XIX

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El día de la boda de Marta amaneció soleado. Estábamos a mediados de febrero, y sin embargo el frío no era molesto. Para mi sorpresa, yo estaba emocionadísima. La boda sería a las cuatro, por lo que habíamos decidido tomar un almuerzo bien fuerte para aguantar hasta la hora de la cena.

- Me gusta sentirme guapa, pero lo de tener que desperdiciar dos horas para lograrlo...-le dije a Toni entre bufidos mientras terminábamos de comer. Sabía que aquello no era propio de una dama, pero con él me sentía libre de decir la verdad.

-Yo creo- dijo inclinándose sobre la mesa y acercándose más hacia mí- que incluso después de haber cabalgado bajo la lluvia eclipsarías a la novia.

-No digas tonterías- no pude evitar reírme- por nada del mundo querría yo ser el centro de una celebración... y menos de una boda, ni la mía ni de la de nadie.

-Entonces... ¿quieres verte guapa pero que los demás no lo vean?- Toni parecía no comprenderme.

-¡Exacto! -sabía perfectamente que aquello carecía de sentido para él, un hombre acostumbrado a ser el foco  de todas las miradas sin tener que realizar esfuerzo alguno... jamás podría comprenderme.

-Nunca dejas de sorprenderme Sira Fallen.- Dijo que una tonta sonrisa en el rostro.

-Mira quien fue a hablar- conteste sin pensar.

-¿Qué has dicho? - dijo levantando una ceja. Yo sabía perfectamente que me había escuchado, por ello no respondí a su pregunta.

-Creo que debería retirarme - le comuniqué al tiempo que me ponía en pie- si no será imposible que me dejen algo presentable.

Subí tranquilamente a mi habitación, no tenía ningunas ganas de tener que encerrarme en una sala por horas. Además, todavía no había conseguido que las criadas hablaran conmigo mientras me preparaban. Era cierto que yo era distante, pero siempre me mostraba agradable con ellas. Mi padre toda mi vida me había dicho que intimidaba demasiado, que mi presencia era la de una auténtica duquesa, pero para mi aquello no era ningún cumplido.

Finalmente me quedé solo en la habitación, las criadas habían hecho un trabajo increíble, habían rizado y trenzado mi cabello para después recogerlo en un gran moño del que se desprendían el número exacto de mechones, además habían cubierto todo mi cuerpo con cremas y perfumes. Aquel carmín en mis labios me encantaba, me hacía sentir poderosa.

Salí de la habitación, me dirigí a las escaleras y recogí mi vestido para bajarlas. Tony ya me esperaba en la puerta y su reacción al verme fue todo lo que necesite para sentirme realmente segura y hermosa.

-Realmente ha valido la pena el tiempo empleado-dijo tragando saliva-estás... Estás....

-¡No me lo puedo creer! ¿El gran archiduque se ha quedado sin palabras?- Dije riéndosme abiertamente de él.

-Estás radiante-dijo besando mi mano. Sin previo aviso todo mi cuerpo se estremeció, el hormigueo comenzó en mi mano y se fue extendiendo hasta invadir cada fibra de mi ser ¿Qué me estaba sucediendo?

Me pasé todo el camino mirando por la ventanilla, como si realmente las vistas resultaran algo interesantes. Mi mente trabajaba sola, sin seguir un hilo conductor, iba saltando de un punto a otro. Finalmente, me detuve en la prioridad del día, ¡Hoy era la boda de Marta! Me habría encantado haber podido estar a su lado aquella mañana, haber reído y llorado juntas... Sabía que apartir de ahora todo iba ser diferente, sentía que perdía un pedacito de mi alma, sin embargo, al mismo tiempo me sentía bien, estaba feliz, sabía que eso era lo mejor, que Marta no podría ser feliz sin Pablo y yo solo quería que lo fuera.

La DuquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora