban con agilidad y ternura de su espalda a sus pequeños y tiernos pechos, ella suplicaba con palabras incomprensibles, iguales en dolor como las que estaban al otro lado de la habitación.~

~Quien diría que dos jóvenes de salida a la secundaria se encontrarán en esta extravagante escena, así durante todas las tardes, en el lapso de una semana, hasta que su cuerpo y brazos colapsaron, su vagina parecía abrirse como una pera podrida, en sus últimos momentos fueron el sentir su mandíbula siendo destrozada por la poderosa herramienta que estaba en la totalidad de su boca, mientras deje caer una vela encendida sobre su cuerpo, el fuego alcanzó la falsa pared de tela y la deshizo en instantes, mi madre contempló sus últimos quejidos similares a los de una cría de cerdo siendo aplastada bajo un pie, justo cuando mi primera víctima murió, mi padre cortó de base la cabeza de mi madre, en ese momento, ambos salimos del cuarto, dejando que el fuego hiciera su trabajo...~

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