III

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Lentamente abrí los ojos y fui recomponiendo en mi mente los últimos sucesos que recordaba; yo, el lago, Francisco, una carta, mi padre... ¡Mi padre había muerto! ¿Cómo podía haber ocurrido? Un torbellino de emociones amenazó con derribarme, pero debía ser fuerte, ahora todo dependía de mí. Me levante de la cama, cogí papel y pluma y me senté en mi escritorio dispuesta a aclarar mis ideas antes de que el servicio me agobiara.
Ahora era la señora de la casa, todo recaía sobre mí, las tierra, los negocios, debía continuar y hacer prosperar el legado de mi padre. Él me había preparado para ello desde los 15 años, y ahora debía demostrar a todos que era digna hija suya.

La puerta se abrió sigilosamente y la criada se sobresaltó al no encontrarme en la cama.

-Condesa, pe-perdón, Diquesa-dijo con un a leve inclinación- pensaba que continuabais en la cama.

¿Cómo me había llamado? ¡Duquesa! Desde mi nacimiento había sido conocida como Condesa de Valen, título que heredé por mi madre, pero tras la muerte de mi padre... siendo yo la única heredera legítima también recibía por consiguiente el título de Duquesa de Espa.

-Puede llamarme Condesa- mi voz sonó un poco ronca pero como siempre fui delicada con el servicio, mi padre me había enseñado a tratarlos con agradecimiento y respeto- por favor, mande que me preparen un baño y que tengan lista mi ropa.

Tan solo un instantes después de que la criada desapareciera tras la puerta Marta London entro apresuradamente, tenía los ojos inchados y se notaba que no se encontraba cómoda, pero a pesar de todo se acercó a mí me besó y me rodeó con sus brazos.

-Sira, deberías esperar en la cama a que te vea el médico, has estado todo un día inconsciente.

-Marta, ya no puedo permitirme esas cosas. Tengo mucho que hacer querida- me deslicé fuera de sus brazos .

Marta frunció el ceño, mi indiferencia debió sorprenderla, o quizás me conocía demasiado para ello. Por ello, se acercó a mí, pisos sus manos sobre mis hombros y mirándome con sus enormes ojos marrones me volvió a abrazar.

-Sira no puedo imaginar por todo lo que estás pasando, pero por favor no evadas el dolor, eso solo te causará más sufrimiento. Haremos que alguien se encargue de todo, tú solo descansa.

La situación comenzaba a salirse de mi alcance así que decidí cortar rápidamente y de la única manera que conocía, huyendo.

-Se que todo lo que haces es por mi bien, pero mi padre acaba de morir y debo llevar la casa y preparar su funeral ... así pues si me disculpas voy a bañarme.

....

El agua fría me hizo revivir poniendo todo mi cuerpo en tensión, no sabia por donde empezar. Al pasar junto a mí cama vi sobre ella un precioso vestido negro, no había pensado en ello, ahora ese sería mi color. Me arregle con ayuda de una de mis damas y baje al despacho de mi padre. Estaba revisando algunas de sus anotaciones cuando me anunciaron la llegada del Conde London. Yo lo recibí absorta en mi lectura, pero a él no pareció importarle , se acercó y me besó la cabeza. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no romper a llorar frente a aquel hombre, que era como un segundo padre para mí.

-Querida Sira, vengo a darte mis más sinceras condolencias y a entregarte todo mi apoyo.

-Gracias Víctor, se que para usted también es una gran pérdida- dije mientras le apretaba levemente la mano.

-Yo no desearía ser un incordio para ti, pero estoy a tu entera disposición, al igual que toda mi familia para ayudarte en todo lo que esté en mi mano... y si no lo consideras una indiscreción, querría encargarme de los preparativos del funeral.

Lentamente levante los ojos del papel y una pequeña sonrisa se dibujó en mi cara, realmente ese hombre me quería mucho,yo sabía lo mucho que odiaba los funerales y el gran esfuerzo que suponía para él. Debía aceptar, puesto que sería una descortesía muy grande no acertó y además, no tenía las fuerzas suficientes para llevarlo a cabo. Por ello acepté profundamente agradecida.

-Además, me gustaría recordarte que en tres semanas se vendrá con nosotros a nuestra residencia de verano, es una orden- las lágrimas estaban apuntó de derramarse por mis mejillas y él debió darse cuenta.

-Quería- dijo volviéndome a tomar de la mano- no queremos que estés sola, yo vendré a ayudarte para que te pongas al día con los negocios para que vengas más tranquila y los sirvientes saben de sobra como llevar la casa.

El funeral de mi padre era apenas un vago recuerdo en mi memoria , mucha gente, muchos lamentos, muchas palabras hermosas y la mano firme de Marta aferrando la mía y la del Conde London sobre mi hombro. Las semanas siguientes fueron un traqueteo, algunos familiares lejanos venían, algún amigo de mi padre paso a dar sus condolencias, pero la mayor parte del tiempo la pasaba con Víctor arreglando papeles. Los días pasaban fugaces, pero las noches eran eternas, o bien enrollada cual gusano en su capullo y lloraba hasta que me dormía de agotamiento o pasaba toda la noche despierta contemplando las estrellas.

La DuquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora