ii. maldita dulzura

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ME SENTÍ un poco incómoda cuando todo el vítor en la oficina llegó hasta mis oídos

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ME SENTÍ un poco incómoda cuando todo el vítor en la oficina llegó hasta mis oídos. Todos aplaudían y algunos cuantos gritaban mi nombre. Unas cuantas amistades que formulé también me abrazaban y felicitaban. Sonreí tímidamente. Pero la verdad, estaba extrañamente feliz. Siempre era bueno conseguir un ascenso, aún más, cuando tienes trabajando ocho años en la misma empresa y para la misma gente. Mi ahora, antigua jefa, una periodista exitosa que me guío en todo momento en mi carrera, se encontraba más feliz que nunca y lo pude deducir por sus expresiones. Además, porque celebrábamos también su ascenso.

—Te deseo lo mejor —me felicitó sonriendo. Sus ojos con rasgos asiáticos ya casi no se veían—. Se que lo harás mejor que nadie. Quiero que nos veamos tan frecuentemente en mi otro empleo como lo hacíamos aquí.

—¡Sin duda alguna! —espeté saltando a sus brazos—. Gracias por todo Lucy. Por todos estos años.

Ella y yo continuamos conversando. Hablando de su futuro empleo y también de mi nuevo puesto. Ese día, todos tomamos la tarde libre, gracias al enorme festejo que se aproximaba. Yo, como buena fiestera, invité a mis más íntimos colegas de trabajo y edificio a la terraza del edificio a festejar el gran hallazgo que habíamos logrado.

Ya había caído la noche y de hecho, todos estábamos pasándola bastante bien. Todos conversaban entre sí, algunos otros se animaron a bailar, bebían y mis vecinos más jóvenes, se dedicaban a pasar el rato jugando beer pong. O cualquier reto que consistiera en beber en exceso. En algunas ocasiones me les uní, sin embargo, descubrí que era bastante mala en ese juego.

Me encontraba con mis amigos, yo estaba en una silla mecedora y los demás en unos sofás. Bebíamos cerveza tranquilamente y guardábamos silencio, para tan solo escuchar la música y observar a ningún punto en específico, perdiéndonos entre nuestros pensamientos. Entonces, como por arte de magia, todo me llevó a Sebastian.

En primera instancia, pensé en lo ridículo que era tener un ascenso cuando, la mayoría del tiempo, era malditamente impuntual. Y aunque ciertamente, siempre he sido dedicada y entregada a lo que me apasiona, probablemente, ese punto solo quedó volátil. Entonces, me dirigió hasta el último día que había llegado hace un par de semanas. Después, pensé en el playero, con su traje forman y sus muecas al saber que era latina. Enseguida recordé que Chris, era el encargado de traerlo al festejo. Busqué al nuevo vecino por todos lados con la mirada, y no lo encontré.

—Christopher, ¿y tu amigo de cuarto? —cuestioné mirándolo. Él alzó las cejas y separó sus labios de la cerveza para contestar.

—¿Sebastian? —yo asentí con la cabeza—. Él ya se mudó al 312 hace una semana. Y me dijo que tenía mucho trabajo, que lamentaba no poder asistir.

—¿En qué trabaja? —pregunté curiosa.

—Es arquitecto —respondió, después, bebió un poco más—. Y es de los buenos.

darling  ━ sebastian stanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora