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La vuelta a la realidad me sentó de maravilla, los días desbordaban de responsabilidades; debía reunirme con muchos hombres de negocios, firmar acuerdos, comprobar contratos etc. pero todo aquello me encantaba y pronto me acostumbre. Tanto era así, que la vuelta de los London me pilló desprevenida.

Una tarde Marta vino a mi casa acompañada por mis baúles, y después de tomar el té y contarme los últimos preparativos de la boda de los que todavía no era conocedor,  me sugirió ir a dar un paseo. Una vez en los jardines la curiosidad pudo conmigo.

-¿Qué sucede Marta? Tú nunca quieres caminar, siempre lo haces porque a mí me encanta.

-Yo...-Dijo frenando en seco-Sira, menos mal que te fuiste antes de que mi abuela llegara, porque desde la primera noche mi abuela trajo consigo el caos. Ella y mi padre no dejaban de discutir por algo del pasado que mi abuela acababa de descubrir. Imagina que terrible debió ser la noticia que mi madre pasó en cama dos días al enterarse y mi padre estuvo de muy mal humor.

-Y... ¿Qué fue eso tan grave que había hecho tu padre?- no pude evitar preguntarle incluso sabiendo que era muy descortés por mi parte.

-No lo sé, no tuve el valor de preguntarlo, pero creo que prefiero no saberlo.

Abracé a Marta y no retiré mi mano de su espalda el resto del camino. Se fue casi a la hora de la cena, pero se la veía todavía alterada.

El día siguiente amaneció muy caluroso, por ello después de trabajar un par de horas decidí ir a darme un baño. Me acerqué al lago dubitativa, las últimas experiencias que había vivido en el agua no eran para nada agradables, la última vez casi muero y la anterior descubrí la noticia de la muerte de mi padre. A pesar de todo, me quité la bata y me sumergí en aquellas, mis aguas. Decidí alejarme un poco de la casa, aquel lago era enorme, algunas partes se metían entre los árboles creando escondites maravillosos para disfrutar de la paz que tanto me gustaba. Estaba comenzando a adormilarme cuando escuché que alguien se acercaba  por el bosque.

-Duquesa-  dijo Francisco con una leve inclinación-no esperaba yo encontrar tal deliciosas vistas- No pude evitar sumergirme más en las aguas, aún sabiendo que estás eran transparentes- Bueno, viendo lo a gusto que estás ahí dentro no me dejas otro remedio-dijo mientras se quitaba las botas.

-¿Qué pretendes Fran?- dije divertida.

-No es obvio, voy a acompañarte en tu baño.

Se metió en el agua y yo miré en todas direcciones muy asustada, podíamos perder en un instante nuestra reputación. Yo aquí solo en una camisa y él en sus corazones.

-¿Cómo estás?- dije tímidamente mientras él se acercaba lentamente- Marta me ha contado el ajetreo que habéis vivido.

Fran no me contestó, me rodeo con sus brazos y comenzó a besarme. En un principio nuestra cercanía y la escasez de ropa me hacía permanecer incómoda, pero poco a poco aquellos besos fueron relajándome. Antes de darme cuenta estaba abrazada el cual koala y era incapaz de controlar mi deseo por él. Esta vez fue Francisco el que me alejo bruscamente. Sin darme cuenta me puse roja y cruce mis brazos con la intención de cubrir mi pecho. Era incapaz de alzar la mirada, como podía haberme descontrolado tanto. Francisco permanecía de espaldas a mí, ¿Le habría molestado de alguna manera?

-Yo lo, lo siento-dije poniéndome de espaldas también.

-No tienes que sentirlo-oí como se iba acercando a mí-  es solo que... No iba poder detenerme si seguíamos así.

La DuquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora