- Malena ¿cuándo me vas a dar una oportunidad? – Pregunta por quinceava vez desde que lo conozco.
Parado frente a mí, de mi misma altura o aproximado -lo que, realmente, no es mucho- me mira a los ojos con la intención de hacerme creer que es una broma cuando, en realidad, sé que lo está preguntando con la vaga esperanza que le responda afirmativamente por, al menos, una vez.
Las respuestas de siempre se agolpan en mi cabeza al instante; “Nunca”, “esperá sentado”, “Dejame de joder”,”¿Por qué no te vas a la mierda?”, “Sos un tarado”, “Te recomiendo desistir. Ya.” Pero por una vez me lo planteo dos veces.
El ámbito en el que estamos, rodeados de todos nuestros amigos, no ayuda a dejarme reflexionar tranquilamente sobre el asunto, porque eso somos: Amigos.
Si me pongo a rememorar, las circunstancias en las que lo conocí no fueran de las más favorecedoras para él. Era una fiesta, dada por una amiga en común. No era algo muy grande, pero había una pista para bailar, alcohol – del cual no consumo- y luces de colores y estroboscópicas, todo aquello en un galpón pequeño con una estufa a leña prendida, que brindaba un calor intenso y sofocante si te parabas al lado, y la noche helada afuera. Un perfecto conjunto de circunstancias para marear los sentidos y confundir. Aunque no fue mi caso.
Nos habíamos reunido en un grupo de amistad un tanto amplio ese día. Habían ido todas mis amigas cercanas, o, al menos, la mayoría, los varones con los que nos tratábamos, aunque la mayoría no podían ser catalogados como amigos, y luego este otro grupo de chicos más grandes que conocíamos de vista vagamente por verlos en los pasillos de la escuela en los recreos del año pasado. Vale aclarar que ninguno de ellos era deslumbrantemente lindo o atractivo, ni siquiera eran populares, aunque algunos se trataban con medio pueblo.
Bailamos un buen rato antes de que la fiesta se apagara y fuéramos todos afuera a descansar del calor sofocante y conversar un poco. Allí fue cuando nos pusimos a hablar en ronda. Nos juntamos todos a escuchar las anécdotas de dos de estos chicos – realmente muy divertidas, por cierto-, y, gracias a todo esto, ya tuve una impresión de sus caracteres. Eran chicos locos, divertidos, irresponsables en algunos sentidos, pero dentro de todo buenos. La escuela les importaba tanto como a mí el ciclo reproductivo del pasto y solían gastarse bromas pesadas, muy pesadas.
El primero; morocho, de altura promedio, delgado. El segundo; Bajito, rubio, bastante pasado de peso. Ambos eran amigos de un compañero que iba conmigo a la escuela, aunque era un año mayor, como ellos, había repetido el año anterior y este año había comenzado a ir con nosotros. El morocho (Ezequiel), de alguna manera había logrado pasar cinco años de secundaria sin hacer prácticamente nada durante las clases y rindiendo todo el curso al final del año escolar. El rubio (David), había repetido el mismo año que mi compañero, sólo que, por temas de trabajo, sus padres se habían mudado a una ciudad vecina y él sólo venía aquí algunos fines de semana y en vacaciones. En resumen, un completo grupo de vagos a los que les gustaba disfrutar de la vida.
En un momento de la noche, mientras caminaba por los diferentes grupos de personas hablando para determinar con quiénes me apetecía quedarme para charlar, me encontré con Ezequiel y David.
- ¿No querés ir a la casa de David a… charlar o a tomar algo?- preguntó Ezequiel con un tono sugerente y nada disimulado, mientras David me miraba callado.
Error número 1.
- No, estoy bien- contesté rechazando su invitación con una sonrisa de oreja a oreja completamente falsa y con una frase irradiando de mis ojos “Ni en pedo”.
- Pero mirá que él es re copado eh- insistió guiñándome un ojo.
- No- repetí- estoy bien- con la misma cara de hija de puta de antes.
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Cuentos y Poemas
PuisiSección de cuentos y poemas escritos por mi (Quimey05), espero les guste :)