IX

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Habían transcurrido un par de días desde el baile. La relación que nacía entre Francisco y yo no hacía más que trasladarme a otro mundo. Siempre que Marta está ocupada con algún preparativo de la boda, nosotros aprovechamos para perdernos por los bosques y cuando no veíamos la manera de deshacernos de los demás íbamos a dar un paseo a caballo, sabiendo que éramos los únicos de la casa que disfrutábamos cabalgando.
Una noche, poco antes de mi partida nos encontrábamos Francisco, Marta y yo jugando a las cartas. Marta nos había ganado por quinta vez consecutiva, lo que hacía que Francisco y yo jugáramos solos la mayor parte del tiempo.

-Esto me aburre- dijo Marta unciéndose en el sofá- no puede ser que el que gane sea el que menos juegue.

Viendo que Francisco y yo continuábamos jugando sin prestarle atención, nos dio las buenas noches y se retiró a su habitación. Cuando el sonido de los pasos de Marta se alejaron lo suficiente, la mirada de Francisco cambió por completo. Sus ojos parecían los de un felino apunto de cazar a su presa.

-¿Qué mira usted con tanto descaro señor?- dije con una indignación totalmente fingida.

-Pretendo ganarla mi señora - dijo al tiempo que levantaba una ceja y dibujaba una hermosa sonrisa en su rostro.

- ¿A si? - pregunté con intriga continuando el juego que él había comenzado- ¿ Y cómo pretendes hacerlo? Porque es usted malísimo en este juego.

La reacción de Francisco me sorprendió por completo. Sus ojos se entornaron, frunció el ceño y una sonrisa maliciosa apareció en su rostro. Sin previo aviso y con mucha velocidad dio un manotazo a las cartas con las que estábamos jugando, provocando que estas se esparcieran por todo el suelo.

-¡Franciscos! - dije entre risas- pero que mal perder tienes.

-No querida- dijo mientras se acercaba a mi y se ponía de cuclillas para situarse a mi altura- el juego acaba de empezar.

No pude evitar que el rubor cubriera mis mejillas. Debíamos tener cuidado si no deseábamos que todo el mundo se enterara de nuestra relación. Por ello, antes de realizar mi siguiente movimiento comprobé que la puerta continuaba totalmente cerrada. Pero al volver mi cara de nuevo hacia Fran este me sobresaltó con un beso.

-Descarado- dije entre risas- ¿Cómo os atrevéis?- le di un leve empujón en los hombros para que perdiera el equilibrio y cayera al suelo, pero únicamente conseguí que se tambaleara un poco sobre la punta de sus pies.

-Deberás esforzarte más si deseas vencer al rey- ¡Me estaba desafiando! Por lo que no le dejó más remedio a mi orgullo que empujarlo una segunda vez, pero esta con mayor fuerza. Mis esfuerzos no fueron en vano, pero el resultado disto mucho del que yo había deseado,  ya que él estaba esperando aquella reacción. Me agarro de las muñecas y ambos caímos al suelo, no podíamos dejar de reírnos hasta que escuchamos unos pasos acercándose. Automáticamente me senté velozmente de nuevo en el sofá y Francisco comenzó a recoger las cartas del suelo.
Tras unos suaves golpes en la puerta una criada entró en busca del libro que el señor London estaba leyendo esos días. Cuando la criada salió creí conveniente retirarme a mi habitación, estaba segura de que ésta informaría a los señores London que Fran y yo nos encontrábamos a solas. Me levanté, hice una delicada reverencia y me dirigí a la puerta, pero Fran me tomó de la mano y depositó un beso en ella.

-Que descanses mi querida Duquesa.

...
Haría mi viaje de vuelta sola, hecho con el que no estaban nada de acuerdo ni Francisco ni Víctor, su padre, pero yo necesitaba volver a casa ya para comenzar con mi nueva vida, y los London debían permanecer una semana más allí, ya que su abuela había decidido ir a visitarlos.
Siendo conocedora de la distancia que debía recorrer las condiciones del camino decidí que lo más prudente sería madrugar. Por ello, esa noche antes de retirarme me despedí de los London y les agradecí que me hubieran permitido permanecer con ellos tanto tiempo. Al llegar a mi habitación, comprobé que ya habían cerrado casi todas las baúles. Debido a que volvía en un carruaje y había llegado en dos, me vi en la obligación de dejar que los London trajeran parte el equipaje cuando regresaran a casa.

Habían salido ya las criadas de mi agitación, yo ya estaba dispuesta a meterme en la cama cuando unos golpecitos en la puerta ,casi inaudible, me hicieron dirigirme a ella. Al abrirla, me encontré con un  Francisco cabizbajo que se miraba tímidamente los pies. No puede evitar mirar a izquierda y derecha para comprobar que no había nadie en el pasillo.

-Estamos solos- dije apoyándome en el marco de la puerta y atraillando a Francisco hacia mí.

-Yo... te echaré de menos- dijo sin levantar la mirada del suelo. Que tierno era cuando se lo proponía. Puse mis dedos debajo de su barbilla haciendo que levantara la cabeza.

-Fran no seas dramático, solo serán un par de días.

-Bueno- dijo acercándose más a mí- entonces...- no deje que terminara de hablar, me puse de puntillas y lo sé, el me devolvió el beso y me agarro por la cintura. Tras un momento de gran intensidad y haciendo un grandísimo esfuerzo, me separé de él, nos dimos un par de besos rápidos y regalándome una de sus sonrisas arrebatadoras lo vi desaparecer por el pasillo.

La DuquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora