Capítulo uno

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Caminó hacia la biblioteca tan rápido cómo pudo apoderada por completo de sus emociones. Su mente daba vueltas sin pausa, necesitaba tener aquél libro en sus manos una vez más para convencerse a sí misma de que lo que había soñado era de hecho lo que estaba escrito en él.

Iba tan ensimismada que no se dio cuenta sino hasta el tercer grito de que alguien la llamaba.

-Ali- un dúo de voces llamó por última vez cuando ella se dio vuelta para verlos, eran los  gemelos Cleto e Iluminada. Ellos iban al colegio con Alicia y se habían vuelto algo así como amigos. La chica de pelo largo hasta la cintura rubio y ondulado se acercaba corriendo y le estampó un abrazo algo forzado, ella nunca sabía cómo responder a eso. Cleto, igual de rubio, apareció detrás de su hermana un instante después pero no abrazó a Al. Iluminada era consciente de lo distante que su amiga podía volverse así que no se preocupó de que no la abrazara precisamente de la forma de la que todo el resto del mundo lo hace. Cleto por su parte sentía cierta admiración por Ali y su capacidad de ser completamente irresistible, misteriosa, distante y solitaria, todo en un perfecto equilibrio para despertar el más increíble de los deseos en los chicos de su escuela y así mismo ni notarlo o simular muy convincente que no lo hacía.

-Baldwin- dijo y la saludo con un beso en la mejilla.

-Chicos- dijo ella escondiendo que esperaba poder irse cuanto antes. -¿Qué hacen por aquí un sábado?

-Estamos yendo a Tiempos, ¿vienes con nosotros? Están los chicos del colegio reunidos allí, va a ser divertido- explicó Iluminada. Tiempos era un café que frecuentaban todos los chicos escuela. A ella particularmente le resultaba el más aburrido de los lugares para pasar el rato.

-Lo siento ahora estoy algo ocupada me estaba yendo a...

-Vamos, ven con nosotros- insistió Cleto tomándola del brazo y cortando su explicación-Solo esta vez.

-Hoy no puedo, lo siento- contesntó soltándose de manera ágil pero amable y cuando lo hizo pudo notar como Iluminada le daba un sonoro codazo en el costado izquierdo a su hermano para que dejara a Ali marcharse en paz. Se saludaron sin muchas vueltas y siguieron cada uno por su lado. Ali se sintió aliviada, iba evitar por completo a los conocidos lo que sería muy sencillo: no había nadie más a quien evitar.

Unas cuadras y unos minutos después estaba dentro de la biblioteca saludando a Tania, la bibliotecaria de turno en esa hora de los sábados. Ali conocía a todos los que trabajaban allí, como su madre, y hasta conocía a la mayoría de los que iban. Si bien la biblioteca era un espacioso edificio, la gente prefería pasarse la tarde viendo películas o usando la computadora antes que leyendo, así que reconocer y catalogar a los pocos rostros repetidos que veía no era muy complejo. Había una familia de judíos que pasaban muchas horas allí leyendo sobre la historia dogma, quizá era una obligación de su religión, ella no lo sabía. También había un grupo que parecían al menos ser amigos que se sentaban en una apartada mesa a leer manga, con sus mochilas cubiertas de prendedores con caricaturas japonesas y remeras con distintos personajes. Y en el rincón más lejano de todo el lugar estaban los nerds, esos chicos y chicas que Ali veía inclusive en vacaciones de verano leyendo sobre temas escolares. Si bien ella no era precisamente la clase de adolescente que salía todas las noches de sábados a bailar con sus amigos, tampoco era tan rara como ellos, o al menos de eso intentaba convencerse desde hacía ya un tiempo. Ágil, Alicia pasó por entre las mesas de la biblioteca y fue directo a la sección en la que sabía que estaba ese libro. Ella lo había encontrado por casualidad revolviendo los estantes de la biblioteca, era un pequeño manuscrito que no tenía el sello de la biblioteca lo cual la atrajo desde el primer momento. Fue hasta el estante más bajo de una de las secciones y se tiró al piso habiéndose fijado antes que nadie estuviera por allí para verla sacando todos los libros del mismo, en el fondo bajo una madera que lo escondía de la vista de los que revisaban ese estante, encontró el libro de un encuadernado percudido color bordó. Unas hojas amarillentas por los años y el polvo del lugar en que estaba escondido se escapaban por los costados; era un libro muy antiguo. Puso todo en su lugar rápidamente y se paro disimulando lo agitada que estaba por ser quien tenía acceso a ese libro tan especial. Discretamente metió el libro sin sello dentro de su remera, pero era muy evidente: la remera ajustada delataba el contorno del libro "escondido" en su panza. Lo sacó y se puso a pensar, necesitaba otra estrategia, qué podría hacer para sacarlo de ahí sin tener que reportar dónde lo había encontrado en la entrada con Tania observándolo todo. Si tan solo hubiera llevado algún bolso... Fue entonces cuando vio el perchero escabullido tras una de las grandes estanterías llenas de libros y decidió hacer algo que nunca pensó llevar a cabo: se paró frente al perchero y buscó un bolso en el que cupiese el libro y que no fuera muy llamativo así nadie notaría que no lo traía al entrar. Encontró uno negro, cuadrado y perfecto. Vació el contenido en el suelo bajo el perchero porque su intención no era más que quedarse con el pequeño bolso de mano, no con lo que llevaba dentro (de alguna forma eso la hacía sentir menos criminal). Metió rápidamente el libro dentro antes de que nadie pudiera notarlo y salió saludando a Tania distraídamente. Ya en la calle estaba mucho más relajada sosteniendo el libro contra su cuerpo como si alguien fuera a querer robárselo y en cuento giró en dirección a su casa lo vio, estaba parado frente a ella. Parecía haberse materializado frente a sus ojos en un segundo. Se quedaron así, mirándose, hasta que él comenzó a acercarse. Una desconocida sensación de excitación por lo desconocido hizo que Ali comenzara a caminar hacia él, pero, justo mientras parecía que iban a chocarse otra vez, ella se corrió para un costado pasando por su lado y rozando su brazo desnudo con la campera verde que él seguía usando. Deseó voltear y verlo caminar tras ella pero no podía hacerlo; debía fingir no reconocerlo. Unos metros más allá, un chico de su escuela pasó por su lado, seguro estaba de camino a Tiempos, y la saludo con ese tono de galán innecesario tomándola por sorpresa, lo miró distante y sonrió intentando ser amable. Al hacerlo quedó girada lo suficiente para ver que a su espalda, venía el muchacho interesante. Su expresión había cambiado rotundamente y miraba de muy mala gana al compañero de Ali. Ella se limitó a seguir caminando hacia su departamento intentando contener las ganas de sonreír a todo mundo. Al llegar a su puerta vio en el reflejo que el chico seguía ahí. Entonces se volteó:

-¿Puedo ayudarte en algo?- dijo Ali, ya dudando de las intenciones del joven.
-Creo que sí puedes- contestó él y su voz fue como miel; densa; grave; muy varonil pero a su vez suave. Ella se derritió por dentro pero por fuera hizo como que no pasaba nada.
-Pues, ilumíname porque no tengo idea de cómo hacerlo- su voz sonó muy distante pero su mirada, por el contrario, no podía reprimir la curiosidad.
-Bien- comenzó y dio unos pasos hacia ella – tienes un libro que me pertenece. Ahí – dijo señalando el bolso que Ali llevaba colgado- en el bolso que te robaste.
-¿Estabas espiándome?- su voz se tiñó de desconfianza una alarma se encendió en su cabeza.
-No precisamente, la biblioteca es un lugar público, yo puedo entrar y mirar a quien quiera- en su dulce y melosa voz el tono arrogante contrastaba demasiado.
-Pero no a mi.- dijo con enojo y miedo en su voz y entró en el edificio dando un portazo tras ella. Y subió decepcionada del chico con quien había soñado, porque en sus sueños él era completamente diferente, quizá porque era irreal podía ser perfecto. Después de todo era Ali quien había creado el que estaba en su sueño y el real, era eso mismo: real. No podía ser todo como se lo espera, la vida sería muy fácil si todo lo soñado se volviese cierto. Una vez en su departamento, entró y se encerró en su habitación el resto del día. El libro que se había llevado de la biblioteca estaba escrito con una letra garabateada en lo que parecía un verde oscuro y muy afectado por el paso del tiempo. Parecía ser el libro de cuentos de un niño pequeño, pero no como los que Ali conocía ni como los que ella había tenido en su infancia... Las historias que relataba eran de un mundo lejano y el cual poseía las llamadas regiones, no países o continentes como el mundo real. Al terminar de leerlo, se acostó en su cama con el avejentado libro en su pecho recordando el encuentro con el arrogante muchacho de la dulce voz. Repasó todo en su cabeza paso por paso «Tienes un libro que me pertenece»- le había dicho- ahí en el bolso que te robaste» él había estado observándola. Había dicho que podía hacerlo porque la biblioteca era pública. Era la peor excusa que Alicia hubiera oído jamás. «Tienes un libro que me pertenece»

Se sentó de golpe en la cama y agarró el libro, en la primera página que ella creyó totalmente en blanco, pudo ver en el borde superior, dos palabras: Kedar Imbarak. Se quedó anonadada. El chico decía la verdad, ese libro le pertenecía o al menos ella no conocía ningún Kedar Imbarak a quien poder devolvérselo. Decididamente cerró el libro; agarró el bolso robado y antes de que sus padres se levantaran de la siesta se fue al parque en busca del muchacho de los ojos jade para darle de regreso su libro de cuentos algo avergonzada por habérselo quitado.

Los Guerreros CelestialesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora